Guerra en Ucrania

«Tengo la sensación de haber salvado tres vidas»

Encarna y Pedro acogen desde hace un mes en su casa de Chiclana a una familia ucraniana

Álvaro Mogollo

Dice el refrán que donde comen dos, lo pueden hacer tres. Ese lema lo toman como suyo, e incluso lo multiplican, Encarna Braza y Pedro José Del Río, vecinos de Chiclana que desde el pasado 17 de marzo dan cobijo en su casa a una familia de Járkov que llegó a tierras gaditanas escapando del horror de las bombas.

Cuando vieron la situación que se vivía en Ucrania, Pedro, carpintero de profesión, se puso en contacto con la asociación Familias Solidarias para ofrecer su casa como lugar de acogida para quien lo necesitase. Y así es como se labró la llegada de Ira, de 35 años, junto a Dimas y Crystina , sus hijos de 7 y 2 años.

Desde entonces, junto a los pequeños del matrimonio gaditano, de 10 y 2 años, conforman un núcleo de convivencia de siete personas . Esta circunstancia no supone un problema, más bien al contrario: «Estoy muy feliz. Ahora somos más en casa pero todos estamos bien . La madre es muy agradable y me ayuda mucho, el niño es muy noble y la pequeña es un trasto, como mi chico. Ahí hemos juntado a dos bichos que nos dan mucha alegría», cuenta Encarna.

Tienen un cuarto propio en el que duermen los tres juntos y la familia de acogida, con la llegada del buen tiempo, planea habilitarles una zona trasera del chalet para que puedan tener algo más de independencia y privacidad .

De sus nuevos 'familiares', Encarna destaca su capacidad de adaptación: « Se esfuerzan muchísimo y son muy aplicados . Aunque no tenían ni idea de español, leen desde el primer día y lo entienden perfectamente. Además estudian y repasan a diario». En principio, les hablaron de un periodo de estancia de un año, pero están preparados por si esta circunstancia se prolongase en el tiempo, algo que para la familia chiclanera no supone el más mínimo problema mientras eso signique la seguridad de la madre ucraniana y sus hijos.

Dimas va con normalidad al colegio, donde tiene una tablet con traductor para facilitar sus tareas. Además, durante algunas horas de la jornada cuenta con un apoyo personal. Él parece encantado con su clase y según cuentan las madres de sus compañeros, está siendo bien integrado por los demás alumnos . Incluso va a clases extraescolares de baloncesto.

Evidentemente, las circunstancias hacen mella en el ánimo , especialmente en el de Ira, que está muy pendiente de la actualidad de su país. Aunque habitualmente se muestra alegre, tal vez de cara a sus hijos y por la vitalidad que estos le aportan. Su marido, que no puede abandonar el país, está en Ucrania escondido junto a sus padres. Por eso ella recibe información directa de los acontecimientos antes incluso de que aparezcan en la prensa.

La mujer tuvo que abandonar lo que consideraba una vida normal y feliz como florista en Járkov para iniciar un periplo que no sabe cuánto durará. Y la gratitud infinita hacia su familia de acogida se palpa en pudor por saber que ellos también hacen un esfuerzo brindándoles su casa: «Noto que no quieren gastar, se dan las duchas muy rápido», cuenta Encarna.

Ese esfuerzo económico, sin embargo, no pesa lo más mínimo a quienes lo soportan: « Lo que hago es quitarme de cuatro tonterías que ahora no compro . Además tengo mucha ayuda de la familia, que se ha movilizado para conseguir ropa y calzado. Y si le hace falta una tablet a Dimas para estudiar, pues se la compraremos», agrega Encarna, costurera y ama de casa.

«La experiencia, como paz interior, no tiene comparación. Aunque este horror continúa, yo duermo muy tranquila porque yo tengo la sensación de que he salvado tres vidas . Te ocupa tu tiempo y tonterías tuyas, pero se te compensa. A lo mejor estamos algo más apretados económicamente, pero hemos pasado situaciones peores desde el boom inmobiliario. Y lo que reconforta ver a una niña feliz o un chiquillo que se ríe con tu hijo», sentencia.

Ira espera, como es lógico, que el conflicto acabe cuanto antes y tiene la mente puesta en volver a su país cuando eso suceda , aunque es consciente de que posiblemente un regreso con sus hijos no sería idílico dadas las circunstancias. Encarna, a la que acompaña a todos lados, le replica con sorna que se vengan a Cádiz, que aquí se vive muy bien.

A pocos minutos de su nuevo hogar chiclanero se encuentra una cuñada que también huyó de Ucrania con su hijo , lo que hace que asiduamente se vean y compartan tiempo en familia. Incluso duermen bajo el mismo techo alguna que otra noche. La opinión generalizada es que son gente agradable y muy educada.

Y así pasan los días. Guste o no, la vida no espera, sigue su curso. Y más vale agarrarse a las pequeñas alegrías que brinda. Por eso, el pasado viernes celebraron con dicha el cumpleaños del pequeño Dimas , que seguro que echó de menos a alguien cuando sopló las velas. Como regalo, al menos, se lleva una segunda familia para toda la vida.

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