Pasar el rato

La muerte de Dios

Vuelve la Semana Santa, que nunca se había ido. Pero ahora vuelve a su lugar natural, la calle

Procesión del Rescatado por las calles de Córdoba Rafael Carmona
José Javier Amorós

Esta funcionalidad es sólo para registrados

Pasan los años con su propio ritmo, pero a nosotros nos parece que van demasiado deprisa, y que los hemos desaprovechado casi todos. Eso es por no habernos parado a pensar, mientras se iba el tiempo por el desagüe de nuestra biografía. Hoy duramos más que ayer, pero durar no es vivir. Vivir tiene sus trámites. El primero de todos, vivir sabiendo. A vivir se aprende, como a beber. Y a leer, que también forma parte del arte cotidiano de vivir .

Cada vida necesita un poco de silencio para su propio orden. Para detenerse a pensar en lo que importa, que no es mucho. Para darle vueltas, como se amasa el pan, a unas pocas cosas fundamentales . Suprimir el ruido y quedarse a las puertas del lenguaje, que es con el que se amasa el pan del pensamiento. Llegué a las puertas de la gramática, dice aproximadamente Cervantes , que es por donde se entra a las demás ciencias. Sin palabras no podemos saber por qué vivimos. Sólo con palabras, tampoco.

Vuelve a Córdoba la Semana Santa , que nunca se había ido. Pero ahora vuelve a su lugar natural, la calle. Vuelve con silencio y palabras. Y se calla la calle, tan ruidosa, y todas las noticias desembocan en la misma noticia: la muerte de Dios. La muerte de Dios resume todas las muertes. Cuando uno se pone, que es pocas veces, piensa si fue realmente necesario tanto dolor divino para acabar viviendo bajo la ira de individuos como Putin y su sentido industrial del asesinato. «Los hombres mueren y no son felices», dice el Calígula de Albert Camus . ¿Y para eso murió Dios? Antes de responder a esta pregunta debe hacerse en nuestra vida un silencio apocalíptico como de media hora. Por lo menos. A lo mejor se trata de una pregunta que no tiene respuesta. Porque no es una pregunta, es un desahogo.

Lo sepa o no lo sepa, le guste o no le guste, el hombre va a Dios, sobre todo cuando necesita un culpable. Para eso murió Dios, para psicoanalizarnos. La muerte va a la esencia. Se crea o no se crea, la muerte va a Dios, a lo que queda cuando ya no queda nada. Y por eso escribe uno este artículo, en busca de sentido, no de lectores. «¿Se puede hablar honestamente de otra cosa que de Dios o de uno mismo?», se pregunta el terrible y razonable Cioran. Este artículo se está convirtiendo en una casa de citas, me controlaré. Sucede que ambos argumentos se intercomunican, y hablar de Dios nos lleva a nosotros mismos, y hablar de nosotros mismos termina inevitablemente en Dios. Así le sucedía a Nietzsche , Ecce Homo , que se diferenciaba de Dios en que no fue capaz de resucitar. Por eso sigo leyendo a Nietzsche, pero creo únicamente en Dios.

Vuelve a Córdoba la Semana Santa, y vuelven los cordobeses a su infancia, donde están las palabras que importan. Vuelven todas las madres que han sido en la historia de esta ciudad de ternura a enseñar a sus hijos a sentir . Dios vive en la madre viva y en la madre muerta. En ellas habita la resurrección de la carne, y encuentra sentido la muerte de Dios.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación