LIBROS

Emilie Pine: «Como mujer, compartir mi historia personal es un gesto político»

La irlandesa aborda con valentía y sinceridad temas hasta ahora silenciados en el universo femenino en «Todo lo que no puedo decir», su primer conjunto de ensayos

La escritora irlandesa Emilie Pine es especialista en dramaturgia en la Universidad de Dublín

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Cuando alguien decide escribir desde el yo y espera ser leído por un nosotros debe ser sincero. Y Emilie Pine (Dublín, 1977) no lo tenía fácil. Era su primera colección de ensayos. Durante años, su relación con las palabras había sido meramente académica -es profesora de Dramaturgia en el University College de Dublín y editora de la «Irish University Review»-. Jamás se había planteado hacer de la literatura una cuestión personal. Por eso, cuando se sentó a explorar aquello que llevaba tanto tiempo dentro que ya casi ni sabía dónde buscarlo fue como una catarsis, también para el lector . Su lectura estremece y calma, porque pese a lo ilustrativo de su título, «Todo lo que no puedo decir» (Literatura Random House), Pine ha logrado cubrir todos esos silencios con los que llevamos décadas cargando -sobre todo las mujeres- y de los que, por fin, nos ha liberado.

¿Qué objetivo perseguía al escribir el libro?

El objetivo es muy personal. El título alude a todas esas cosas que no podía decir en voz alta, pero necesitaba decirlas a pesar de todas las razones que había para quedarme callada. No me paraba a pensar que otras personas fuesen a leerlo, y ahora se ha convertido en otra cosa. Son tantas las mujeres que se han acercado a decirme que he contado su historia... También algún hombre, pero sobre todo mujeres, y me he dado cuenta de que compartir nuestra historia es un gesto político. Rompemos el silencio, mostramos a los demás que quedarse callados no es la respuesta.

Aborda temas que casi nadie se atreve a tratar. ¿Era consciente de esa valentía?

En absoluto me siento valiente. Estaba muy enfadada y necesitaba sacar esas cosas. Al reflexionar sobre el hecho de que otros lo leerían empecé a asustarme.

¿Tuvo miedo de haber escrito algo que pudiese perjudicarla o a sus familiares y amigos?

Decidí que estaba en mi derecho de escribir cualquier cosa sobre mí misma, y al mismo tiempo tenía que tener cuidado con lo que escribía sobre otras personas. Mi familia leyó el borrador. Era importante para mí que lo hicieran. No puedo decir que estuviesen encantados...

«Es importante no volver a hablar de las violaciones que sufrí. Escribirlo me permitió por fin pasar página»

Habla con total franqueza del aborto que sufrió... ¿Qué sentía mientras escribía?

Después de tener el aborto y saber que ya no podría quedarme embarazada, era demasiado duro emocionalmente, entonces no lo podría haber hecho. Cuando empecé a dejar atrás esa aflicción, me molestaba que gente que tenía cerca no conociese la historia, había gente que daba por hecho que yo no quería tener hijos. Escribir me resultaba más fácil que hablar. Luego está el tema de los cuerpos, yo siempre me había avergonzado de mi cuerpo. Ya pasé los 40 y tengo que parar. Tengo que aceptarme y tratar de ser más feliz. Puedo decir que realmente me ha funcionado.

También escribe sobre dos violaciones que en su momento no vivió como tales.

Es extraño. Escribir sobre eso fue muy difícil. Suponía revivir todas esas emociones de nuevo. Fue muy importante escribir sobre ello. Ahora me doy cuenta de que incluso es importante no volver a hablar de ello. Escribirlo me permitió por fin pasar página definitivamente.

«Para mí escribir supone una conexión con mi yo interno, es una forma de sentirme más plena»

Me encanta cuando escribe sobre los ridículos estándares que tienen que mantener las mujeres, esa obsesión por parecer siempre muy femeninas.

Yo lo siento como si fuese una batalla. ¡Es ridículo! Pierde fuerza cuando te ríes. Pero parte de la dificultad de ser mujer es que es algo que nos hacemos las unas a las otras. Cuando vas a una fiesta y te dicen: «¡Qué buen aspecto tienes! ¿Has perdido peso?». O vas a salir y te sientes obligada a ponerte tacones, porque de lo contrario no estás siendo femenina. Es el temor a cómo te van a juzgar los demás, y cuesta mucho ser diferente.

Al hablar de su juventud rebelde, de sus experiencias con las drogas, reconoce que lamenta el tiempo perdido y, también, asegura que se sintió muy sola. Me pregunto si escribir es una forma de sentir menos esa soledad.

Muy buena pregunta, pero no estoy segura de la respuesta. Para mí escribir supone una conexión con mi yo interno, es una forma de sentirme más plena. También pienso que es una forma de tratar de entender el mundo, un intento de llegar a otros. Cuando publicas una obra, estás pidiendo a la gente que la lea, que te hagan compañía, que estén un ratito a tu lado. Para mí, el impulso original de sentarme a escribir tiene que ver con plasmar por escrito mi relación conmigo misma. Y si tengo mucha suerte, otra persona acabará leyendo algo de lo que he escrito. Eso ayuda con la soledad. Es algo que nunca habría dicho, pero cuando echo la vista atrás, me doy cuenta de lo sola que estaba. Cuando te sientes así, lo último que se te ocurre es decirle a alguien: «Me siento sola, ¿me puedes reconfortar?» No es posible decirlo. Viéndolo retrospectivamente, supone volver a mí misma, en mi etapa de mayor soledad, y me digo: «No pasa nada, estoy aquí». Sé que es un poco como el pensamiento mágico, pero me funciona.

Es algo hermoso. La literatura funciona como un puente entre la persona que es ahora y la que era de adolescente.

Es eso, exactamente.

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