LIBROS

La mafia no es una película de Hollywood

Íñigo Domínguez desmenuza en el libro «Paletos salvajes» el lado más despiadado de las bandas criminales

Los actores protagonistas de «Uno de los nuestros» ABC
Jaime G. Mora

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Es habitual que en las redadas antimafia la Policía italiana encuentre algún DVD de la película «El Padrino». Nunca de «Uno de los nuestros», que retrata a los mafiosos como unos tipos groseros y violentos que solo saben divertirse entre copas y rayas de cocaína y desenfundan sus pistolas sin ningún miramiento. A los mafiosos no les gusta verse reflejados en el espejo como unos asesinos despiadados; prefieren la elegancia de los actores de «El Padrino».

Hollywood a menudo ofrece a los matones un modelo glamuroso a imitar, y además contribuye a alimentar esa fascinación que despiertan estas bandas criminales. Así de perversa es la relación entre el cine y la mafia. Íñigo Domínguez (Avilés, 1972) cuenta en « Paletos salvajes » (Libros del K.O.) la anécdota de un turista japonés, que, cámara en mano, preguntó en Corleone dónde estaba la sede de Cosa Nostra. «Puede causar perplejidad, pero fuera de Italia suena el nombre de Falcone y poco más. Todas las demás imágenes que vienen a la cabeza son de "El Padrino"».

Durante la década larga que Domínguez pasó en Roma como corresponsal para «El Correo», todos los días se encontraba con una docena de noticias relacionadas con la mafia: crímenes sin resolver, desapariciones inexplicables, casos judiciales que se eternizan en todas las instancias posibles… La cadena de resoluciones son un clásico de la justicia italiana: «Primera instancia, cadena perpetua, que sí existe en Italia; segunda instancia, cadena perpetua; y por fin Tribunal Supremo, absuelto».

Que un juzgado dicte una sentencia de culpabilidad muchas veces depende más de si el juez está comprado o de si han amenazado al jurado que del valor de las pruebas presentadas. La verdad, en Italia, es un concepto elástico. La verdad sobre la mafia, escribe Domínguez, «suele ser una cruzada casi personal de unos pocos —policías, magistrados, periodistas— que mantienen viva la esperanza de la comunidad».

Con la Camorra y Cosa Nostra más o menos desactivadas por la justicia, la ‘Ndrangheta se ha aupado como la organización criminal más poderosa del mundo. Y sin embargo, judicialmente solo existe desde 2016, cuando el Tribunal Supremo por fin describió su funcionamiento. «La lucha contra la mafia se mueve con ritmos geológicos». Cosa Nostra fue condenada en 1992, anteayer. Aún hoy, Roma Capitale , la primera mafia nacida fuera del sur de Italia, no existe oficialmente.

En « Crónicas de la mafia », Íñigo Domínguez puso orden en un fenómeno que abarca todos los órdenes de la vida de este país, desde los lugareños para quienes el mafioso de turno es tan reconocible como el cura del pueblo hasta las conexiones de primeros ministros como Andreotti o Berlusconi con los capos del lumpen. Cinco años después insiste con «Paletos salvajes», más crónicas para desmitificar a la mafia.

Para Domínguez no hay épica en las peripecias de unos individuos «aferrados a un mundo primitivo», que en solo dos años de la guerra interna de los ochenta mataron a más personas que ETA en cuarenta años. «Se olvida que la mafia no es algo de las películas, sino real, y que no tiene ninguna gracia —escribe el autor—. Son crímenes terribles que pasan en el barrio de uno, delante de tu casa, no en la tele».

Nadie se imagina a Josu Ternera con traje y corbata diciendo aquello de que en la mesa no se habla de negocios.

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