MÚSICA

Ennio Morricone: el genio contra el huraño

«Odia las entrevistas y se esfuerza en demostrarlo. No escatima en bostezos al contestar. Uno se pregunta qué razones ocultas le llevan a concederlas si tanto le desagradan», comentaba un redactor de ABC ya en 1988. Pero a pesar de su fama de gruñón, el italiano fue uno de los compositores más queridos del mundo durante el siglo XX

Ennio Morricone, poco antes de su concierto en el O2 Arena de Londres, en 2016 Reuters / Dylan Martinez
Israel Viana

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«Evite las preguntas cortas acerca de cuál es su director favorito, no le gustan». «No le pregunte sobre su vida privada». «No le pida que pose». «No le fotografíe en su piano ni le diga que lo toque». «No use el término “spaghetti western” , lo considera un insulto». «No mueva ningún mueble de su casa, se enfadará de verdad». «Mucha gente pregunta cómo deben llamar al artista: le llamarán maestro».

Mientras sonaba el teléfono de la redacción hace un año, con todas esas advertencias enviadas desde su casa en Roma, uno se esperaba lo peor. Debías seguirlas a rajatabla si no querías que Ennio Morricone , una de las personalidades musicales más influyentes del siglo XX, muerto el pasado 6 de julio en Roma, te colgara a las primeras de cambio, tal y como había hecho otras tantas veces en sus seis décadas de carrera. «Odia las entrevistas y se esfuerza en demostrarlo. No escatima bostezos al contestar. Uno se pregunta qué razones ocultas le llevan a concederlas si tanto le desagradan», escribía un compañero de ABC ya en 1988 , tras charlar con él a causa del estreno en España de «Cinema Paradiso» .

[ Entrevista a Morricone: «Llevo toda la vida contestando a preguntas estúpidas e irritantes» ]

Y es que Morricone se ha movido siempre en esa fina línea que separa al genio capaz de conmover a los 20.000 espectadores que acudieron a despedirle en Madrid hace un año, con todos en pie ovacionándole durante varios minutos antes incluso de que sonaran los primeros tambores de «Los intocables de Elliot Ness» , y el hombre con fama de gruñón que no duda en llamar «cretino» a Quentin Tarantino en público por usar su música de forma caprichosa. «Tarantino me puede, es un caos absoluto. No piensa cuando habla, lo decide todo en el último momento, no tiene ningún concepto. Nunca más, le dije la última vez. La próxima seré más duro. Luego puede besarme. Este hombre es un cretino», aseguró, antes de añadir: «No me gustan sus películas, son basura».

Pero siempre, siempre, siempre conseguía que se impusiera el primero a golpe de batuta, a pesar de todo. ¿Es simplemente el poder de la música? «¡Te queremos, Ennio!», le gritaban infinidad de seguidores de todas las edades en la inmensidad del WiZink Center, mientras el maestro dirigía a la perfección, con muy pocos gestos, y escondiendo los brazos como si quisiera desaparecer de escena –«me gustaría que todos cerraran los ojos en mis conciertos, no sirven para nada. Al mirar pierdes la concentración en la música»–, una orquesta de 200 personas.

Con esa discreción quiso vivir toda su vida. Sin recibir a la prensa, en la soledad de su casa, con la única compañía de su amada María y levantándose como siempre a las 4 de la mañana para escribir en la intimidad esas más de 500 bandas sonoras que firmó desde « El federal », en 1961. Pero no lo consiguió, porque fueron tan innovadoras y bellas que vendió más de 70 millones de discos y acabó siendo uno de los compositores más famosos, queridos e influyentes del siglo XX y lo que llevamos del XXI. El mismo por el que se pelearon los directores más importantes de la historia, desde Huston a Buñuel, pasando por De Palma, Pasolini, Polanski, Bertolucci y, cómo no, su inolvidable Sergio Leone, con quien cambió para siempre el género western con la su famosa « Trilogía del dólar ».

«A lo largo de estos sesenta años, he tenido que responder a muchas, muchísimas preguntas estúpidas e irritantes. Acabé harto de escucharlas una y otra vez y de repetir siempre las mismas historias. Me aburrí yo y creo que también los lectores. A veces hay entrevistas interesantes que me gusta contestar, pero eso no pasa casi nunca y acabé harto», aseguraba al final de su entrevista con ABC Cultural , una de las últimas que realizó en vida. Pero, de repente, antes de despedirse, nos sorprende con un gritó desde el otro lado del salón, saltándose el muro infranqueable que había sido su traductora durante más de media hora: «¡Gracias, me ha gustado mucho hablar contigo! ¡Ha sido muy interesante!». Y ahí está, el genio encantador imponiéndose por una vez al maestro huraño.

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