Mamen Cáceres Auxiliar de enfermería en la residencia de Afanas Chiclana

«Espero que tras esta pandemia se nos valore un poco más y no se recorte más en Sanidad»

Las residencias de mayores, que cuentan con un alto porcentaje de mujeres en sus plantillas, han sufrido las consecuencias más duras de la pandemia

Mamen Cáceres, auxiliar de enfermería de la residencia Afanas Chiclana, recibe la vacuna del coronavirus. A. Vázquez

F. M. G.

Mamen Cáceres es auxiliar de enfermería en la residencia para personas con alzheimer Nuestra Señora de la Paz, en Chiclana. El centro de Afanas vivió un brote de coronavirus hace unos meses y sus profesionales, al igual que todos los sanitarios y profesionales esenciales de la provincia, han pasado un año duro en la lucha contra la pandemia. «Estamos en una fase de agotamiento mental. Son turnos muy largos y volvemos a casa pensando en qué vas a encontrar al día siguiente y luego al trabajo de nuevo. Es un agotamiento más mental que físico», plantea.

La residencia de Afanas, sin embargo, ya tiene a todos sus mayores y empleados vacunados desde hace dos semanas. «Primero fue el miedo porque con el desconocimiento, al humano lo primero que le entra es el miedo. Después la aceptación de que es lo que hay. Y la tercera fase es la lucha, estar al pie del cañón, en primera línea. No nos podíamos rendir: por nuestros padres, nuestros abuelos, nuestras familias, nuestros usuarios. Teníamos que sacar toda la artillería pesada», recuerda.

Esta trabajadora recuerda que los ancianos les han dado «toda una lección de vida», sobre todo cuando, pese a no poder salir de sus habitaciones durante el confinamiento, «hemos reído como nunca»: «Nos disfrazamos, hicimos bailes -habitación a habitación- y creamos un vínculo aún más fuerte . En esos momentos simplemente con sacarles una sonrisa nos íbamos satisfechas a nuestras casas».

Cáceres destaca «el papel de la mujer» durante estos meses, sobre todo en su gremio, donde «somos mayoría», aunque recuerda que «no ha cambiado mucho» porque «no hemos estado bien remuneradas tanto en el sector público como en el privado». «Respecto al feminismo a mi no me gustan las etiquetas porque con ellas nunca llegaremos a la igualdad. Es una palabra que no me gusta y que no debería de existir. Pero deberíamos enseñar a nuestros hijas a vivir con una independencia económica y que busquen un compañero, no un patrocinador. Y a nuestros hijos todo lo contrario: que busquen una independencia doméstica para que busquen una compañera y no una sirvienta en la casa», explica.

«Espero que tras esta pandemia se nos valore un poco más y que los gobiernos, sean del color que sea, no recorten más en Sanidad para que no nos volvamos a ver en esta», concluye esta profesional.

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