Fredy Massad

Ieoh Ming Pei, el punto final de la arquitectura moderna

Su longevidad le hizo no sólo ser una pieza esencial de la modernidad sino que le otorgó también la posibilidad de transitar por un cierto eclecticismo (no posmoderno) y, finalmente, sumarse en los últimos años al movimiento globalizante que comenzó tras la Caída del Muro de Berlín

Fredy Massad

La muerte de Ieoh Ming Pei a los 102 años supone, de alguna manera, el punto final de la arquitectura moderna. Su longevidad le hizo no sólo ser una pieza esencial de la modernidad sino que le otorgó también la posibilidad de transitar por un cierto eclecticismo (no posmoderno) y, finalmente, sumarse en los últimos años al movimiento globalizante que comenzó tras la caída del Muro de Berlín y diseñar edificios como el fallido Museo de Arte Islámico (Qatar), fastuosamente inaugurado en 2008; o el parque empresarial World Trade Center en Barcelona en 1999, fruto de la avidez que empujó a las ciudades a hacer acopio de edificios firmados por estrellas internacionales.

La obra que legará sin duda su nombre a la posteridad es la Pirámide del Louvre (1989), encargo que le fue asignado directamente por François Mitterrand y que sin duda le convirtió en un arquitecto internacionalmente reconocido, aunque ya se le había otorgado el Pritzker en 1983 por contar en su haber con edificios de mayor interés arquitectónico tales como la Biblioteca John Fitzgerald Kennedy (finalizada en 1979 y encargo de Jackie Kennedy para homenajear al fallecido presidente) o la Torre John Hancock (1973), ambos en Boston. Esta última, descrita por el crítico William J. R. Curtis como «espectacular en su silueta y audaz en su articulación» es representativa del purismo característico del mejor Estilo Internacional. Destacan asimismo el Mesa Laboratory (1961), la Embajada de EE.UU. en Montevideo (1969), así como sus planes urbanísticos para Montreal y Denver, conjugando rascacielos y espacios públicos.

Nacido en China, Pei desarrolló la mayor parte de su carrera en los EE.UU. y recibió la influencia tanto de Frank Lloyd Wright como de los arquitectos europeos allí exiliados, principalmente de Walter Gropius y Marcel Breuer, que fueron sus docentes en la Graduate School of Design de Harvard.

Su extensa producción a veces ha incurrido en un eclecticismo que se fue adaptando a las modas imperantes, como ponen de manifiesto el Dallas City Hall (1977), el Salón de la Fama del Rock & Roll en Ohio (1995) o la sede de la Embajada de China en Washington (2006).

Aunque siempre tuvo presentes sus orígenes, Pei se consideraba esencialmente un arquitecto occidental. En sus últimos años, regresó a su país para construir la torre de la sede del Banco de China en Hong Kong (culminada en 1992 y la primera torre construida fuera de EE.UU. que en aquel momento superaba los mil pies de altura) o el Centro Científico de Macao (2009).

El legado de I. M. Pei es vasto y abundante en obras significativas para la historia de la arquitectura contemporánea. Ni algunos de sus cuestionables edificios de los últimos años pueden empañar el claro valor de los mejores de su trayectoria y que encarnan la vieja figura del gran arquitecto, prestigioso por su conocimiento y rigor.

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