V Centenario de la vuelta al mundo: comienza la aventura 500 años después

Arranca el viaje del barco que emulará el realizado por Fernando de Magallanes y Juan Sebastián Elcano

Una réplica de la nao Victoria, de Fernando de Magallanes, este viernes en la costa de Sanlúcar de Barrameda Afp

Efe

La sonrisa de Pepe Sola , el capitán del Pros, habla por sí misma. «Ya no hay marcha atrás», dice al timón antes de soltar amarras. Detrás, en el pantalán, se oye una habanera entonada por las decenas de personas que han ido a despedir al velero antes de su vuelta al mundo: «Empezamos la aventura» .

En Sanlúcar de Barrameda, de donde hace exactamente 500 años zarpó una escuadra de cinco naos para comprobar si el mundo era redondo, este viernes Pepe y su tripulación enfilan el mismo rumbo después de besos, abrazos, vivas y hurras.

El barco que emulará puerto por puerto la aventura que el 20 de septiembre de 1519 comenzó Fernando de Magallanes y acabó tres años después Juan Sebastián Elcano ya navega hacia Tenerife, su primera etapa, tras despedirse de amigos, curiosos y futuros marinos en Chipiona y Sanlúcar.

800 huevos y 10.000 servilletas

Lo hace repleto de ganas, ilusión, expectativas y unos cuantos regalos de lo más inesperado. Cientos de bolsas de picos, 500 litros de aceite de oliva, 800 huevos , decenas de botes de aceitunas, 10.000 servilletas del V centenario, 16 botellas de ginebra (una por cada puerto principal de recale), un CD de habaneras, 300 gorras y otras tantas camisetas.

Son los obsequios que un día antes de zarpar fueron llegando al barco de manos de esponsores espontáneos, para cierto estrés de Amancio , el encargado de encontrar un hueco a tanta caja en los rincones del velero.

«¿Qué hacemos con 10.000 servilletas?», se pregunta Amancio. Los huevos, por falta de bocas a bordo, han acabado en manos de las Clarisas confiando en la buena ventura de esta donación.

Por el Pros pasó también Dulce, una entusiasta socia de Agnyee que espera compartir aventura con ellos en Asia. Y Peio, que se dice descendiente de uno de los 18 marineros supervivientes -Elcano incluido- que demostraron que la Tierra no era plana al llegar en agosto de 1522 a Sanlúcar desnutridos y haraposos.

Tres años de circunnavegación le esperan también a este velero, engalanado para los actos oficiales con banderas y banderolas que se tendrán que arriar cuando llegue la hora de sacar las velas y apagar el motor, reservado solo para emergencias o situaciones de desesperada calma chicha.

El Pros ha navegado este viernes sus primeras millas de Chipiona a aguas de Sanlúcar , donde sus 21 metros de eslora se han llenado de tripulantes para asistir al homenaje de la fragata Victoria a los fallecidos en las naos que hace 500 años partieron sabiendo que probablemente no volverían.

Casi un centenar de veleros, motoras y hasta canoas y ferris han luchado por un puesto lo más cerca posible de la corona de flores que el almirante ha dejado caer al mar. «¡Agua, agua!» , se gritaban unos a otros entre bocinas, himnos y aplausos.

Lágrima furtiva

Luego, en Sanlúcar, más aplausos, pero esta vez dedicados a los del Pros antes de partir. Alguna lágrima furtiva, un «adiós con el corazón» y avante por la desembocadura del Guadalquivir , dejando en la popa la réplica de la nao Victoria de Elcano.

Y entonces ha llegado la calma. A bordo, con unos seis días de travesía y 700 millas por delante , han quedado solo siete: seis que serán capitanes en alguna de las etapas y esta periodista, la única mujer.

«Antes de partir, el jefe determinó que toda la tripulación se confesase, prohibiendo en absoluto que se embarcase mujer alguna en la escuadra». El jefe era Magallanes y la pluma, Antonio Pigaffeta , el cronista que relató esa primera vuelta al mundo del siglo XVI.

En el XXI sí irán algunas, como África, Silvia o Dulce . O Lola, que cuenta con orgullo que fue la tercera mujer en obtener una licenciatura en Navales. «Ahora ya casi son la mitad».

Porque mucho ha cambiado desde entonces. Tanto que para rodear la Tierra por mar ya no hace falta depender de vientos portantes que empujen las velas, ni de decenas de tripulantes que las manejen. Tampoco hay que comunicarse a base de encender faroles ni arriesgarse a sufrir escorbuto por falta de vitaminas.

Gracias a eso Pepe y su gente han podido organizar esta vuelta al globo para amantes de la historia y «soportar» durante meses la ilusión de embarcarse hacia a un mundo conocido con mucho por descubrir.

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