Huelga del Metal en Cádiz

Los radicales se cargan la manifestación pacífica y obrera por el metal en Cádiz

La protesta torna a la violencia de un grupo de manifestantes de estudiantes y convierte la entrada de la capital gaditana en un auténtico campo de batalla

La Policía carga contra los más exaltados cuando pretendían cortar el puente de acceso a la ciudad y comenzaron a hacer barricadas y tirarles piedras y botellas de cristal

Los agentes tiran botes de humo para dispersar a manifestantes radicales. A. Vázquez

M. Almagro

Una manifestación por el Metal pacífica, obrera, por los derechos y las libertades y donde se hablaba de moral, ética y respeto, ha terminado en Cádiz auténticamente rota por todo lo contrario. Eran las doce y media del mediodía. Todo había ido bien, con el caluroso apoyo de unas 1.500 personas (según fuentes de Subdelegación del Gobierno) pero, de repente, la escena se dividió en dos y la violencia tomó de nuevo el protagonismo.

Por un lado, la cabecera de la manifestación, cuya pancarta sujetaban los sindicatos mayoritarios CCOO y UGT, se dirigió hacia la sede de la FEMCA, la patronal, como se había acordado. Por otro, los más violentos se dirigieron a hacer lo que ya sabían que no estaba permitido .

Y así, y a la misma hora, mientras los primeros informaban a todos sobre los objetivos de sus reclamaciones y sobre cómo iban las últimas negociaciones, lo importante. Con un tono firme, crítico pero respetuoso. Los otros, seguían de largo por la Avenida principal de la ciudad con la clara intención de cortar el puente Carranza, el puente de entrada y salida de la capital gaditana.

La situación fue tensándose en la Avenida a la altura de Cortadura. El sindicato de estudiantes que se ha unido en estos últimos días a la protesta se desgañitaba al megáfono arengados (literalmente) por representantes de la confluencia de sindicatos más minoritarios. «¿Qué queréis hacer, cortar el puente?», se escuchaba . «¡Vamos en manos en alto hacia ellos (la Policía). Pasaremos! ¡Asesinos!», les gritaban.

Y en frente, sin moverse, el cordón policial estaba ya preparado. La orden es clara, está dada y se conoce de sobra: No se permite el corte de ninguna de las entradas de la ciudad por la convivencia y las necesidades de todos los ciudadanos . Así lo dejaba más que claro la seria presencia de los agentes en posición formados. En este caso, la UIP. Varios equipos de policías en línea con los furgones a su espalda advertían de que 'eso no'. Replegaban, pero seguían.

Lanzamiento de botellas

Hasta que uno de estos grupos de jóvenes 'enmascarados' separados a unos pocos metros decidió empezar a coger los contenedores de toda esa zona y tirarlos a la altura del pabellón Ciudad de Cádiz a modo de barricada. Y después, sacar de ellos las botellas de cristal para tirárselas a los agentes. También piedras . De gran tamaño. Y entonces, comenzó la carga. Primero, posición, luego salvas y, en proporción a lo que marcaba la situación, pelotas de gomas y gases lacrimógenos, para dispersar a los que habían decidido tomar ese camino que se alejaba ya mucho del principio de la marcha. «¡Asesinos, hijos de puta!», llegaban una y otra vez las provocaciones.

Minutos de caos absoluto. La violencia de los más radicales no cesaba y ya todo se convirtió en carreras hacia arriba y abajo y por plazas aledañas en la principal entrada de la ciudad. El importante despliegue policial se hacía más que evidente.

El helicóptero de la Policía sobrevolaba desde el principio de la marcha la situación, los equipos de la UPR también resistían, cargaban e intentaban controlar el orden público y decenas de personas que hasta ese momento hacían su vida normal se escondían atemorizadas en portales, comercios, bancos... «¿Por qué se han cargado todo?, así no... así no», se lamentaba a LA VOZ uno de los trabajadores del metal. «¡Claro que cada uno puede luchar por su pan pero esto que estamos viendo ahora aquí, no es eso!», explicaba otro mientras también se refugiaba como podía.

La acción continuaba hacia Telegrafía sin Hilos, el entorno del Estadio Carranza, dejando atrás por todas esas calles un reguero de piedras, cristales rotos y contenedores tumbados en medio de la calzada. Los restos de una auténtica batalla campal que se mantenía durante una media hora más en carreras de uno a otro lado por los que se empeñaban en seguir agrediendo, amenazando e insultando . Atrás quedaba ya la marcha multitudinaria por la lucha del Metal.

De momento, y según ha informado a este periódico la Subdelegación del Gobierno de Cádiz, hay una persona detenida y cinco policías heridos.

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