Toulouse-Lautrec y la bohemia revolucionaria de Montmartre invaden Caixaforum

Una exposición evoca en Barcelona el espíritu creativo del París de finales del siglo XIX

La exposició reúne más de 300 piezas, sesenta de ellas de Toulouse-Lautrec EFE

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Libertad, imaginación y creación. París, en efecto, ya era una fiesta antes de que Hemingway pusiese un pie en la ciudad , y ahí estaba Montmartre, barrio marginal transformado en bullicioso y radical epicentro artístico, para sacudir y estremecer todas las corrientes artísticas de la Europa de finales del siglo XIX. Un Valhala bohemio regado en absenta –busquen en las salas el exquisito óleo «Mesa de café con absenta», de Vincent Van Gogh– y salpicado de cafés, cabarets, teatros de sombras chinescas y, no todo iba a ser bueno, un buen número de papeletas para acabar contrayendo la sífilis entre idas y venidas al legendario cabaret Le Chat Noir.

«Revolución, independendencia y afán de descubrimiento. Ese es el espíritu de Montmartre», subraya Philip Dennis Cate, comisario de una monumental exposición que recrea en Caixaforum Barcelona ese halo de electricidad creativa que atravesó el decimoctavo distrito de París. Así, bajo el título de «Toulouse-Lautrec y el espíritu de Montmartre», la muestra, una ambiciosa producción propia de la Obra Social La Caixa, reúne 345 piezas entre pinturas, dibujos, grabados, esculturas, carteles, fotografías e ilustraciones variadas. Un abrumador arsenal de postimpresionismo, simbolismo, protosurrealismo y humor absurdo que permite «revivir la atmósfera» de un momento creativo único y profundizar en las claves de una época que encarnó la conquista de la libertad frente a las convenciones burguesas de la época. «Representa el triunfo de la creación y la vocación, la belleza del momento», destaca la directora general adjunta de la Fundación Bancaria La Caixa, Elisa Durán.

Una visitante contampla varias piezas de la exposición Efe

En este sentido, el nombre de Toulouse-Lautrec y sus 61 piezas  –algunas especialmente icónicas como «Misia Natanson al piano», «El bosque sagrado», «À La Bastille (Jeanne Wenz)» o sus pósters para el Moulin Rouge o el cantante Aristide Bruant– son el anzuelo; un vistoso reclamo tras el que se amontonan otros artistas de peso como Louis Anquetin, Pierre Bonnard, Georges Bottini, Maxime Dethomas, Hermann-Paul, Henri-Gabriel Ibels, Charles Léandre, Louis Legrand, Charles Maurin, Henri Rivière y Théophile Alexandre Steinlen.

Todos ellos, «conspiradores antiestablishment», se aliaron e intercambiaron conocimientos y experiencias para encarnar el «triunfo de la creatividad sobre la comodidad». Incluso artistas no estrictamente ligados a ese momento y lugar concreto como Manet y Picasso se suman a una fiesta que tuvo en Tolouse-Lautrec a su más destacado maestro de ceremonias. Ahí están, para confirmarlo, sus retratos de May Belfort o las estampas de las bailarinas Jane Avril o la Goulue dentro y fuera del Moulin Rouge , inequívoco símbolo de la decadencia fin-de-siècle.

Libertad radical

«El siglo XX debe mucho a Montmartre», señala Cate, para quien los astros empezaron a alinearse a finales de 1881, cuando Rodolphe Salis fundó el cabaret Le Chat Noir y Montmartre se convirtió en un poderoso reclamo para artistas y escritores poco amigos de los discursos constreñidos y del academicismo.

Vista de «Mesa de café con absenta», de Van Gogh, junto a «À La Bastille (Jeanne Wenz)», de Lautrec EFE

Ahí, lejos de los espacios tradicionales, los artistas tendieron puentes entre disciplinas como la pintura, la música, el circo o el teatro y llevaron a la calle y a los cabarets, a los teatros experimentales y music-halls, unas piezas artísticas nacidas en la libertad y la radicalidad. «Fue una forma democrática de arte que se rebeló contra las convenciones burguesas» , añade el comisario sobre un grupo de artistas que, como puede verse en la exposición, combinó la pintura más o menos canónica con el cartelismo, la ilustraciones en prensa y el teatro de las sombras.

Nuevas formas de comunicación artística que se traducen también en una cuidada escenografía y en un estudiadísima ambientación a juego con las inquietudes de unos creadores que convirtieron cafés, cabarets, salas de baile, prostitutas, caricaturas humorísticas y estampas nocturnas en temas artísticos de primera.

«La obra de naturalistas, simbolistas, incohérents, nabis y, por encima de todas, la de Henri de Toulouse-Lautrec, nos ofrece una visión renovada de la vida y de la sociedad durante este importante período del arte ‘moderno’ francés », apuntan los responsables de una exposición que permanecerá en Barcelona hasta el 20 de enero y se podrá ver en Madrid a partir del 20 de febrero.

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