Porche de la casa de Chéjov donde se celebraban representaciones
Porche de la casa de Chéjov donde se celebraban representaciones - Susana Gaviña
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Mélijovo, el jardín de las palabras de Chéjov

El escritor ruso compaginó su actividad como médico y la creación de algunas de sus mejores obras de teatro («La gaviota», «Tío Vania») y relatos cortos en su casa de campo

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«Si no fuera por la literatura sería jardinero», dicen que afirmó Anton Chéjov. Así lo relata Irina Garkusha que, ataviada con un pintoresco vestuario y tocada con un sombrero, enseña la dacha en la que vivió el escritor ruso entre 1892 y 1899. Se la muestra a los grupos de turistas y de periodistas que se dejan caer por allí ávidos de respirar el espíritu del autor de «Tío Vania» o « Tres hermanas». Con una narración apasionada -«mi madre estudió con Chéjov», se enorgullece-, que habrá repetido miles de veces a lo largo de veinte años, nos lleva casi en volandas por la propiedad en la que germinaron algunos de los títulos más importantes de la literatura teatral rusa.

«Aquí Chéjov vivió una de sus etapas más fructíferas como escritor», señala Irina. También cultivó allí hasta 150 clases diferentes de flores y plantas, atendió a cientos de pacientes y fue visitado por la intelectualidad más prominente de la época.

La hacienda, «adquirida a un artista teatral», está situada a unos 60 kilómetros de Moscú y tiene una extensión de cuatro hectáreas. Los elementos que la componen retratan el universo de Chéjov: su profesión (la medicina), su vocación (la literatura) y sus aficiones (la jardinería y la pesca). «La medicina es mi esposa legal; la literatura, solo mi amante», se jactaba Chéjov, que se convirtió en doctor por imperativo de su familia, que no veía con buenos ojos el poco lucrativo oficio de escritor. Sin embargo, fue este último el que le permitió vivir más holgadamente, aunque no en la riqueza, ya que durante sus estancias en Mélijovo atendía a los campesinos sin recibir dinero a cambio. «Cuando regresaba a casa de alguno de sus viajes, izaba una banderita roja para avisar a los vecinos de que podían acudir a su consulta». Para ello construyó junto a la casa principal un dispensario, en el que atendía a los pacientes. Chéjov invirtió gran parte de su tiempo en ayudar a sus vecinos más humildes de los pueblos de la zona, bien enseñándoles las normas más básicas de higiene, lo que impidió que la epidemia de cólera alcanzara Mélijovo, bien a través de la construcción de varias escuelas para los niños.

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