Los culos más divinos de la historia del arte

Dioses y ninfas, diosas y mortales comparten destino en las manos del artista: el modelado de sus formas, que roza la perfección de los mejores traseros de la historia

El culo florentino de Perseo, ¿el más perfecto? ¿Más que el del David?

Juan Carlos Delgado

En el mundo de la distancia social no está prohibido mirar . Y la belleza es belleza hasta la última «a». Los artistas desde la época clásica se esforzaron en encontrar el canon de la belleza humana , en todos y cada uno de sus detalles. Con primor se retrataba en los bustos grecolatinos a los filósofos, dramaturgos o emperadores, respetando el verismo de sus rostros y el gesto de su carácter. Meticulosamente se recrearon los músculos y las venas de los atletas, la esbeltez del cuerpo humano , imagen de la de los dioses de los pies a la cabeza, para que todos pudieran verla.

Con el tiempo, los desnudos se perfeccionaron de un modo sublime y, tras el paréntesis idealista en el Medievo, la perfección de las humanas formas regresó en el Renacimiento italiano . Ciudades como Florencia, Roma, Venecia... vieron así renacer el interés por reproducir los cuerpos divinos como en la antigüedad, en sus calles y plazas. Porque esa mirada hacia lo grecolatino era también una inspiración en los tiempos en los que los dioses tenían forma humana, pasiones que compartían con los mortales y apetitos eternos que suponían trabas a los sueños de los hombres, envueltos en aquellos cuerpos divinos.

Hoy nos fijaremos en la última «a» de la belleza, la redondez de las estatuas y los lienzos en l a parte trasera de las diosas y los dioses , de los héroes y heroínas, y veremos cómo su influjo se extiende mucho más alla de los clásicos. Empezamos por Perseo , la obra maestra de un orfebre renacentista con un talento descomunal: Benvenutto Cellini , tal vez el trasero -con permiso del David de Miguel Ángel- más admirable de la historia del arte , sobre todo si sabemos cómo fue fundido...

Perseo, en la Plaza de la Signoría de Florencia

Está en la plaza de la Signoría florentina, con la cabeza de la Gorgona en las manos, cuyo cuerpo decapitado pisa. Pero el lugar que soporta la tensión muscular es el glúteo del héroe, de una perfección envidiable . Si no has quedado paralizado por la visión de la Gorgona, la perfección de esta espalda y de sus cimientos captarán tu atención. Se admiten discusiones, pero muchos críticos, y más de una conocida, consideran este el mejor ejemplo del trasero de la historia del arte. Divino e insuperable.

Reverso de la Venus de Willendorf

Pero tal vez debamos volver hasta el principio de los tiempos artísticos, cuando las figuras dejaron de ser anicónicas para mostrar los atributos de la procreación. Las Venus paleolíticas , como la de Willendorf, no rehúyen la representación del cuerpo y su potencial mágico de continuidad. Senos y vulva prominentes tienen una correspondencia en el reverso con unas formas grandes y algo bastas, llamadas a invocar la copiosidad de la naturaleza , la devoción por el cuerpo femenino capaz de asegurar un futuro a la especie . A falta de haber desentrañado el mecanismo de la naturaleza, se impone la observación.

Volvemos a saltar para comprobar que el trasero humano es una obstinación que recorre los siglos . Las formas redondeadas donde la belleza esconde sus secretos han sido la base de grandes obras a lo largo de la historia. Hasta un fotógrafo como Man Ray supo ver en el final de la espalda de Kiki de Montparnasse una iluminación de la belleza como este «Violon de Ingres» con un toque surreal. Un trasero de gran resonancia cultural, pura música para los ojos.

Antes de llegar al David, miremos este culo de un hombre de acción . El Hércules Farnese , en el Museo Arqueológico de Nápoles, es un ejemplo de donde las dan las toman. Hijo de Zeus se ganó la inmortalidad. De hecho las bolas de su mano son las manzanas de las Hespérides que le aseguran la vida inmortal y tal vez no es casual que las esconda tan cerca de su divino trasero , según dicen los mitógrafos de esta parte del cuerpo humano.

La Venus del espejo, de Diego Velázquez

¿Es este el rey de los divinos traseros de la historia del arte? Miguel Ángel Buonarroti echo el resto, aunque deba competir con algunos otros como el citado del Perseo. Desde esta perspectiva, la indudable belleza del gran escultor renacentista se confronta a los inacabados esclavos que dominan el pasillo de la Academia donde el joven inmortalizado espera con la onda y las piedras, con un gesto de relajado abandono, cualquier oportunidad para darnos la primera en la frente, no con sus armas, sino con su inextinguible belleza.

La Venus del espejo, de Diego Velázquez

Clásico entre los clásicos este gran Velázquez, que pintó a uno de sus amores italianos creando la eterna visión de este trasero que, gracias al espejo, no oculta el rostro de la bella modelo. Velázquez es el mejor pintor de la historia, su técnica, sus logros con la mínima materia pictórica están en la cumbre del arte. Por esas mismas razones seguramente estamos ante el mejor culo de la historia . No era tan difícil darse cuenta y eso debió pensar el oficial británico que lo distrajo del palacio de Godoy durante la guerra de la Independencia. Antes había pertenecido a diversos nobles. Hoy se puede contemplar en la National Gallery de Londres .

Desnudo de Mujer, por Joaquín Sorolla

Es probable que Sorolla tuviese el cuadro de Velázquez en la mente mientras tenía delante a su esposa Clotilde envuelta en satinadas sábanas salmón. Las pinceladas y la gestualidad del genio valenciano se combinan aquí con las veladuras magistrales que hacen que la carne cobre vida, tacto y nos persiga hipnóticamente mientras contemplamos la redondez canónica de este divino trasero femenino con vocación de eternidad .

Dante y Virgilio en el infierno, de William-Adolphe Bouguereau

A veces hay que bajar al octavo círculo del infierno para encontrar traseros como los del alquimista hereje Capocchio, mordido en el cuello por Gianni Schicchi , un suplantador vampírico del siglo XIII a los que Dante inmortalizó en la Divina Comedia . La ilustración del episodio es la excusa perfecta para mostrar la perfección y la pericia al representar dos bellezas masculinas como las que tenemos delante, en plena torsión y con los músculos afilados. El hecho de que sea en el infierno no puede distraernos ante la visión de tanta perfección pictórica en esta obra del siglo XIX.

Marte y Venus, de Lavinia Fontana

Este cuadro guarda una verdad para quien quiera admirarla. Marte, Dios de la Guerra, pierde en el combate contra Venus, diosa del Amor. La seducción es más fuerte que la rendición por las armas . El dios aparece aquí acariciando la nalga divina , por la que abandona sus armas. El cuadro de Lavinia Fontana es una de las estrellas del Salón Español del madrileño Palacio de Liria , donde puede verse ahora, después de haber estado unos meses en el Prado, que celebró su centenario con la exposición «Sofonisba Anguissola y Lavinia Fontana. Historia de dos pintoras».

Hermafrodita Borghese

Si a la perfección de las formas clásicas sumásemos la ambigüedad sexual de algunos mitos , el resultado es de una capacidad de seducción devastadora. Quién no abandona su mirada y su paz ante el reposo y laxitud de este hijo de Hermes y Afrodita que apareció en una iglesia romana y fue combrado por un cardenal de la familia Borghese, pero acabó en el Louvre tras la invasión francesa de 1796. Copia romana en mármol de un original de bronce griego, es el ejemplo de una visión imperecedera de la belleza trasgresora de los límites que siempre unió sexos y mitos, cardenales y artistas, formas reales y representación.

Estudio de nalgas, de Felix Edouard Vallotton

Felix Edouard Vallotton tenía 19 años cuando pinto este «Etude Des Fesses/ Estudio de las nalgas», un retrato en la "derrière" que bien podría merecer la frase de Inocencio X ante el retrato que le hizo Velázquez: «Troppo vero», demasiado exacto, verdadero . El pintor no idealiza en absoluto a su modelo, se sale del canon grecolatino, aunque encuentra parangón en otros, rubensianos por ejemplo, y consigue tal detalle en la encarnadura de la s nalgas y pliegues del trasero femenino , con sus incipientes celulitis incluidas, que no queda sino caer rendido ante la belleza al natural que supo plasmar el joven artista. En brazos de la realidad el amor por las formas puede alcanzar cumbres que los mitos, con su frío olímpico, no nos trasladan. Este trasero late lleno de vida. No está en ningún museo, desgraciadamente es parte de una colección privada. Privadísima, diríamos.

Pigmalión y Galatea, de Jean-Léon Gérôme

En las antípodas, aunque más o menos por la misma época, en 1890, asistimos a una intención estética contraria, remitificar los mitos. El escultor Pigmalión está harto de hacer diosas y mujeres perfectas pero frías como la piedra que trabaja. Solo saca polvo marmóreo de su afán de perfección y por ello reza a Afrodita, que le concede -¡oh!- su deseo. Besa a la estatua perfecta y de inmediato se hace carne . El pintor pinta a esta fémina cliché en el momento en el que la piedra se derrite, así como el corazón del artista. Que no, Pigmalión, que por muy perfecta que sea Galatea, debes darte la vuelta y no jugar estos juegos ya superados. Mira a tu joven colega Felix Edouard Vallotton y aprende...

Las Tres Gracias, de Antonio Canova

¿Alguna vez habéis estado ante esta maravilloso grupo escultórico de Antonio Canova ? En el Hermitage de San Petersburgo están estos tres cuerpos divinos que nadie puede dejar de mirar. La escultura estuvo expuesta en el Museo Thyssen hace años. La delicaceza con la que está tratado el cuerpo femenino logra en esos traseros la perfección divina. Están vivas. Eternamente.

Rapto de Perséfone, de Bernini

Una pequeña excursión al barroco y más que al trasero a sus aledaños para mostrar la perfección de las formas que nos muestra Bernini . En el rapto de Perséfone los dedos del dios del mundo infernal aferran la turgente piel de los muslos de la ninfa. No está el trasero completo pero está su tacto gracias al dominio brutal de la técnica. De ese modo Bernini expresa la sed carnal del raptor que -Perséfone lo descubrirá en ese mismo instante, como hacía ver Roberto Calasso- iba a ser también un entregado amante.

EStudio para una Cariátide, de Amedeo Modigliani

Y acabamos con dos dibujos . Primero este estudio para una cariátide es una muestra de la influencia de la anatomía del trasero en las vanguardias. A medeo Modigliani pone su sello a este tema griego adaptado a su gusto y a un esquematismo que no puede resultar más prominente.

Estudio de un desnudo masculino, de Da Vinci, en la Royal Colection de Gran Bretaña.

Y llegamos al gran Da Vinci . Si alguien hizo del canon su propia búsqueda fue el autor del hombre de Vitruvio . En este estudio masculino, que podría ser la cara b del citado hombre encerrado en círculos, salvo por la melena, vemos la trasera perfección del cuerpo humano.

Coda

Gálata moribundo, Museos Capitolinos
Reverso del galo, museos Capitolinos

Cerramos con el culo del enemigo, la bella estatua romana del soldado galo caído , o gálata moribundio, copia de un original de bronce que encargó Átalo de Pérgamo para conmemorar su victoria sobre los gálatas. Aquí el artista no ahorró un ápice de admiración por las formas humanas aunque sean las de un soldado vencido. Es toda una lección y no solo de escultura. Dicen que cada uno tiene su trasero, pero ante la belleza de este cuerpo moribundo uno no puede dejar de morirse también un poco o recordar poemas sobre guerreros que contemplan su propio fin en una tierra extraña . Sirva el ejemplo de Antonio Colinas:

Canto X

Mientras Virgilio muere en Bríndisi no sabe

que en el norte de Hispania alguien manda grabar

en piedra un verso suyo esperando la muerte.

Éste es un legionario que, en un alba nevada,

ve alzarse un sol de hierro entre los encinares.

Sopla un cierzo que apesta a carne corrompida,

a cuerno requemado, a humeantes escorias

de oro en las que escarban con sus lanzas los bárbaros.

Un silencio más blanco que la nieve, el aliento

helado de las bocas de los caballos muertos,

caen sobre su esqueleto como petrificado.

Oh dioses, qué locura me trajo hasta estos montes

a morir y qué inútil mi escudo y mi espada

contra este amanecer de hogueras y de lobos.

En la villa de Cumas un aroma de azahar

madurará en la boca de una noche azulada

y mis seres queridos pisarán ya la yerba

segada o nadarán en playas con estrellas.

Sueña el sur el soldado y, en el sur, el poeta

sueña un sur más lejano; mas ambos sólo sueñan

en brazos de la muerte la vida que soñaron.

No quiero que me entierren bajo un cielo de lodo,

que estas sierras tan hoscas calcinen mi memoria.

Oh dioses, cómo odio la guerra mientras siento

gotear en la nieve mi sangre enamorada.

Al fin cae la cabeza hacia un lado y sus ojos

se clavan en los ojos de otro herido que escucha:

Grabad sobre mi tumba un verso de Virgilio.

ANTONIO COLINAS. Noche más allá de la noche

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