Pasar el rato

El teatrillo andaluz

Cuando acabe la campaña no habrá nada que merezca la pena considerar ya que los actores no tenían nada que decir

Hasta el CIS de Tezanos confirma la subida de Moreno, mientras el PSOE se estanca y Ciudadanos se hunde

Juanma Moreno, en su reencuentro con la vaca en Córdoba el pasado 8 de junio EFE/Rafa Alcaide
José Javier Amorós

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La campaña electoral andaluza es un teatrillo de corrala, una sucesión de lugares comunes sin calidad artística. A falta de pensamiento y elocuencia, todos los actores se ríen sin venir a cuento. Todos menos Macarena Olona, la actriz trágica del elenco. La señora Olona, que tiene capacidad retórica, se pone engolada e innecesariamente apocalíptica. Oyéndola, tiene uno la impresión de que en cualquier momento va a interrumpirla un espectador, para decirle lo que aquel joven sosegado al clérigo tronitonante que amenazaba con el castigo eterno a los pecadores: Mire usted, padre, si hay que ir al infierno, se va, pero no nos acojone . Esta campaña electoral andaluza me parece un fracaso de la oratoria política. Como los candidatos no dominan el arte de la palabra , ignoran cuándo hay que callarse. Palabras de más, pensamientos de menos. El buen orador gusta poco de la oratoria de combate, que no es arte, sino pendencia. Sacrifica la estupidez a la calidad. Y lo hace con belleza.

Hay políticos que tienen contenido de diminutivos profesionales, como si la naturaleza no se hubiera esmerado culturalmente con ellos. A Juan Marín le pasa como a Rodríguez Zapatero , que pudiendo haber sido buenos vendedores en la sección de caballeros de unos grandes almacenes, se han dedicado al gobierno de los hombres. En perjuicio de las dos actividades. Moreno Bonilla procura controlarse con la palabra porque se sabe favorito, y no quiere que un exceso de vulgaridad le estropee las encuestas. Pero ahí está la vaca , y las caricias a la vaca, y las cosas irreproducibles que le dijo a la vaca. De Juan Espadas es mejor no escribir, por piedad. También él se ha socorrido de la vaca, pero sin la gracia de la vaca. La vaca me parece la metáfora del bipartidismo. Y si no sigo hablando de la vaca socialdemócrata es porque no quiero crear la apariencia de que tomo partido por unos animales y no por otros. Si las cosas son como parece que van a ser, los ecologistas andaluces se referirán al nuevo ejecutivo exclamando, con toda razón: ¡Este gobierno es la leche!

Cuando el gran aburrimiento que es la campaña electoral andaluza termine, a la mirada del sufrido pueblo no quedará nada que merezca la pena considerar. Porque los actores no tenían nada que decir . Si acaso, media docena de insultos, que no formarán parte de la historia del arte de injuriar. Del pretencioso y sobrevalorado Alfonso Guerra tiene uno registradas tres ocurrencias verdaderamente ingeniosas, que no son pocas, entre un aluvión de obviedades y dichos romos en su larga carrera política. Y Alfonso Guerra pasa por ser el Oscar Wilde del PSOE. El fracaso viene siempre de la cabeza. Un insulto está al alcance de cualquier fortuna mental, pero el dominio del arte de injuriar puede convertirse en una forma de cortesía con el adversario. Llamar al otro «tontopollas», como hizo un socialista andaluz caducado con el bilingüista cordial del PP, es más degradante para el autor que para el destinatario de la ofensa.

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