ARTE

Montse Soto: «La autocensura forma parte de la Historia del Arte»

Desde la fotografía y en la Sala Alcalá 31, Montse Soto analiza cómo se construye la herencia cultural, censura mediante

Montse Soto en Alcalá 31 ISABEL PERMUY

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A modo de lema de la exposición Imprimatur (término latino con el que la Inquisición aceptaba la publicación de un texto), sobre sus contenidos en la Sala Álcala 31 reza esta frase de Hans Belting: Cuando las imágenes cayeron bajo la sospecha por cómo habían sido fabricadas entonces pasaron a llamarse «obras de arte». Es decir, cuando preocupó lo que cuentan o cómo lo cuentan comenzaron a funcionar mecanismos para controlarlas o prohibirlas. Bajo estas premisas aborda Montse Soto (1961), en la que es su vuelta a PHotoEspaña , la Historia del Arte. Y sus conclusiones llegan a nuestros días y la falsa libertad en la web.

¿De dónde le viene ese interés por la censura?

Cuando estaba preparando la serie «Dato primitivo 5: pinacoteca», en torno a la iconografía del libro, sentí el deseo de buscar una biblioteca que fotografiar que me permitiese abordar la presencia del libro en la pintura. Visité el Prado, el MNAC y un montón de instituciones más, pero pronto descubrí que, con sus obras, estaba haciendo un archivo de libros que, en realidad, no permitían leer sus contenidos. Eso me chocó. Entonces empecé a indagar, y al repasar las leyes imperantes en cada época entendí lo que estaba sucediendo, que es lo que en cierta manera propongo al espectador que descubra aquí.

Esos datos históricos, en forma de cita, son los que reproduce en las paredes de la sala.

Así es, leyes o sentencias que expresaban cómo estaba prohibido tanto pintar como escribir sobre determinados contenidos. Y, a partir de ahí, me pareció interesante no sólo presentar esa serie que mencioné sino contextualizarla con todos los trabajos que ya había realizado antes sobre censura y autocensura. Hablar sobre estas cuestiones es francamente difícil porque en el fondo es hacerlo de aquello que no está. Y eso me parecía ideal para confrontarlo con un tema que siempre me ha tenido en alerta: internet.

«El futuro de la web pasa por tener un conocimiento de la herramienta, que no seas solo usuario: también programador»

El recorrido queda marcado por tres grandes preguntas: «¿Qué es lo que vemos?», «¿Qué es lo que queremos ver?» y «¿Qué es lo que nos dejan ver?».

A lo que se añade una cuarta que increpa directamente al artista que es qué queremos enseñar. El problema está en las leyes. Si estas te fuerzan a la censura o a la autocensura en el mundo «real». Si estas, en el virtual, imponen restricciones, límites, pactos. Todo ello incide sobre la libertad, que es el espacio ideal para la creación.

Porque se supone que, en un Estado democrático, la censura no existe, pero pensar que eso es así es ingenuo.

Eso está claro. Lo vemos constantemente: tenemos a los titiriteros, a los raperos, lo que sucedió en ARCO, exposiciones en las que hay problemas con desnudos... Ocurre porque, si quieres evitarlo, has de enfrentarte a la ley o a todo un entorno social que presiona. Por supuesto: sí. Existe la censura. Yo estoy preocupada. Y lo peor es que también se reproducen moldes en el mundo virtual, con redes sociales que censuran obras o a artistas. Y eso nos asombra y no tendría que ser así porque cuando tú le dices «ok» a Facebook o cualquier red social estás diciendo «sí, hazlo». Te autocensuras cuando aceptas unas condiciones de uso.

La pregunta sería si la autocensura es el gran mecanismo de censura del siglo XXI.

¡Que va! Esta ha acampado siempre. Aquí lo demuestro: son las citas de las paredes de Cervantes, de Santa Teresa, el vídeo de Goya (con guion de Áurea Martínez, admitiendo cómo aceptará cambiar su propuesta para la Basílica del Pilar) el de la deposición de Galileo... La autocensura forma parte de la Historia del Arte.

¿Usted la ha experimentado?

He sufrido la autocensura. Sí. La censura... No. No.

Volvamos a Internet: ¿Qué prevalece más: su capacidad para sortear prohibiciones o su naturaleza de herramienta para controlarnos?

Yo creo que es algo sobre lo que hay que preocuparse. Pero hay que tener en cuenta que se está aún configurando, por ello podemos aún estar alertas. Y una de las cosas más evidentes es que te mantiene totalmente al margen, en la total ignorancia, de cómo se está construyendo. ¿Dónde podemos crear libremente en internet? Eso solo es posible en la «web oscura» (la no indexada por los motores de búsqueda) y aún así allí también existe cierto control. El problema es que los estados terminan legislando sobre lo alegal, lo traen al mundo real y lo transforman en ilegal. Se borra la línea de lo que es privado y lo que es público, lo que es propiedad intelectual... Todo son pactos.

«Hablamos de “Historia del Arte” pero esta se construye sobre “lo que quedó”, sobre los artistas que fueron legitimados»

Incluso con uno mismo.

Mira cómo está Twitter. Pero lo peor es que se aplica la ley en un ámbito en el que estas no existen. ¿Por qué lo consentimos? Imagina que un tuit es lanzado desde otro país que no es España, ¿por qué se me aplica una legislación nacional? La red no tiene espacio físico.

¿Qué les decimos a los «post millennials», que creen que hay un abismo entre un libro y un ordenador?

Si se mira cómo evolucionaron la imprenta e internet, existen muchas similitudes. Ambas aparecen como tecnologías que, como la escritura en su momento, iban a aportar memoria, nos iban a hacer más sabios, pero pronto surge el deseo de control de las mismas. Y, desde ese momento, comienzan las luchas por sus democratizaciones.

El gran problema es que a leer nos enseñan, pero a usar las redes y la web, no. ¿Eso facilita aún más la manipulación?

El futuro de Internet pasa por tener un conocimiento de la herramienta, es decir, que tú no seas solo un usuario, sino también un programador, un creador. Que seas capaz de entrar allí y modificar a tu gusto y según tus necesidades.

Quizás el coleccionista sea el último «censor», el que convierte unos gustos personales en la base de colecciones públicas que llegan a los museos.

¡Total! El coleccionista compra contemporáneo a bajo precio. Lo mete como en una nevera, lo que ya marca una selección. Y, a partir de ahí, pactan con los museos, prestan, crean fundaciones, lo que legitima a unos artistas y no a otros. Lo que queda, pues, es «lo que se ha vendido». Todo lo demás, simplemente «desaparece». Hablamos de «Historia del Arte» pero esta se construye sobre «lo que quedó».

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