ESPAÑA, CAMISA BLANCA

José Luis Garci: «La suerte importa más que el talento»

En 1982 ganó el Oscar a la mejor película de habla no inglesa con «Volver a empezar». En 2017 ganó el Mariano de Cavia.

José Luis Garci Maya Balanya
Salvador Sostres

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Tengo que agradecerle a García que mencionara «Volver a empezar» en su entrevista. Me hizo mucha ilusión que además lo hiciera justo a renglón seguido de Manuel Martín Ferrand, a quien tanto quise y admiré.

El señor García está en Guadalmina como usted, puede agradecérselo cualquier día.

Sí, le veo de vez en cuando, corriendo. Hace mucho «footing». Con Manolo hicimos la mili juntos. Él, yo y Forges. En Colmenar Viejo, en 1966.

¿Sufre por si algún día se queda sin talento?

Como no he tenido nunca talento, no sé de qué me hablas. Pero sí, para los genios, quedarse sin talento ha de ser terrible.

Usted es un genio.

Genios son Buñuel y Berlanga.

«Volver a empezar» es una película total.

Genio sale uno cada 40 años. Lee las «Memorias de ultratumba», de Chateaubriand, verás la de tipos «geniales» que aparecen y hoy nadie los recuerda. Hubo una excepción, un fogonazo en Hollywood con Billy Wilder, Hitchcock, Howard Hawks o Fritz Lang. Todos juntos y vecinos, como nuestros escritores del Siglo de Oro. Más que una generación, fue un milagro. Eso no volverá a ocurrir.

Me está escribiendo ahora Luis Enríquez, que sabe que le estoy entrevistando, para pedirme que le recuerde que es usted un genio.

Mi madurez, el día que empecé a vivir tranquilo, fue cuando me atreví a decir en voz alta que me gustaba más Minnelli que Godard y los wésterns que Antonioni. Nunca, gracias a Ford, estuve infectado por el virus de la Nouvelle Vague.

Volvamos al talento.

Yo he tenido suerte. La suerte importa más que el talento. El momento oportuno, el lugar adecuado. La suerte es decisiva en la vida. Mucho más que cualquier otra cosa.

O sea, que el Oscar fue suerte. ¡Por el amor de Dios, Garci!

Yo estaba seguro de que lo íbamos a ganar. Tenía sentada a mi lado a Pilar Miró. Nos habían dado butacas de pasillo. Cuando dijeron el nombre de la película le dije a Pilar: «¿Lo ves?». Nunca más tuve esta sensación en mis sensaciones.

Cavia.

El Oscar y el Cavia son los dos mayores honores de mi vida. Los dos premios que más me han impactado. El Cavia lo gané a la tercera. Me había presentado dos veces sin ninguna suerte. Para recoger el Cavia me vestí con la misma chaqueta y la misma pajarita que la noche del Oscar.

Estrena película.

No pensaba hacerla. Pero cuando murió Alfredo Landa, que hizo «El Crack 1» y «El Crack 2», su viuda Mayte me pidió que cerrara la trilogía. Al cabo de un tiempo, también me insistió Ainhoa, la hija de ambos, aquí en Puerto Banús.

«El Crack Cero».

Es el primer Crack, el cómo empezó todo. El Crack de Landa empieza en 1980. «El Crack Cero», en 1975. Es una B-Noir movie, una película como en los años 40, rodada en poco tiempo y con el presupuesto justo.

Blanco y negro.

Cine analógico, como yo. Sin grúas ni drones, en blanco y negro. Homenaje al cine clásico que nunca he olvidado. He tenido la suerte de encontrar a unos colegas jóvenes estupendos que han trabajado muy bien.

Territorio B, dice.

Territorio B, el Madrid de 1975, hemos cambiado mucho: no había móviles, los coches sonaban a lata y los ejecutivos llevaban Samsonites y no mochilas. Estoy entre dos siglos: entre las cartillas de racionamiento y la inminente llegada de los alienígenas, que nos comerán a todos.

¿Se lo ha pasado bien?

¿En el rodaje? No he tenido tiempo de agotarme, no he necesitado el segundo aire que hace falta para acabar las grandes producciones.

El cine y usted.

El cine me marcó desde pequeño. Yo crecí en lo que yo llamo el «pop renacimiento» porque a mis padres les gustaba todo, «Las Meninas» y Di Stéfano, Vermeer y el boxeo. El arte es mi medicina. Los museos son mis hospitales.

Director.

El cine ha sido para mí una vida de repuesto pero nunca pensé que sería director: fue José María González-Sinde, el padre de la ministra, muy amigo mío, el que me dijo: «Yo creo que tú eres director». Y empecé con un documental sobre una tarde de fútbol.

La escuela.

Yo nunca fui a la escuela de cine. Paseando por el decorado es como se te ocurren las cosas. Procuro ser generoso con los actores. Estoy muy agradecido a la radio por cómo los grandes maestros hablaban y colocaban la frase, por el color de sus voces.

Ferran Adrià fue siempre genial y austero. Huyó del circo. Sólo lo estrictamente necesario. ¿En el cine de hoy sobran efectos especiales, circo?

Va por generaciones y hasta por géneros. El arte de la sugerencia, de la sutileza, de toque Lubitsch, es el que encarnaba El Bulli: era elegante y además muy divertido. Es decir, E+D.

Su restaurante.

Le Dome, en Sunset Boulevard. Ya no existe. Lo reservaba la Academia para dar la bienvenida a los directores extranjeros. No era ni bueno ni malo. Pero allí conocí a Billy Wilder y Robert Wise.

Un amor.

El último.

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