Marianne Ihlen y Leonard Cohen: el más bello romance maldito jamás filmado

Un documental recrea la historia de amor del artista canadiense con la que fue su mayor musa

Marianne Ihlen y Leonard Cohen, en la isla griega de Hidra, donde se conocieron Babis Mores

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«Escribí esto para Marianne. Espero que esté aquí, quizá esté aquí. Espero que esté aquí. Marianne». La voz cavernosa –y empapada en ácido esa noche– de Leonard Cohen buscaba a Marianne Ihlen entre los cientos de miles de jóvenes que asistían al festival de la isla de Wight. Era la madrugada del 31 de agosto de 1970 y Cohen, ya una estrella, metido en la centrifugadora de drogas, giras y sexo de aquella época, se acordaba por un momento de su musa, de la mujer detrás de algunas de sus mejores creaciones. Es difícil saber de cuántas. Es seguro que fue la razón de «So Long, Marianne» («Hasta pronto, Marianne»), quizá la mejor canción escrita sobre una ruptura , que esa noche Cohen pareció querer cantar al oído de su amante.

La filmación granulada de aquella interpretación es casi lo primero que se ve en «Marianne & Leonard: Words of Love», un documental sobre la pareja, estrenado hace unos días en EE.UU. Casi, porque la primera imagen es la de Marianne, de belleza natural, cegada por la luz del Mediterráneo, con el flequillo liso bamboleando al viento en un velero en las aguas de la isla griega de Hidra. La película disecciona la compleja relación entre ambos , el viaje de dos vidas, desde los sesenta hasta el fallecimiento de los dos, entre el amor y el desamor, la inspiración y la frustración, el éxtasis y la depresión.

Leonard y Marianne se conocieron en Hidra en 1960, cuando la isla era un incipiente nido de «hippies» y creativos. Los dos eran, en cierta manera, fugitivos. Ella, de un marido abusivo en su país, Noruega. Él huía del entorno opresivo, pero también inspirador, de su familia judía en Montreal. Para entonces era un poeta conocido en Canadá y buscaba el paraíso del creador: aislamiento, amor libre y belleza en una isla entonces apartada del mundo.

El documental es de Nick Broomfield , un director que ya demostró en anteriores obras sobre personajes conocidos – Courtney Love y Kurt Cobain , Sarah Palin , Aileen Wuornos – su inclinación por involucrarse en las historias. En el caso de Marianne y Leonard era inevitable. Él también fue amante de la musa de Cohen.

Leonard Cohen y Marianne Ihlen, en un fotograma del documental Aviva Layton

En Hidra, Marianne y Leonard construyeron su utopía de pasión y creación. Eran jóvenes, guapos con insolencia, con la piel quemada por el sol y la sal, entregados a la vida, a las noches de amor libre, poesía, guitarra y aguardiente, felices en una casa de piedra donde se caía la electricidad. Leonard escribía febril –allí acabó una colección de poesía y dos novelas–, tecleando durante días sostenido por el «speed» y por Marianne, que se ocupaba de que comiera algo, convertida en el andamiaje de su creación.

«Se escribía y se hacía el amor», se escucha decir a Marianne en una grabación del documental. «Era absolutamente fabuloso». La película muestra cómo ese amor se desgastó y agrietó con el tiempo –aunque nunca se extinguió–, lastrado por un desequilibrio entre ambos, que Cohen explicaría después: «Cuando tu mujer se convierte en tu propio contenido y tú te conviertes en su contenido, eso es el amor. Y se ve la gran igualdad de ese intercambio, porque si ella es más pequeña que tú, no te llena. Y si tú eres más grande que ella, no la llenas». Marianne pareció siempre servir a Leonard, y el poeta, a su propia creación.

La relación acabó por cambiar cuando Leonard se hizo famoso. Después de años en Hidra, de idas y venidas con Marianne, su carrera despegó, ya metido en la treintena, con las canciones. Judy Collins escuchó su «Suzanne» y lo incorporó a su repertorio. «No sé cantar, no sé tocar», le dijo Cohen, pero ella insistió en subirle a un escenario y ya no se bajó de él.

Marianne Ihlen Nick Broomfield

Cohen zarpó a una vida de conciertos, drogas y sexo insaciable –con una sombra constante de depresión – a la que Marianne nunca llegó a embarcarse, pero que tampoco soltó del todo. Cada vez pasaban menos tiempo juntos. En un momento del documental, Leonard explica en un concierto que antes pasaba la mayor parte del año con Marianne. Después, dos meses al año. Después, dos semanas. «Ahora la veo dos días al año», dice con un humor cargado de tristeza.

«Buena parte de mi vida fue escapar», justifica Leonard. Pero el amor imposible lo explica mejor en dos frases una amiga suya: «Los poetas no son buenos maridos. No puedes poseerlos», dice Aviva Layton , que añade que Cohen «podía amar desde la distancia, hacer sentirse bien a las mujeres, pero no se entregaba. No podía».

Leonard, un personaje genial e imperfecto en el retrato del documental, nunca dejó del todo de lado a su musa. La recordaba, se veían en ocasiones y mantuvieron una correspondencia – parte de ella subastada el mes pasado por Christie's – hasta el final de sus días. Cuando Cohen regresó a los escenarios –motivado por el fraude de su mánager y amante– en 2008, Marianne estaba en primera fila en su concierto en Oslo , cantando la letra de la canción de despedida que le dedicó.

Marianne murió de leucemia en julio de 2016. Cohen le siguió tres meses después . «Estoy detrás de ti, tan cerca que puedo cogerte de la mano», escribió el poeta en su última misiva. «Nunca olvidé tu amor y tu belleza. Lo sabes. No tengo que decir nada más. Buen viaje, vieja amiga. Te veo al final del camino».

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