Imagen de «The Floor of Fame», de Carlos Pazos
Imagen de «The Floor of Fame», de Carlos Pazos
ARTE

¡Eso (no) es mentira! Al menos eso dice el IVAM

El IVAM de Valencia se llena de «fakes», subproductos #artísticos y documentales con los que, desde una mentira, #se ponen en entredicho verdades asumidas

Valencia Actualizado: Guardar
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Les recomiendo que, antes de atravesar la Galería 7 del IVAM, aparquen sus certezas en la puerta. La colectiva « Fake. No es verdad, no es mentira» va a procurar poner a prueba su capacidad de atención –también de fascinación– y poner en entredicho todas las instituciones y creencias que usted tenía por válidas e infalibles. Sin ir más lejos, este crítico confundió primero al vigilante de sala con una figurilla de látex de Eugenio Merino, hasta que este se movió y pensó entonces que podía ser el del famoso proyecto « Segurata», de Juan López. Nada es lo que parece.

Porque, como apuntaba Nietzsche, las verdades son ilusiones que se ha olvidado que lo son, y «Fake» se propone revisar algunos de los mejores ejemplos de este formato o subgénero que, en manos de los creadores, es un arma arrojadiza que dinamita la autoridad de estamentos como la ciencia, la universidad, el museo o los medios, instituciones que se creen en posesión de la verdad absoluta y que además determinan cómo se establece su difusión.

Usar el sentido común

Se tratará, por ello, no tanto de situar al espectador ante obras con las que se engaña a los sentidos, puesto que al que se pretende despertar es al mal llamado «sentido común». En un arco temporal que va de uno de los ejemplos más paradigmáticos del género como fue la retrasmisión radiofónica de la invasión de la Tierra de Orson Welles (que sirve de prólogo), hasta el falso documental sobre el 23-F de « Salvados» (que no se incluye), la cita propone 44 casos de estudio independientes en los que el «fake» sirvió para cortocircuitar el sistema y dejarlo con las tripas al a1ire.

Los hay que no pasan de la anécdota, pero que son efectivos para poner caras coloradas. Como el vídeo de Pilvi Takala («Real Snow White»), intentando acceder a Eurodisney disfrazada de Blancanieves e interrumpida en su propósito por temor a ser confundida con la «real», mientras dentro, el «merchandising» invita a consumir productos para parecerse a este y otros personajes. O un falso partido entre México y Brasil (2004), de Miguel Calderón, retrasmitido en circuito cerrado –en teoría por Televisa– en un bar de Sao Paulo y que acabó con tremenda paliza a la canarinha. Otros, que, por su ternura y su manera de rizar el rizo, da pena que no sean ciertos (como el que ilustra que el origen de la paella, tal y como cuenta Victor Serna, esté en los «fills de puta», hijos de meretrices adoptados por la burguesía valenciana, «a los que los primeros enseñaron a estos sus costumbres, también las gastronómicas»). Y un último bloque, que, basado en gestos más o menos contenidos, sí han tenido repercusiones, sobre todo cuando se han hecho eco de ellos los medios que, contraviniendo una de las máximas del periodismo como es la de contrastar la información, dieron sus datos por buenos. Y ahí quedan para la Historia «Comando Arte Libre S-11», que acabó con la labor universitaria del artista Lucas Ospina cuando aprovechó el robo de un famoso grabado de Goya en Bogotá para reivindicar el crimen a través de un falso comando; la represalia de los medios al saberse traicionados fue pedir su cabeza; o el «Dow Chemical» (2004) de The Yes Men, con su reacción en cadena, caída en bolsa incluida, resultado de que un falso representante de la química declarara en la BBC que su compañía indemnizaría a los afectados por el desastre de Bhopal de 1984.

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