Xavier Miserachs, anatomía fotográfica de un instante

La Pedrera recorre toda la obra del fotógrafo barcelonés con una gran antológica

Una de las imágenes más célebres de la serie «Barcelona. Blanco y Negro»: «El piropo», de 1962
David Morán

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En 1954, un jovencísimo y desconocido Xavier Miserachs (1937-1998) apareció de la nada para llevarse el primer premio del Salón Nacional de Fotografía Moderna y, con apenas 17 años, convertirse en el miembro más joven de esa generación de fotógrafos que cambió la manera de mirar (y, sobre todo, de retratar) la realidad de la España de posguerra. La instantánea ganadora, una enigmática fotografía de luces y sombras proyectadas en las baldosas de la estación de metro de plaza Cataluña, no sólo le permitió c odearse con Oriol Maspons, Ramon Masats y Ricard Terré , sino que también le impulsó a abandonar sus estudios de Medicina para dedicarse en cuerpo y alma a un oficio que, en sus propias palabras, surgía de la necesidad de «comunicar, explicar, sugerir, enseñar y mostrar de una manera universalmente comprensible».

Fue así, aferrándose a este credo con la misma fuerza con la que sostenía su pequeña Leica, como se convirtió en uno de los grandes cronistas de la Barcelona de los sesenta y alternó el retrato, la fotografía documental, los encargos editoriales, los reportajes de moda y el fotoperiodismo. «Fue un fotógrafo muy versátil y adaptable que tocó todos los palos» , destaca Laura Terré, comisaria de «Epílogo imprevisto», exposición antológica que, por primera vez, presenta en La Pedrera la obra de Miserachs de una manera global, prestando la misma atención a imágenes icónicas como «El piropo», «El Born» o su retrato de Teresa Gimpera que a sus primeros disparos como «profesional de la intimidad» con imágenes familiares y retratos de Primera Comunión.

A todo color

«Hay iconos muy conocidos, pero también imágenes inéditas que el propio Miserachs había marcado en las hojas de contactos», subraya Terré, quien ha seleccionado 150 fotografías de entre los más de 60.000 negativos que la familia del fotógrafo depositó en el MACBA en 2011 para «darle un sentido contemporáneo» a las imágenes de Miserachs. Especialmente significativa es la recuperación de las fotografías en color que realizó a partir de los años setenta y que habían quedado eclipsadas por series como «Barcelona. Blanco y Negro» o «Costa Brava show». «Parece que cuando empieza a trabajar en color deja de ser importante, pero no es así», apunta la comisaria. De hecho, con el cambio de formato llega también un cambio en la manera de entender la fotografía. «El Miserachs en blanco y negro trabajaba con cámara pequeña, con una movilidad increíble y una gran capacidad para capturar un instante. Con el color, en cambio, lo que encontramos es una composición exacta. Son fotos muy bien pensadas, hechas con teleobjetivo», destaca Terré. A esta época corresponden, por ejemplo, su reportaje sobre la Marcha Verde; sus viajes a Bangkok, Mali, Tokio, Brasil o Leningrado; y una serie de los ochenta con la que quiso documentar los cambios vividos en Barcelona.

Antes de eso, sin embargo, Miserachs ya había retratado a Dalí y a Josep Pla , había recorrido las chabolas del Campo de la Bota, había viajado a las capitales europeas para tomarle el pulso a la juventud del 68 y, sobre todo, se había especializado en renovar la dimensión humana de la fotografía con su célebre serie dedicada a la Barcelona de los años sesenta. Es ahí donde aparece el fotógrafo ágil y veloz que se dedicó a explorar los barrios menos turísticos de la ciudad para disparar más de 7.000 negativos en apenas un par de años y dejó huella en la fotografía callejera con las 400 instantáneas compiladas en «Barcelona. Blanco y Negro», libro publicado en 1964 por la editorial Aymà.

«Lo que diferenciaba de verdad a Miserachs es que era un fotógrafo escritor: se esforzó mucho en explicar todo lo que hacía», señala Terré para remarcar la singularidad de un fotógrafo para el que todos los géneros se resumían en una única máxima: la voluntad del fotógrafo «de dar a sus imágenes la máxima riqueza e intensidad descriptiva».

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