LIBROS

La Fugitiva: librería de urgencia

Azotadas por todos los vientos, las librerías son islas de los tesoros. Con La Librería-Café La Fugitiva, ABC Cultural comienza una serie dedicada a estos espacios rebosantes de magia y sabiduría

Fachada de La Fugitiva Maya Balanya

CARMEN R. SANTOS

A 451 grados Fahrenheit el papel de los libros se inflama y arde. Recordemos que precisamente  «Fahrenheit 451»  fue el título que Ray Bradbury puso a su célebre novela publicada en 1953, y que años después, en 1966, François Truffaut llevó a la gran pantalla. En la inquietante distopía  ideada por el escritor norteamericano se nos sumergía en una sociedad donde sus gobernantes se preocupaban sin descanso por los ciudadanos: querían que vivieran en continua dicha, en ese «mundo feliz» que décadas antes que Bradbury, Aldous Huxley había imaginado en su no menos famoso relato distópico. Por ese motivo, en su infinitiva bondad, el Gobierno de «Fahrenheit 451» ha creado un peculiar cuerpo de bomberos, cuya misión no es apagar fuegos, sino provocarlos. Su tarea es quemar libros . Porque, según los dirigentes de ese «paraíso», la lectura, los libros, hacen pensar, por lo que producen infelicidad. Algunos, sin embargo, deseaban ser infelices. Liderados por Grange se convierten en «hombres-libro» y se afanan en memorizar todos cuantos puedan.  

Profesión de riesgo

En la actualidad no se queman libros.  Hay otros métodos más sofisticados para arrumbarlos , para que la turbadora profecía de «Fahrenheit 451» sea real. Ya dijo el propio Bradbury que no había que quemar los libros para destruir una cultura, bastaba con lograr que se dejaran de leer. Especialmente en nuestro país los  paupérrimos y desoladores índices de lectura dan cuenta de lo mucho que, por desgracia, se ha conseguido en ese sentido. Por eso hoy es preciso dar un toque de arrebato antes de que ya no exista prácticamente remedio. Por eso ahora son, si cabe, más necesarios que nunca los Grange de hoy, esos “hombres-libro” que no memorizan los libros como el personaje de Bradbury, pero sí los cuidan, los preservan, y nos los ofrecen con devoción. Son los libreros, habitantes de islas de los tesoros a las que nos invitan. 

Santiago Palacios, propietario de La Fugitiva- Maya Balanya

Sin embargo, Santiago Palacios, con una dilatada trayectoria en el mundo del libro, desde que en su juventud puso un puesto de libros en El Rastro madrileño y luego trabajó en una distribuidora, ha conseguido reflotar una librería, que parecía condenada a desaparecer: «La Fugitiva nace en diciembre de 2009 de la mano de otros dueños. Al año se plantean cerrarla. Nos llega la posibilidad de hacernos cargo de ella y pensamos que podríamos sacarla adelante dándole un nuevo aire. En su etapa anterior, la parte de la cafetería era la prioritaria, pues apenas si había libros. Después de más de un año de negociación, firmamos el contrato el 15 de mayo de 2011. La verdad es que a los seis meses, las cuentas no eran boyantes, pero no nos echamos para atrás. Es cierto que una librería en solitario no lo tiene fácil para sobrevivir. En nuestro caso, La Fugitiva, a la que hemos querido proporcionarle unas señas de identidad especiales, se encuadra en un proyecto más extenso, ya que gestionamos otras tres en Madrid: la que está en la Biblioteca Nacional, y Sin Tarima y Con Tarima, en la calle del Príncipe. En estas nos ha favorecido mucho la reciente reapertura del Teatro de la Comedia, sin relegar que están cercanas al Teatro Español. Sobre todo en Con Tarima, antigua librería La Celestina, brindamos un amplio fondo de libros de teatro. Con las cuatro nos vamos bandeando, y hay que resaltar que desde mayo de este año hemos notado una considerable remontada». Esperemos que siga así y que ni La Fugitiva ni ninguna otra librería tenga que poner el cartel de «Liquidación final de existencias por cierre inminente» como se ve obligado a hacer Vicenzo Fontana, el librero protagonista de la última novela de Manuel Rivas, «El último día de Terranova», sobre el canto del cisne de una librería gallega.

Comparte esta noticia por correo electrónico
Reporta un error en esta noticia