El momentazo de la chirigota del Sheriff en la playa de La Caleta: «¡Qué bonito chiquillo!»
Loquito por verte a mi vera
En Cádiz, cuando la temperatura aprieta, siempre queda el consuelo del mar, la sombra de una sombrilla… y la certeza de que en cualquier esquina puede sonar un pasodoble
Ni el calor sofocante ni la caída de la noche pudieron frenar al espíritu carnavalero que late en cada rincón de Cádiz. Este fin de semana, la playa de La Caleta fue testigo de una escena tan gaditana como refrescante: Juan Manuel Braza 'El Sheriff' entonando, refrigerio en mano, el mítico pasodoble 'Loquito por verte a mi vera' junto a un grupo de amigos.
La estampa no podía ser más playera: sillas plegables, toallas, neveritas bien surtidas y un círculo improvisado de carnaval bajo la brisa del mar. El Sheriff, de pie, dio el «do de pecho» con ese pasodoble que se ha convertido en todo un himno de la chirigota Los Valientes.
La Caleta
Tras varios días de ola de calor extrema, muchos gaditanos han encontrado en la playa su mejor refugio. Y La Caleta, con su encanto de barrio y su aire de postal, se transformó por unas horas en un tablao espontáneo donde lo mismo se aplaudía un pasodoble que se compartía un buen picoteo de nevera.
El público improvisado disfrutó del momento y compartió, con más o menos afinación, este piropo a Cádiz que no solo habla de una mujer gaditana que quita el sentido, sino que es también un canto de amor a la ciudad. Y en pleno agosto, nada podía sonar más auténtico que eso: el amor por Cádiz, a ritmo de copla y con los pies en la arena.
Loquito por verte
Con una melodía pegadiza y una letra que combina la exaltación de la tierra con el lenguaje del amor romántico, 'Loquito por verte a mi vera' ha traspasado los límites del concurso del Falla para convertirse en uno de los grandes clásicos del Carnaval. Versionado, coreado y cantado en mil contextos, ahora suma un capítulo más a su historia: una noche de verano en La Caleta, con el Sheriff como maestro de ceremonias.
Porque en Cádiz, cuando la temperatura aprieta, siempre queda el consuelo del mar, la sombra de una sombrilla… y la certeza de que en cualquier esquina (o en cualquier playa) puede sonar un pasodoble de carnaval.
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