Literatura

Perdidos en el Tánger de María Dueñas

La autora de 'El tiempo entre costuras' y 'Sira' recorre la ciudad a pie para desvelar algunas de las anécdotas más sorprendentes que se esconden detrás de este escenario, donde se ambienta parte de última novela a finales de los años 40

María Dueñas en el Café Tingis de Tánger Carlos Ruiz

Luis Ybarra Ramírez

El discurso de María Dueñas, in situ, está lleno de contrastes. De un lado, tras los pasos de Sira, sigue esa ciudad perdida en el imaginario colectivo. El Tánger casi ficticio de los años dorados, irreal, ajeno al futuro que le esperaba pasados los 40, cuando la Gran Guerra llegaba a su fin y este enclave acogía a europeos y americanos, a intelectuales refugiados en una especie de pompa ante el desorden . De otro, una urbe que grita con el aliento de mil especias, que toca el claxon y de forma generalizada combina chándal y chanclas. La de ahora, en definitiva, que se viste con todos los vestigios del ayer y permite posibles relecturas, ahondando en las desigualdades históricas. Esa es la que ha recorrido la autora española que más libros ha vendido en la última década junto a un grupo de periodistas con una media sonrisa constante, saltando como una niña de las páginas a los empedrados. Una ruta por algunas de las localizaciones donde se ambienta 'Sira', la novela en la que vuelve a esa joven costurera que fue un éxito de ventas en 2009 y que ahora, tiempo después, llega como madre, más madura, aunque igualmente atractiva, para relacionarse con el mundo del espionaje en un contexto de extravagancia, lujo y seducción. El Londres que despide a Chaves Nogales y rezuma tristeza a causa del conflicto bélico, Jerusalén, Madrid, y, cómo no, Tánger.

Ese Tánger, el suyo, o el que a ella más le apetecía, exótico, inteligente, estrafalario, comienza en el rincón más recogido: el cementerio inglés junto a St. Andrew's Church . «En cada tumba hay una pequeña historia que contar, y aquí hay doscientas sepulturas» , dice, en pie, desde el mismo camposanto. «Una mañana de domingo, paseando por estos jardines, me llevé un obituario de los británicos que yacen aquí y, leyendo en el avión, recuperé una vieja idea: por qué no volvía a este escenario. La única que se censuraba para hacerlo después de 'El tiempo entre costuras' era yo, así que me embarqué en esta nueva historia. Era el momento. Lo decidí ahí».

María Dueñas en Bab El Kasbah Carlos Ruiz

¿Cómo conoció ella Marruecos? Pues a través de la memoria familiar, entre la realidad y el mito. Su abuelo, joven, con amigos, dinero y pocas responsabilidades, trabajaba en el protectorado. Y a la hora de casarse, esos mismos amigos que tanto lo entretenían hubieron de embriagarlo para subirlo a un ferry de regreso a España. No hubo otra forma de sacarlo. «A Córdoba para casarse», sentencia Dueñas, que asegura que este relato, consumado por las malas lenguas, nunca gustó demasiado en casa. Desde entonces, esa población que recibe por norma a ciudadanos del resto del mundo se ha ido perfilando en su cabeza a base de conversaciones. Cuando por primera vez pisó su suelo, ella ya lo conocía.

Antigua casa de Barbara Hutton Carlos Ruiz

Sus remembranzas van y vienen. Camina por la calle y va tornando los ojos entre lo que ve y lo que le contaron, lo que vivió y lo que leyó en las páginas que le han servido de inspiración para recrear con la máxima fidelidad el contexto: «Me gusta saber si la ventana de un hotel daba al mar, qué hotel era, a qué cafés iban, cómo era el menú, el ambiente, la cubertería… Todos esos detalles tienen más importancia que los más conocidos». Llega al zoco grande y se detiene. El de fuera, primero. El chico, después. Y los personajes, a estas alturas, comienzan a deambular entre desconchones y anécdotas. Las paredes lucen heridas por la sal que azota estos palacios que conocieron mejor gloria. En aquella casa, por ejemplo, que en letras árabes anuncia «El paraíso existe. Está aquí, aquí y aquí», vivió Barbara Hutton , quien cobra especial relevancia en su última entrega. «Me fascina esa mujer norteamericana que vive en el exceso, que está dispuesta a todo. No la elegí para esta novela, sino que entró sola. Me la encontré. Como a Eva Perón , quien también tiene una presencia muy especial girando en torno a Sira». La señora Hutton, protagonista de los más variados delirios, quiso ser enterrada en Tánger, pero falleció en EE.UU y allí se quedó, «con 3.000 dólares, dicen, en el banco». Y es que el derroche fue siempre su máxima. ¡Lo que hizo con el Rolls Royce!

Lo del Rolls Royce

La aristócrata estadounidense residía en una zona popular del núcleo urbano, levantando polvaredas con su vehículo para proclamar así desde bien lejos el corazón de la fiesta más sofisticada, donde iban a parar escritores venidos de todas partes del planeta. Pues ese Rolls Royce que conducía, vaya un problema del primer mundo, no cabía por la puerta de Bab El Kasbah , próxima a su palacio, el de Sidi Hosni. Entonces pidió que limaran el monumento , lo que cualquiera habría pensado en tales circunstancias. Ante la negativa, encontró otra solución al problema en la propia casa automovilística. Le construyeron un modelo a su medida. Eso, señores, era el poder. Y del poder, precisamente, habla esta novela. O del empoderamiento de un montón de mujeres pioneras en el hacer y deshacer lo que les vino en gana.

Esta aventura ha ayudado a María Dueñas a reconciliarse con alguien que le cayó mal en algún momento. Se ríe, pero es cierto: «En algunas partes de 'El tiempo entre costuras' no nos llevábamos nada bien Sira y yo , y mira que la he creado yo, pero es cierto que tiene vida propia. ¡Piensa sola! Ahora ha sido madre, ha madurado, es más parecida a la mujer del siglo XXI, por lo que estamos más cerca la una de la otra». ¿La imagina en unos años, ya en la vejez? «Sería una empresaria o similar, no una heroína, sino alguien normal e interesante con quien hablar. Llena de mundo». Habrá que esperar, tal vez, para disfrutar de este personaje en otra coyuntura más cercana al presente.

La autora paseando por el escenario de su novela Carlos Ruiz

Por estas callejuelas, donde estaba la casa de la espía Rosalinda Fox , muy próxima a la ubicación en la que le tomaron a Sira unas fotografías que tal vez la delaten, quién sabe, la ciudad se cierra y se abre en sí. Se pliega entre la memoria y el deseo. El puerto, de luz gaditana, chilla por la superficie del agua para arrancarle los secretos. La tarde cae en los azulejos de la fachada del teatro Cervantes, que data de 1928, y las heridas se dibujan por los cafés Tingis y Central , donde los hombres ven pasar la vida como encerrados en un verso de Manuel Alcántara. El Hotel Minzah es una escultura entre el caos. El ruido de las mezquitas, un tambor de fondo que todo lo cubre en su llamada el rezo. El exceso de creatividad y la fiesta convivieron aquí con la religiosidad y el escapismo de algunos, con el misterio, la locura y la rica excentricidad de los pudientes. María Dueñas lo describe con vértigo en este texto. Y nosotros, ese grupito de periodistas que la atiende, de pronto nos vemos perdidos entre los telones elocuentes del pasado y la realidad de hoy. Literatura, hallazgos y tés se dan cita en este paseo. Que eso es Tánger: un cúmulo de superposiciones. Botellas bajo la chilaba y menús imposibles. Contrastes. El paso de firme una panda de cronistas extraviados en el Tánger de una escritora universal, al que siguen llegando millones de lectores. Tras la huella de Sira. O con la excusa.

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