Rodrigo Cortés

Y yo qué sé

«Las lenguas bastardean y no siempre devuelven lo que piden prestado. Si la queja es legítima, también es inservible, nadie sabe por qué unos verbos triunfan y otros, perfectos en la teoría, sucumben bajo la bota de expresiones defectuosas»

Rodrigo Cortés

Las lenguas vivas, en oposición a las muertas, están vivas. No como las muertas. No es un término poético, sino biológico: las lenguas trituran, degluten, digieren, se deshacen de las sobras, sobren o no. Las lenguas respiran . Las lenguas se hipotecan. Las lenguas roban. Si el latín es indoeuropeo —que no es ninguna lengua y son mil— contaminado de lenguas, el español es latín vulgar puesto al día por quienes hacían lo que podían con las desinencias. Las lenguas viajan y se fijan en las lenguas, dejan un término en depósito, aprenden otros. Repiten mal los lugares, los reinventan. En eso consiste vivir, en adaptarse al contexto para salir airoso al menos otro día.

No es más civilizado quien, en nueva transliteración del chino, dice Beijing por Pekín, que es a lo que le sonó a un viajero un día, con mucho mérito. Los sitios, que también viven, tienen un nombre en casa y mil fuera, los posibles para quien, con sus propios usos vocales, se apañan con los ajenos a medias. Llamábamos Juanito a Johan Mühlegg cuando ganaba medallas para España hasta que se las hicieron devolver junto con el diminutivo. Está tan fuera de sitio el guardameta que se estira ante cada voz chutada desde el otro lado del seto como quien cree que un sustantivo importado es una estola que ponerse encima de todo, combine o no con nada.

Nosotros decimos fútbol , los ingleses dicen patio . Nosotros decimos cruasán y los franceses, gazpacho . Nosotros, birra ; los italianos, macho (aunque también tengan los suyos, con narices más rectas, mejores gafas). Y así vamos tirando. Poco importa si es por utilidad o papanatismo, aunque importe. No puede evitarse. Las lenguas bastardean y no siempre devuelven lo que piden prestado. Si la queja es legítima, también es inservible, nadie sabe por qué unos verbos triunfan y otros, perfectos en la teoría, sucumben bajo la bota de expresiones defectuosas. No sobrevive el término mejor, ni el más justo, sino el mejor adaptado. Que el tiempo fija. Sólo una regla modera, por discreta, lo inevitable: no inventes palabras nuevas si ya estaban inventadas . Y la escribo a lápiz. Por si acaso.

Rodrigo Cortés es cineasta y escritor

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