MÚSICA

McCartney-Weller, el regreso de dos leyendas

Paul McCartney y Paul Weller, mitos del «brit pop», cuyo talento ha influido a músicos y fans de varias generaciones, siguen sentando cátedra (y éxito) con sus nuevos trabajos

Álvaro Alonso

1

Paul McCartney (Liverpool, 1942) en un reciente concierto en Melbourne

Paul McCartney, tocando la fibra

Que levante el brazo quien no haya echado una lagrimita viendo a Macca junto a Corden en el «carpool karaoke» de The Late Late Show recorriendo las pulcras calles de Liverpool , la curva de Penny Lane, la casa familiar cercada por los fans aún adolescentes o los recuerdos de su madre en el origen de «Let It Be ». El último «truco» fue el concierto vía streaming (en abierto para todo el planeta) de presentación de sus nuevas canciones hace escasas semanas. Los golpes de efecto de promo de su nuevo álbum arrancaron en junio y han resultado tan efectivos que nada más publicarse Egyptian Station alcanza el número 1 del Billboard, lo que pillado a contrapié a agentes, productores y mega-estrellas de plástico del hip-hop y el R&B.

Algo de culpa tendrá el encanto de un artista cuyas canciones forman parte del ADN de la humanidad en la que tal vez sea la recta final de la especie. Si el otro Paul (Weller) ha concebido su nuevo disco como un alto en el camino para buscar refugio interior, Macca sale a la calle en una mañana de domingo a pleno sol. Su capacidad de empatía sigue intacta e insiste en mensajes a favor de la paz, la comprensión y en contra de quien se dedica a hacer daño , como en la muy directa «Who Cares». No le duelen prendas en mostrarse a la caza del hit, véase «Fuh You», «Come On To Me» o «I Don´t Know», de ritmo resultón y melodías pegadizas, intercalándolas con otras piezas más complejas, como el pop barroco de «Do It Now», los ecos de ópera rock mutante en «Despite Repeated Warnings», psicodelia funk en «Caesar Rock», homenajes a Lennon en «People Want Peace» o la más guitarrera traca final con el medley «Hunt You Down/Naked/C-Link». Pero en su nuevo disco hay más: la pieza suave de preciosos arpegios a la guitarra y ensoñadoras flautas «Happy With You» compite con «Hand in Hand» en descontrolada emoción. Paul, como Dalí, no pretende ser moderno, ya lo es , aunque en vez de programaciones haga uso de flautas, harpsicordios, guitarras y bajos eléctricos, piano y batería. A sus 76 años, Paul ha descubierto la fórmula para entrar de nuevo en nuestras vidas por la puerta grande.

2

Paul Weller (Woking, Inglaterra, 1958)

Paul Weller, traje elegante, botas camperas

El otrora padrino del movimiento mod ha dedicado su último disco al misterio del ser y el tiempo, a un mundo efímero aún por crear que nos rodea y que solo encuentra materialidad en el «nombrar», en su caso, mediante canciones. Es el Paul que se enamoró de una canción por primera vez en 1963, cuando vio por televisión a los Beatles cantar «She Loves You». Supo que iba a ser cantante de rock. Aquel joven que coleccionaba epés de los Small Faces y soñaba con «cuando Carnaby Street se llenó de flores», el mismo que arremetía contra los pijos de las escuelas de élite en «Eton Rifles», el que hizo poética del metro de Londres , quien podía meterse en la piel de un coleccionista de mariposas o ponerse cualquier otro disfraz para retratar a la sociedad británica, a veces Bowie (a quien dedica una canción), a veces Ray Davis, esta vez se viste con traje elegante, pero con botas camperas. Ahora, publica su disco número 26, True Meanings , una vuelta de tuerca hacia lo acústico que hace aflorar en su boca el verdadero significado de la rica tradición folk-rock británica.

A diferencia del otro Paul, del McCartney expansivo y entusiasta de su nuevo disco, el Paul Weller de The Jam y Style Council opta por mostrarnos un almanaque íntimo en catorce piezas que a menudo van creciendo y virando hacia el soul, el country o el góspel. Paul Weller, cumplidos los sesenta años, se muestra hambriento de foco fijo, ambiente íntimo y orquesta de cámara cuando no sinfónica. Todo por el placer de seguir nombrando el mundo, consciente como Unamuno de que tal vez el arte sea nuestra única esperanza. De entre las nuevas canciones, de arreglos mínimos, destacan las plegarias de «Movin On», las nanas de habitación con papel pintado como «Glide», el góspel blues de «Mayfly» o los valses soul para películas de blaxploitation como «Old Castles». «White Horses» es el momento de mayor intimidad. Paul Weller disfrazado de Vashti Bunyan mirando a través de la ventana en una mañana de lluvia. Dos «Paul», dos situaciones vitales bien distintas. En el caso de Weller, una nueva geografía para un viejo mapamundi que hay que volver a cartografiar.

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