Obituario

Thiago de Mello: Gran cantor del Amazonas

Poeta brasileño, traducido al español, entre otros, por su gran amigo Pablo Neruda, vivió largos años exiliado por su oposición a la dictadura militar, retornando luego a su Amazonas natal, territorio del que fue uno de los principales cantores

Juan Manuel Bonet

El pasado 14 de enero murió, a los 95 años, en Manaus, el poeta Thiago de Mello, uno de los grandes nombres de la modernidad brasileña, y el último superviviente de la generación del 45. Nacido en Barreirrinha y educado en Manaus, en 1942 trasladó su residencia a Rio, donde inició estudios de Medicina que dejaría inconclusos. Su primer poemario, “Silêncio e palavra” (1951), le valió el reconocimiento de Bandeira, Joaquim Cardozo, Drummond, Gilberto Freyre, Cecília Meireles y otros seniors. Un tiempo director de Cultura del ayuntamiento carioca, fue luego agregado cultural en La Paz, y en Santiago de Chile, donde trabó estrecha amistad con Neruda, e hizo una gran labor de difusión con sus “Cadernos de Cultura Brasileira”, uno de los cuales fue el mítico primer fotolibro, “El rectángulo en la mano”, de Sergio Larrain. “Faz oscuro mas eu canto” (1965), donde figuran sus dos composiciones más conocidas, “Madrugada camponense”, y “Estatutos do homem”, es su título más emblemático de su etapa comprometida, vuelto a poner de actualidad el año pasado, en que la Bienal de Sâo Paulo lo eligió como su lema. Título alusivo a una dictadura militar que lo encarcelaría y acabaría empujándolo a un exilio de nueve años, parte de él en Santiago, en el que coincidió con compatriotas como Celso Furtado o el futuro presidente Fernando Henrique Cardoso.

Tras su retorno, en 1977, todavía bajo la dictadura, Thiago de Mello se instaló en su localidad natal, donde uno de los dos artífices de Brasília, Lúcio Costa, cuya madre era de Manaus, le construyó sucesivamente dos casas, la última, y maravillosa, en madera, piedra y paja, sobre pilotes, tapizada de libros, sobre el Andirá, pequeño afluente del Amazonas. En “Amazonas, pátria da água” (1987) contó, mezclando prosa y verso, un viaje realizado en 1953. Comprometido con la causa amazónica, aficionado a los trajes blancos, amigo del amor y de la amistad, su obra es de respiración ancha. Su reino es el de la exuberante floresta: la palmera, la canoa, la hamaca, los pájaros en “el campo azul del cielo”, los peces, la nube, la lluvia… Sus últimos años transcurrieron en Manaus, “verde ciudadela de la convivencia fraterna”.

Visitante frecuente de La Habana, en 1980 la editorial de la revista “Casa de las Américas” sacó una antología de su obra con versiones de, entre otros, Jorge Enrique Adoum, Mario Benedetti, Enrique Lihn o el propio Neruda. Por el mismo lado fue “Aún es tiempo” (1999), editado por la sucursal chilena de Fondo de Cultura. Recordemos, además, en 1996, su también santiaguina antología de poetas brasileños. Otra, de 2014, fue de traducciones de los de la América hispana, entre los cuales, pese al abismo ideológico que los separaba, él tenía claro que el primero era Borges.

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