El pintor Pablo Picasso retratado en sus casa de La Californie en 1957
El pintor Pablo Picasso retratado en sus casa de La Californie en 1957 - René burri

Las ciudades de Pablo Picasso

El pintor malagueño ha recuperadado este año el trono del mercado

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Noventa y dos años dieron de sí a Picasso lo que ni varias vidas al resto de los mortales: creó más de 50.000 obras de arte, tuvo muchas amantes, vivió donde y como quiso y siempre hizo lo que le vino en gana. Son incontables los talleres a los que las musas acudían prestas a visitarlo a lo largo de su prolífica carrera, distribuidos por España, su país de nacimiento, y Francia, su país de adopción, al que se marchó exiliado huyendo del franquismo. Nunca regresó. Es tal la simbiosis entre la vida y la obra picassianas que cada lugar está asociado a una etapa creativa... y a una mujer.

Los primeros paisajes de Picasso se hallan en Málaga, donde nace el 25 de octubre de 1881.

En el número 15 de la plaza de la Merced se halla la Fundación Picasso-Museo Casa Natal. Hoy ocupa todo el edificio donde el pintor vivió sus primeros años. Atesora objetos personales, dibujos, libros ilustrados, cerámicas, litografías... Después nos dirigimos al Museo Picasso, que tiene como sede el Palacio de Buenavista, en pleno corazón de la ciudad. Las donaciones de Christine Ruiz Picasso (nuera del pintor) y su hijo Bernard conforman el núcleo principal de la colección. La pinacoteca ha revitalizado la ciudad.

En 1891, Picasso y toda su familia se trasladaron a La Coruña. Aunque tan solo vivió en esta ciudad hasta abril de 1895, dicen que a ella llegó Pablo y se marchó Picasso. En la ruta picassiana por La Coruña visitamos lugares como el Instituto Eusebio da Garda, donde estudió; la plaza Pontevedra, donde jugaba a las corridas de toros con sus amigos; la calle Real, donde expuso por primera vez (fue en una tienda); la Torre de Hércules, que llamaba «la torre de caramelo»; las playas de Riazor y Orzán; el piso donde vivió en el número 14 de la calle Payo Gómez... La Casa Picasso está abierta al público, aunque no contiene obras originales. En La Coruña pintó sus primeras obras maestras, pero fue un lugar amargo para Picasso. Murió allí su hermana Conchita: está enterrada en el cementerio de San Amaro.

Nuestro siguiente destino: Barcelona, adonde llegó un adolescente Picasso en 1895. Fueron varias las casas donde residió y muchos los talleres donde trabajó, algunos compartidos con otros artistas. A los 17 años ya frecuentaba Els Quatre Gats, templo de la bohemia modernista de la Barcelona de la época, inaugurado en 1897 por Pere Romeu en el número 3 de la calle Montesión. Entre los habituales del lugar, Rusiñol, Casas, Utrillo... Allí se celebraban animadas tertulias y exposiciones. Picasso pintó el menú. Hoy sigue abierto como bar-restaurante.

Por expreso deseo del propio Picasso se creó en la ciudad un museo con su nombre: desde Francia siguió muy de cerca y supervisó el proyecto. Su sede, el Palacio Aguilar, en el número 15 de la calle Montcada. Se inauguró en 1963. Este precioso museo cuenta con una colección de más de 4.000 obras, entre ellas las 921 obras de la etapa infantil y juvenil de Picasso que permanecían en la colección familiar en Barcelona y que fueron donadas a la ciudad.

Antes de seguir los pasos de Picasso por Francia, nos detenemos brevemente en Madrid, donde visitaba el Prado para admirar a sus queridos maestros. Museo del que llegó a ser director honorario. Pero fue el Reina Sofía el que se quedó con la colección estatal del artista. Al frente de ella, el «Guernica», icono del museo, que llegó a España en 1981. También merece una escapada el Museo Picasso-Colección Eugenio Arias en Buitrago del Lozoya, a 74 kilómetros de Madrid. Atesora una pequeña colección de 65 obras, que fueron propiedad de Eugenio Arias, «el barbero de Picasso». Exiliado comunista, se conocieron en Vallauris, donde éste regentaba una peluquería. Artista y barbero fueron amigos durante 26 años, iban juntos a ver corridas de toros y Picasso le regaló muchas obras. Era como un segundo padre para él: fue testigo de su boda. Amortajó a Picasso con una capa española.

Ahora sí ponemos rumbo a Francia, donde son muchos los paisajes de Picasso. Comenzamos en París, adonde Picasso llegó con 19 años en 1900 con ganas de comerse el mundo. Y se lo comió. En 1904 se instala en el taller del Bateau Lavoir, en Montmartre, donde vive con Fernande Olivier y pinta «Las señoritas de Aviñón». Hoy apenas es reconocible aquel mítico lugar donde nació el arte moderno. Ni rastro de la bohemia que le dio fama. Tan solo hordas de turistas. De nuevo cambió de taller, ahora en Montparnasse; también, de musa y amante: Eva Gouel. Si pasan por Montparnasse visiten La Coupole, un lugar frecuentado por los círculos artísticos a comienzos del siglo XX. Aún conserva el encanto de la época, no como el Moulin Rouge y Au Lapin Agile.

Más casas, talleres y musas

Y más casas y más amantes. Picasso se traslada a la rue La Boétie, con Olga, su primera esposa. En el castillo de Boisgeloup, a las afueras de París, trata de olvidar a la bailarina rusa con su nueva conquista, Marie-Thérèse Walter. Hasta que en una casa en la rue des Grands Augustins dio vida a otro icono: el «Guernica», en presencia esta vez de Dora Maar. Pero es el Museo Picasso de París el santo grial de la ciudad. A la muerte del artista en 1973 sus herederos pagaron los impuestos de sucesión con la dación de obras de Picasso. El Estado francés fue el primero en escoger: 203 pinturas, 158 esculturas, 88 cerámicas, 1.500 dibujos, 1.600 grabados... Se sumaron sucesivas donaciones de la familia y adquisiciones. El museo tiene como sede el hermoso Hôtel Salé, en el corazón del Marais, el barrio más efervescente de la capital gala. Ha sido remozado por completo y abrió sus puertas en octubre de 2014.

Tras la II Guerra Mundial Pablo Picasso puso rumbo a la Costa Azul y la Provenza. En Antibes se alza majestuoso el Castillo Grimaldi, que fue utilizado por Picasso como taller en 1946. En 1966 se inauguró como Museo Picasso. Otra localidad muy ligada al genio es Vallauris, adonde llegó en 1948, esta vez acompañado por Françoise Gilot, con quien tuvo dos hijos (Claude y Paloma). Se instalaron en la villa La Galloise. Si quieren emularlos, no se pierdan las playas de Golfe-Juan. Estuvo intermitentemente en Vallauris hasta 1955, cuando se marchó, ya con una nueva mujer a su lado, Jacqueline Roque. A ésta la conoció en el Taller Madoura de cerámica, que regentaban Suzanne y Georges Ramié. Ya no existe. En 1952 pinta dos murales (la Guerra y la Paz) en la capilla románica del castillo de Vallauris, hoy Museo Picasso, en la Plaza de la Liberación. Es emocionante visitar esta pequeña capilla. Picasso donó los murales al Estado francés en 1956 y a la ciudad de Vallauris su escultura «Hombre con cordero», que preside la plaza de la iglesia.

En las colinas de la glamourosa Cannes compró Picasso en 1955 La Californie, una espléndida residencia estilo Belle Époque, rodeada de palmeras, donde vivió con su última esposa, Jacqueline Roque. Por allí pasaron estrellas de Hollywood y célebres fotógrafos que inmortalizaron al genio en su taller: David Douglas Duncan, Brassaï, Lucien Clergue, Edward Quinn... Heredó La Californie su nieta Marina. Dicen que la ha podido vender por 150 millones de euros. Pero, harto de la ruidosa vida de Cannes, en 1961 Picasso decide trasladarse a Mougins, un encantador pueblo repleto de galerías de arte, talleres de artistas y restaurantes de lujo, por donde pasaron Cocteau, Edith Piaf, Jacques Brel, Christian Dior, Yves Saint Laurent... Hoy es un destino turístico de alto standing. En pleno casco histórico se halla el Museo de la Fotografía André Villers, buen amigo de Picasso.

A las afueras del pueblo, junto a la capilla de Notre-Dame-de-Vie, se retiró Picasso con Jacqueline a vivir y trabajar sus últimos años en una antigua masía provenzal llamada como la vecina iglesia. Allí reflexionó sobre la vida y la pintura en sus últimos trabajos y murió el 8 de abril de 1973. Pero está enterrado, junto a su esposa en el castillo de Vauvenargues, que el pintor adquirió en 1958. Este pequeño pueblo se halla en la Provenza francesa, a los pies de la Santa Victoria, la montaña que tanto obsesionó a Cézanne, quien por cierto vivió en Aix-en-Provence (muy recomendable visitar su casa-taller). El castillo de Vauvenargues es hoy propiedad de Catherine Hutin, hija de Jacqueline, quien aceptó abrirlo al público para grupos reducidos y solo durante unas semanas en 2009 y 2010. Junto a la tumba de Picasso, rodeada de cedros, vela su sueño «La dama oferente». Un cartel en la verja de entrada recuerda al público que está prohibido el paso.

Ver los comentarios