ARTURO PÉREZ-REVERTE

«Los demás podéis iros a hacer puñetas», la hilarante opinión de Pérez-Reverte acerca de compartir platos

El escritor en su columna del XL Semanal que prefiere comer a solas mientras lee libros, periódicos o el «Hola»

El escritor Arturo Pérez-Reverte VANESSA GÓMEZ

ABC

El escritor Arturo Pérez-Reverte confiesa esta semana en su columna dominical del suplemento XL Semanal que no es un gran aficionado a la comida y que «me gusta despacharla a solas» y «sin darle conversación a nadie»: «Y eso incluye los restaurantes continúa-: sentarte a una mesa tranquila, abrir un libro y comer a tu aire mientras lees El diamante de Moonfleet, por ejemplo. O El prisionero de Zenda (...) Comer sin Dios ni amo».

El académico reconoce también que es poco amigo de las sobremesas y que, cuando tienen lugar en la suya, no tiene remilgos cuando «a las dos de la madrugada me entra sueño, hay confianza de sobra para decir "a la calle, cabrones, que os llamo un taxi" , y todos, con Edu, Gistau, Raúl, Juan Eslava y las legítimas, cuando vienen, se levantan y se largan sin protestar ni enfadarse

A partir de aquí el autor, detalla «in crescendo» las costumbres culinarias con las que le «llevan los diablos» comenzando por la de compartir platos: «Cuando alguien sugiere el picoteo común –el pintor de batallas Ferrer Dalmau es muy de eso–, me pongo en plan Scrooge gruñón y digo "yo no comparto nada, lo mío lo pido para mí". Entonces siempre hay alguien que me mira extrañado y pregunta: "¿Y los demás?". A lo que suelo responder: "Los demás podéis iros a hacer puñetas"».

Un escalón por encima está la chorrada de «prueba de lo mío, que está buenísimo». Que muchas veces, va a más. «Sin contar los que, no contentos con eso, y sin que los disuadan tus negativas reiteradas, tu reticencia manifiesta ni tus miradas entre furibundas y criminales , tienen los santos huevos de meter el tenedor en tu plato y pinchar algo. «A ver, déjame ver qué tal está lo tuyo», dicen. Los grandísimos cantamañanas », relata Pérez-Reverte, para a continuación detallar un caso extremo: el de la maldita cola de cigala que acabó con su camisa impoluta [ Lea completa aquí la divertida anécdota].

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