Pasar el rato

Encierro de mansos

Se ha extendido por España la costumbre de las prohibiciones, a la que también se apunta la Junta de Andalucía

Un camarero barre la zona de terrazas de la Corredera Rafael Carmona
José Javier Amorós

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«Mañana habrá hambre en Roma. El hambre es una calamidad, y detendré la calamidad cuando me plazca». El emperador Calígula, en la pieza trágica escrita por Albert Camus . «Mañana encerraré a los españoles en sus casas. El encierro es una calamidad, y detendré la calamidad cuando me plazca». El emperador Sánchez, en la tragedia actual de España, redactada torpemente por él.

Calígula era tan demócrata como Pedro Sánchez , pero mucho más inteligente. Nombró cónsul a su caballo y le hizo construir un palacio de mármol. Sánchez nombró vicepresidente a Pablo Iglesias , y le puso guardia armada y cabreada en su casa-palacio de Galapagar. Ha resultado más de fiar el caballo de Calígula .

Se trata de dos distintos enfermos políticos, unidos por el mismo trastorno obsesivo compulsivo: mandar. Mandar sin límites, sin controles, sin pudor, sin vergüenza. Ya que no puede haber encierros de toros bravos, porque no puede haber sanfermines, se han sustituido por encierros de pueblo soberano , mucho más manso. Después de un año encerrado, al noble pueblo español puede torearlo sin temor un aprendiz de maletilla.

Y el pueblo, agradecido de que le den unos pases antes de volverlo a encerrar. En las elecciones sigue votando al encerrador, y diputados y senadores lo aplauden en el Parlamento . Y no le besan los pies, como a Calígula, por temor a que los acuse de contagiarlo y tome represalias. Como Calígula.

Se ha extendido por toda España la costumbre de las prohibiciones, y no puede sorprendernos que también la Junta de Andalucía se apunte a la virtuosa medida. En lo que nos afecta, que es en todo, Córdoba queda clausurada hasta el próximo sábado, a partir de las ocho de la tarde. Sólo vida interior.

¿Por qué? Por costumbre. Por la costumbre de prohibir. Para curar a los enfermos, para crear empleo a los sanos, para alegrar la economía y la convivencia son necesarios gobernantes inteligentes que pongan los medios adecuados. Para prohibir basta con aumentar el número de guardias. Menos ministros y más vacunas podría ser el lema de las próximas elecciones generales. ¿Y por qué volvemos en Córdoba a la prohibición a las ocho de la tarde? Por lógica. Por la lógica del que manda. Por lógica, cerrar Córdoba a las 19.30 sería un innecesario exceso de celo, y hacerlo a las 20.30, una irresponsabilidad asesina.

La precisión horaria de los ataques resulta decisiva para combatir al virus. Hasta las ocho de la tarde , Córdoba es una ciudad sin ley, amable y vivible. El virus permanece agazapado en comercios y bares, quizá tomando algo él también. Pero a las ocho, el virus se pone el uniforme de matar, y la tierra de Córdoba tiembla, los montes de Córdoba se desgajan, el río de Córdoba se desborda, y el cielo de Córdoba arroja rayos y truenos sobre una ciudad inocente y confiada.

El virus es inestable de carácter . Puede atacar a partir de las ocho, de las diez, de las doce, quién sabe cuándo. Por eso cambia tanto la hora de cierre. Antes de que los españoles empezaran a morir, el gran desfachatado Fernando Simón descubrió que este virus ataca cuando le conviene al Gobierno. Por lógica.

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