Memorias de un jefe de conserjes: ¿Y si aparece un cadáver en el hotel?

José Aguilar, que empezó con 18 años en el Meliá Don Pepe en Marbella, reúne sus anécdotas en un libro

Aguilar, de 73 años, posa con su libro en Málaga ABC

Romualdo Maestre

«Cuando ocurre una muerte o un suicidio en un hotel, el establecimiento quiere que trascienda lo menos posible y pase cuanto antes todo el papeleo; es un tema delicado y no se le quiere dar publicidad. Una vez un cliente se tiró por un balcón y el director —con toda su buena intención del mundo—, limpió la habitación y dejó todas sus pertenencias en recepción. Cuando llegó el juez para levantar el cadáver le advirtió muy seriamente: “Si vuelve a destruir pruebas le meto en la cárcel la próxima vez. Queremos saber cómo estaba la estancia, si lo había intentado antes de tirarse por la barandilla con otros métodos, si la ropa estaba desordenada, algún papel manuscrito...” El hombre se quedó blanco».

Esta anécdota la cuenta José Aguilar Romero , que con 42 años seguidos trabajando como conserje en hoteles de cuatro y cinco estrellas acumula anécdotas suficientes para escribir una enciclopedia del sector. Él se conforma con dos libros. El primero lo editó Planeta y está agotado. El segundo, «Historias, hoteles y humor», lo acaba de sacar Amazon. «Le puse ese nombre porque las tres palabras empiezan con hache, además parte de los ingresos van destinados a una cuenta del Estado para luchar contra el Covid», apostilla Aguilar.

Portada del libro ABC

Este hombre, a pesar de estar a punto de cumplir 73 años, y llevar jubilado desde los 60, ha sido y es un enamorado de su trabajo . «Me pasa como a los buenos periodistas, que nunca dan por terminado su empleo y continúan con sus blogs o en canales de YouTube publicando», sonríe. Prueba de ello es que viene de reunirse —«a tomar un café y charlar sobre cómo se van a levantar después del Covid»— con el gerente de la Asociación de empresarios hoteleros de la Costa del Sol . José Aguilar Romero entró en 1969, a los 18 años, en el Meliá Don Pepe como ayudante de conserje. Y allí en Marbella encontró su vocación de servicio casi sacerdotal. Porque no es normal que se dedique aún a dar charlas en las escuelas de Hostelería. «Esto es un oficio que se aprende con los años y muchas cosas no vienen en los libros de texto, necesitan pedagogía», explica orgulloso tras haber recopilado sucesos, hechos reales, anécdotas suyas y de sus compañeros «por los más de 400 hoteles que la marca Meliá tiene por todo el mundo».

«En Sevilla un jeque árabe —continúa con otra—, alquiló una planta entera y la gobernanta, que era muy joven y mona, chequeaba la limpieza de tan ilustre huésped. Éste llamó para que subiera a su suite y ella diligentemente iba inspeccionando todo por si había algún fallo. No se explicaba por qué le seguía atentamente con su mirada de forma sonriente , hasta que el traductor de árabe le vino a explicar que quería que se quedara allí con él. Salió a toda prisa nerviosísima al pasillo y allí se dio de bruces con el subdirector, quien después de explicarle el incidente, le espetó, de forma muy educada pero humorística para quitarle hierro al asunto: “Pues te acabas de perder una oportunidad única al quedarte fuera del harén”».

La propina del sueco

Aguilar no se acuerda de que este hacendado hospedado dejara una buena propina, siquiera fuera por el bochorno que le hizo pasar a la muchacha. Pero sí de un sueco que sorprendió a todos. El autor del libro, muy celoso con la protección de datos, cuenta el pecado, pero nunca el pecador: «Cualquiera puede sacar por el contexto el nombre del hotel, pero yo prefiero no darlo». «El sueco pagó en efectivo y le sobraban como unos mil euros de ahora . Enseguida se lo dijimos y apuntó que no, que eran para repartir entre el personal por el servicio recibido», rememora orgulloso José Aguilar.

Suelen dejar una bolsa de viaje de poco valor en la habitación o una prenda, para dar la sensación de que siguen alojados

Pero al igual que hay dadivosos en los hoteles, existen los «jetas». Aguilar los conoce bien. «En los grandes establecimientos es más fácil que pasen desapercibidos. Suelen dejar una bolsa de viaje de poco valor en la habitación o una prenda, para dar la sensación de que siguen alojados, pero se han ido sin pagar. La tarjeta de crédito suele ser falsa o no tiene fondos. Se les denuncia a la Policía, pero tardan bastante tiempo en pillarles porque hay otras prioridades», afirma el escritor. Preguntado sobre si hay mecanismos de defensa para que el timo no sea considerable, responde que sí. «Los profesionales primero se ganan tu confianza, comen fuera de menú, a la carta, y pagan en efectivo . Luego piden que lo carguen todo a la habitación e incluso hacen compras caras en las tiendas del hotel. Pasado un límite, digamos tres mil euros, se le llama la atención y se les conmina a pagar porque ya no se les puede fiar más», desvela quien llegó a jefe de conserjes en hoteles de gran lujo.

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