El aventurero y espadachín Diego Duque de Estrada no mintió sobre su nacimiento

Hallan la partida de bautismo de este soldado toledano del siglo XVI que relató sus azares y hazañas en sus «Comentarios del desengañado de sí mismo»

La partida de bautismo hallada en la parroquia toledana de San Andrés Pablo González Collado

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De la extraordinaria vida de Diego Duque de Estrada que el propio espadachín del Siglo de Oro relató en sus « Comentarios del desengañado de sí mismo », con aventuras tan increíbles que se han creído en gran parte fantasiosas, hay un dato que sí tiene visos de ser verdad. El investigador toledano Pablo González Collado , miembro de la Asociación Cultural de Esgrima Antigua de Toledo (ACEAT), ha hallado en el archivo de la parroquia de San Andrés una partida de bautismo que cree que se refiere a este soldado y escritor nacido en Toledo en 1589.

Duque de Estrada reveló en su libro que había sido bautizado en dicha iglesia toledana unos días después de su nacimiento, el 15 de agosto de 1589. Con estos datos y con ayuda del párroco José Ángel Jiménez Frutos, González Collado consultó el archivo de San Andrés y encontró una partida de bautismo de fecha 24 de agosto que, según explica el investigador , «encaja bastante» con el personaje. El bautizado se llama Justo (Iuste), tal y como Duque de Estrada dice en sus memorias (le cambiaron el nombre por Diego más adelante durante el sacramento de la confirmación), y también coinciden los nombres de sus padres, Juan e Isabel.

«Todo esto ancla a la realidad y va a favor de la veracidad de D. Diego», considera este miembro de la ACEAT, cuyo sobrenombre oficioso es «Sala de Esgrima Histórica de Toledo D. Diego Duque de Estrada». Sin embargo, admite que « no hay ni rastro del apellido (Duque de Estrada) ni en el padre ni en la madre». Él aparece como Juan Gómez de Santa Úrsula y ella como Isabel de Huerta. Lo que le lleva a González Collado a pensar: « ¿inventó sus apellidos para engrandecer el relato? ».

No resulta difícil de creer sobre este personaje que, según resume este investigador, «fue un espadachín de espíritu aventurero, duelista, soldado, asesino, amante, castellano de fortaleza, condenado a muerte, prisionero de guerra, fugado de prisión, autor de comedias, poeta, literato y finalmente monje».

Mil vidas en una

Huérfano a los tres años, su vida es una relación vertiginosa de sucesos y hazañas que le llevan a asesinar a su novia y a su mejor amigo, a batirse con famosos matones andaluces, a recorrer como soldado las costas de Berbería y a ser capturado por los corsarios y puesto en libertad por un antiguo esclavo de su abuelo. A ser condenado a muerte en Toledo y posteriormente indultado por el Duque de Lerma. A escapar de prisión con ayuda de una monja que se enamora de él. A ser testigo de un milagro y, tras embarcar hacia Italia, estar presente en todos los escenarios de las guerras europeas de su tiempo y en todos los enfrentamientos mediterráneos con el turco, protagonizando llamativas hazañas heroicas. «En esa vorágine de imposible resumen» de su historia, que reseña la Real Academia de la Historia en su perfil, desempeña múltiples papeles y encargos , como el de privado del príncipe de Transilvania, castellano de una fortaleza en Bohemia, miembro de la Orden de San Juan de Dios en Cerdeña, maestro de lengua española, corsario, experto militar o poeta y dramaturgo.

«Nada tiene de extraño que el primer editor de esta obra, el erudito Pascual de Gayangos, dudara de la autenticidad del relato», señala el catedrático de Literatura Ignacio Arellano antes de subrayar que «parece indiscutible» que «algo se inventa Diego», aunque « buena parte del efecto maravilloso procede de su técnica literaria más que de la invención de hechos imaginados».

El filósofo e historiador Benedetto Croce comprobó algunos datos sobre su vida como, por ejemplo, que estuvo alistado en el ejército del conde de Lemos o que hizo su noviciado en la Orden de San Juan. La partida de bautismo hallada ahora en la parroquia de San Andrés avalaría un dato más de la biografía de este «toledano de leyenda» , en palabras del historiador Manuel Palencia, que Arturo Pérez Reverte hace coincidir con el capitán Alatriste. Según la traducción realizada por González Collado reza así:

«En veinticuatro de agosto de mil quinientos ochenta y nueve años, yo, el licenciado Francisco Alfonso de Rioja, cura en propiedad de San Andrés de Toledo. Bauticé a Justo, hijo de Juan Gómez de Santa Úrsula y de su mujer Isabel de Huerta. Fueron padrino, Luis de Santa Úrsula y testigos Diego Lanchares sacristán y Bernabé Sánchez. Advirtióse al leal padrino el parentesco».

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