LIBROS

La fantasía como denuncia de la opresión

N. K. Jemisin concluye su aclamada «Trilogía de la Tierra Fragmentada», una ficción especulativa cuyos dramas no nos son ajenos

N. K. Jemisin

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Nora K. Jemisin, más conocida como N. K. Jemisin (habría que hacer un estudio sobre por qué los autores de fantasía y de ciencia ficción suelen firmar con sus iniciales, y en concreto por la coincidencia de la letra K en muchos de sus nombres: véase Philip K. Dick , Ursula K. Le Guin y J. K. Rowling ), ha conseguido una hazaña hasta ahora inédita: ganar tres premios Hugo -el más prestigioso del género- de forma consecutiva y, para añadir más dificultad, por las novelas pertenecientes a una misma trilogía. Por muchos c liffhangers que salpiquen la narración -y no es el caso de Jesimin, más preocupada en construir mundos que en describir escenas de acción-, lo normal es que las dos primeras entregas estén al servicio de la última. Pero La quinta estación y El portal de los obeliscos tienen empaque y vida propia al margen de El cielo de piedra , la demoledora conclusión de la Trilogía de la Tierra Fragmentada , con la que esta escritora estadounidense, experta en ficción especulativa -categoría que mezcla en una coctelera ciencia ficción, fantasía, terror, apocalipsis, distopía y ucronía- ha entrado a jugar en la liga de los mejores.

El mundo que Jemisin ha plasmado en su obra -con su sociedad, sus creencias, sus mitos- exige un esfuerzo de imaginación importante en el lector, diríamos incluso de concentración, porque no hay información masticada ni este es un libro para simplemente pasar el rato. El maestro Neil Gaiman dice que no hay que pedir disculpas ni dar demasiadas explicaciones cuando se escribe literatura fantástica. La acción se desarrolla en Quietud , un supercontinente al estilo Pangea que se caracteriza por tener las tripas revueltas: terremotos, volcanes, cataclismos varios y, en el horizonte, una violentísima «quinta estación» que amenaza con destruirlo todo para siempre. La esperanza radica en los orogenes , humanos con poderes para paliar los seísmos, utilizados para este fin pero también despreciados, temidos y enjaulados por una orden paramilitar. Los orogenes son esenciales, y los guardianes no pueden permitirles que tomen la decisión de serlo o no. Tienen que ser herramientas, y las herramientas no son personas . «¿Qué es genocidio?», pregunta una niña en El cielo de piedra . «Matar personas y hasta la noción de que son personas», le contesta un guardián.

La libertad de todos

N. K. Jemisin, mujer, negra, feminista, participa del debate contemporáneo que rodea a su sexo, su raza, su posición ante la vida, pero llega más lejos: la suya es una denuncia sin ambages contra la opresión y el totalitarismo , un aldabonazo contra los que prefieren esconder la cabeza debajo del ala en vez de luchar por la libertad de todos. La fantasía habla de dramas que no nos son ajenos.

Sus protagonistas principales son mujeres. Hay un rastro de Margaret Atwood y El cuento de la cri ada. Y un intento de lidiar con el asunto de la maternidad -reconocido por la propia autora, que mientras escribía este libro contemplaba, impotente, cómo la enfermedad consumía a su madre-. Por eso, dice, «el dolor que habéis leído es auténtico dolor, la rabia verdadera rabia, el amor verdadero amor».

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