ESPAÑA, CAMISA BLANCA

Valentí Puig: «Comienzas con el guacamole y acabas con Almodóvar»

Periodista, novelista, ensayista y poeta. Las preguntas de esta entrevista son algunos de sus versos

Valentí Puig ABC
Salvador Sostres

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«Gracias a Dios sean dadas por la sabiduría del doctor Johnson y el jardín de villa Médici pintado por Velázquez».

Hay que ser agradecidos aunque vivamos en una sociedad que ha arrumbado las formas de gratitud. Gracias por todo.

Habrías querido sentarte mucho rato en los probadores, cuando ellas buscan la talla idónea de ropa interior.

Regresa la «lingerie» refinada. Es una prueba de civilización contra el taparrabos. El erotismo, cuanto más secreto mejor. Mantiene vivo un cierto sentido de la culpa, fundamental para ser libres.

La vida tiene toda la razón.

La pasión por la vida puede incluso ser noble si no cedemos ante la mediocridad, ese enconado enemigo.

-Un toque de Beefeater en los labios, virtud fugitiva de las cosas.

Beber no puede ser un género monocolor. Cada edad, como cada estación, tiene su mejor trago. Ahora, el «screwdriver»: vodka con zumo de naranja. Por mi edad, ya acampo en las terrazas.

Agosto, ya tan lejos de la infancia y tan cerca del colesterol.

Por eso acabas prefiriendo el otoño, para procurar ser más sabio, más adulto, más benévolo con los errores humanos: menos con las utopías, claro. Aún así, están las piscinas de agosto, la sal del Mediterráneo, las lluvias de estrellas.

«Tutean a los maestros y se ducharon por Pentecostés».

Ahora acaban multándote por cuidar de tu propio jardín. El tuteo, el sincorbatismo, el desodorante que abandona o sonarse con la servilleta dan fe de cómo las viejas costumbres decaen aparatosamente. Hay progresos, sí, pero el progreso es una mitología, un error de la Ilustración. El igualitarismo relativiza todavía más.

Bienaventuradas las naciones que tiensn misiles y hormonas.

Creemos que podemos dejar el Estado en la guardería. Condecoramos a las ONGS y dejamos al ejército sin nuevo armamento. Un país como Dios manda necesita munición, secretos de Estado. No se gobierna acariciando alas de ángel.

Hitler comía con su cocinera vegetariana. Hay un dietética totalitaria.

Es un nuevo fundamentalismo. Ayatollahs de la vitamina C, canónigos de la gasificación, apóstoles del menú sin grasas. Es coactivo. Comienzas coqueteando con el guacamole y acabas masticando la verdulería de Almodóvar.

La cocina de caza tiene estas cosas: disparar antes.

Ahora resulta que los cazadores son monstruos y que por su culpa se derrite el Antártico. Que se lo cuenten a Miguel Delibes. Una liebre «à la royale» al año no puede hacer daño.

Si hoy Churchill nos pidiera sangre, sudor y lágrimas, las piernas nos temblarían demasiado.

Estamos con una generación de líderes post-adolescentes y sin sentido de la Historia, muy contentos de haberse conocido. Qué diferencia con los políticos que articularon la Transición. Un gran país cuenta con el hombre indicado en el momento indicado. Eso fue Churchill, un aventurero con pedigrí. Eso fueron De Gaulle y Adenauer. Sabían decir no y no prometer desorbitadamente. Ahora Gran Bretaña recae en el viejo declive con un «hooligan» como Boris Johnson. Añoraremos a Merkel. Es una cuestión de astucia y a la vez de energía moral.

Enderézate, torso humillado de Europa.

La Unión Europea se fundamenta en la norma pero se olvida de la fuerza. La economía alemana se deprime, parece inarticulable una política migratoria, no se gana peso geoestratégico. A la vez, Europa olvida su poderosa tradición intelectual, que es cristiana y se nutre de la antigua Roma y de la Ilustración. La falta de relato es una crisis aguda de la conciencia europea.

Busca un nosotros para arrimarte: una etnia, una lengua, un país que quiera ser Estado.

Creo en la identidad, en el sentido de pertenencia, en los arraigos. No afectan a la libertad ni a la igualdad. Algo distinto son las políticas identitarias que llevan a una fanatización y al aislacionismo. No es lo mismo el patriotismo que el nacionalismo. Esa fue la meta de la Transición y sigue siéndolo aunque esté en boga denigrarla.

Civilización quería decir que la muerte no es lo contrario del nacimiento.

Civilización significa continuidad, sedimentación de experiencias y formas. ¿No lo estamos olvidando? Civilización es memoria pero no vayamos a confundirlo con el placebo de la memoria histórica. Civilización es respeto por nuestros antepasados y por la grandeza.

Un mundo miedoso no sería la herencia de Karol Wojtyla.

Cierto. Pero hemos caido de nuevo en la tentación del miedo. En Europa tenemos miedo: a una nueva crisis, a la desintegración social, al impacto migratorio, a la desconexión. Eso va más allá de la política y requiere voluntad de ser lúcidos, de ser inteligentes todos los días. Pensar a lo grande, «think big».

Donde sea que caigamos, que no sea infamante, ni cobarde, ni corrupto.

Eso fue pedir demasiado. Somos corruptos porque nos plegamos a lo políticamente correcto y cada día aparece un nuevo capítulo de la historia universal de la infamia. Pero la gente cabal prevalecerá y todavía tienen peso aquellos viejos principios que sustentaron la clase media, hoy tal maltratada.

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