FUERZAS ARMADAS

La mejor retaguardia de los infantes de Marina desplegados en Malí

Hablamos con las familias de cinco militares del Tercio de Armada que pasarán los próximos seis meses en la misión de la UE en el país africano

El sargento Movellán, el soldado Gutiérrez y el capitán Páramo con sus parejas e hijos. Antonio Vázquez

Verónica Sánchez

Son un pilar fundamenta l para sus parejas y lo saben. Tranquilas, seguras y orgullosas de los hombres con los que comparten sus vidas. Son conscientes de que su trabajo conlleva, a veces, desplegar en el exterior.

Marta, Anabel, María, Milagros y Ana son las parejas de cinco infantes de Marina del Tercio de Armada (TEAR) de San Fernando que este lunes 20 de mayo dicen adiós hasta dentro de seis meses. Ellos se marchan a Malí como parte de la Fuerza Expedicionaria de Infantería de Marina (FIMAR EUTM-MALI XIV) , compuesta por dos secciones pertenecientes al Segundo Batallón de Desembarco del TEAR. Sesenta militares que se integrarán en la misión de la Unión Europea EUTM-Mali y cuya labor será proteger a los instructores del ejército maliense. Ellas se quedarán aquí, al frente de la casa y de la familia, luchando cada día por ser la mejor de las retaguardias.

Para algunas, como Anabel , la pareja del sargento Roberto García Movellán, o Marta , la del soldado Alberto Gutiérrez, esta es la primera vez que se separarán de ellos. Otras, como María , la esposa del capitán Diego Páramo, Milagros , la del cabo Miguel Ángel Rivero, o Ana , la del teniente Sanromán, ya son veteranas.

«Poco a poco hemos estado asimilando que se va y gracias a las nuevas tecnologías no será tan difícil», dice María, con el pequeño Luis, de dos meses, en brazos. Este tiempo se irá a casa de su madre, «con un bebé tan pequeño la ayuda viene bien, con la familia es más llevadero. Aprovecho para estar con ellos y que además disfruten del niño». Marta también se irá a casa de su madre con Daniela, de cuatro meses. «Se quedan solas y la ayuda de las familias es fundamental» , dice el soldado Gutiérrez. Detallan los militares que uno de sus compañeros parte a Malí con un hijo de pocos días pero puntualizan que «es mejor con esta edad, que no se dan cuenta, que un niño más mayor». Es el caso del cabo Rivero, que se separa de sus tres hijos de 16, 11 y siete años, y del teniente Sanromán, que deja en Cádiz a su niña de 11 años y a su niño de tres.

«Se hace más difícil no por mí, sino por él, porque se va a perder seis meses de las primeras cosas del niño», declara María. Ellos, los hijos , son el desvelo de sus padres. «Al principio están bien pero a medida que van pasando los meses preguntan cuánto queda y le echan más de menos», explica Milagros.

Orgullo y algo de miedo

«Llevamos seis meses preparándonos y ellas también», dicen los infantes de Marina. Algunas, como Anabel, prefieren «no pensar mucho» que van a estar medio año sin sus seres queridos. «Cuando llegue, llegó y veré lo que hago», cuenta. «Delante de él procuro estar tranquila y no mencionarle el tema poque es él el que se va. Siempre que quiera contarme algo estaré aquí para ayudarlo», dice serena. «Ellos lo van a pasar peor que porque nosotros tenemos aquí a los familiares. Es su trabajo y es lo que conlleva», declara Milagros. Y Ana apunta «esto es voluntario y es para lo que ellos están preparándose continuamente. Decirle que no vaya me parece muy egoísta y creo que todo el mundo lo comprende».

Todas coinciden en que están muy orgullosas de sus parejas, pero que tienen algo de miedo e inquietud porque, como dice María, Malí «es un lugar donde la situación es complicada» . «Van a aportar un poquito para que ese país vaya mejor, algo que es un beneficio para nosotros en España», apostilla Marta.

Durante estos seis meses se perderán fechas importantes . El capitán Páramo no podrá celebrar con su mujer ni sus cumpleaños ni el aniverario de boda. Marta también pasará su cumpleaños lejos de Alberto. Al igual que la hija mediana del cabo Rivero y los dos del teniente Sanromán. «Pero no pasa nada, cuando vuelvan se celebrará todo lo que se tenga que celebrar», declaran.

La experiencia de las que ya han vivido el tenerse que separar de sus maridos antes «sirve, te lo tomas con más tranquilidad, no con tantos nervios. Por eso, si veo a una mujer de algún compañero que no ha ido nunca de misión intento calmarla, porque es un tiempo que, si no lo has pasado nunca, te asusta», cuenta Ana. Y como la experiencia es un grado, explica, «otra cosa que hago es aprovechar el servicio de paquetería y cada cierto tiempo le mando una caja con productos de aquí para que la comparta con sus compañeros. Eso para ellos es motivo de alegría y de recuerdo».

Durante estos meses la Armada les facilita unos teléfonos y correos electrónicos de contacto por si necesitan algo o tienen que comunicar a los militares alguna noticia. Porque «nosotros podemos llamar al exterior pero ellas desde territorio nacional no pueden telefonearnos», detalla el capitán. Y, además, cuentan con el apoyo de los compañeros, «las familias de los militares somos así, el que se queda está para ayudar al que se va», dice Ana.

Aquí se quedan ellas. Fuertes y en la sombra. Medio año sin el abrazo y el beso de sus parejas. Como dice el soldado Gutiérrez, «allí somos familia y nos cuidamos entre nosotros pero ellas son el mayor apoyo que tenemos».

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