Delphine Seyrig, la diva que desobedeció

El Museo Reina Sofía acoge «Musas insumisas», una mirada al feminismo francés de los 70 y 80 a través del videoarte

Delphine Seyrig e Iona Wieder, cámara en mano en una manifestación en 1976 Centro Audiovisual Simone de Beauvoir

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En 1961, Delphine Seyrig (1932-1990) protagonizó «El año pasado en Marienbad», de Alain Resnais . Era su segunda película y aquel papel, esterotipo de la mujer obediente y celestial, le convirtió en símbolo de la feminidad de la época, sofisticada e idealizada. Ya como musa del cine francés de autor, trabajó con Truffaut, Buñuel o William Klein y desarrolló una más que decente carrera teatral de la mano de Robert Wilson, Claude Régy o Marin Karmitz . Pero llegó mayo del 68, con sus vueltas y revueltas, y algo cambió en Seyrig. Se dio cuenta de que, para ella, «actuar» no era sólo una profesión. Hizo de su arte política, y de esta compromiso.

La diva se deconstruyó y pasó a ser una de las mayores defensoras de los derechos de las mujeres usando el vídeo como herramienta. Su testimonio, del que da cuenta la exposición «Musas insumisas. Delphine Seyrig y los colectivos de vídeo feminista en Francia en los 70 y 80» , que hasta el próximo 23 de marzo puede verse en el Museo Reina Sofía , resuena hoy, quizás, con más fuerza que nunca.

Compuesta por unas 230 obras, entre vídeos, instalaciones, fotografías y material documental, la muestra arranca con ese cambio existencial de Seyrig. Convencida del prejuicio estructural del cine contra las mujeres, decidió pasar de la actuación a la acción. Rodó «Calladita estás más guapa» , documental en el que veinticuatro actrices (entre ellas, una joven Jane Fonda a la que, dicen, Seyrig «inició» en el feminismo ) se sinceran, muchas por primera vez, sobre su rol en una industria que les cosificaba. «No vas a andar todo el día por ahí con un sombrero», se le escucha a una de ellas, a lo que otra responde: «Es verdad, hay que ser un poco más puta».

Compromiso

Tras aquella primera incursión, Seyrig volvió al otro lado de la cámara, pero esta vez para trabajar, en los 70 y 80, con cineastas como Ulrike Ottinger o Marguerite Duras en papeles que nada tenían que ver con aquel primer personaje que le dio la fama. Su conciencia feminista, cada vez mayor, hizo que se asociara con la traductora Iona Wieder y la activista y realizadora Carole Roussopoulos para producir una serie de vídeos que, bajo el título colectivo de «Las insumusas» (de ahí el nombre de la exposición), documentaron el sentir feminista de la época. Cámara en mano, se echaron a la calle y recogieron cuantas manifestaciones tuvieron lugar entonces, y rodaron películas como «SCUM Manifesto» o «Maso y Miso van en barco», hoy referentes del movimiento.

En 1982, las tres fundaron el Centro Audiovisual Simone de Beauvoir (de él se nutre la muestra), concebido como archivo audiovisual que diera cuenta de todas las luchas que entonces estaban teniendo lugar, del aborto legal a la autonomía sexual de las mujeres, pasando por los derechos de las trabajadoras sexuales , el movimiento de liberación homosexual o la situación de los inmigrantes, muchas de ellas tan vigentes entonces como ahora. «Lo personal es político» , rezaba un eslogan feminista de los 70. Y sigue siéndolo.

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