Pasar el rato

Ansiedad perimetral

Uno está confinado perimetralmente en su medianía

La Guardia Civil controla el confinamiento de Añora Valerio Merino
José Javier Amorós

Esta funcionalidad es sólo para registrados

Es una característica del lenguaje político moderno la insistencia en el error. Poco vocabulario, pero usado con ignorante pedantería. Claridad y sencillez quedan lejos del alcance de los tontos gramaticales. La Logse, que impulsó el sobrevalorado Pérez Rubalcaba , llamaba a la pizarra «panel vertical de conocimientos», el recreo era un «segmento de ocio», y para las clases participativas se reservaba la «orientación bidireccional del intercambio dialógico». De esa bisutería ha venido, treinta años después, el « confinamiento perimetral ».

Desde marzo del año pasado, nuestros gobernantes han decidido confinarnos perimetralmente cada cierto tiempo, para que el virus nos tenga respeto. Como el simple confinamiento no les parece suficiente castigo, añaden vulgaridad al dolor . El confinamiento tiene que ser perimetral, cuando todo confinamiento lo es por definición. Confinar es encerrar dentro de unos límites. Por lo tanto, el perímetro ya está incluido en el confinamiento, puesto que perímetro es el contorno, los límites de un terreno. En el sintagma «confinamiento perimetral» sucede lo que anunciaba Voltaire: «El adjetivo es el enemigo del sustantivo». El adjetivo «perimetral» es un colgajo superfluo, que nada añade al mandato gubernativo de quedarse en Córdoba durante los próximos quince días. Puestos a hacer experimentos tontitos con un vocabulario de trescientas palabras, el matrimonio podría definirse como un confinamiento perimetral de lealtades, por el que los cónyuges se prohíben mutuamente salir de caza a otras reservas; y el aula sería un confinamiento perimetral de estudiantes insatisfechos. El idioma español es rico y variado. Con su modo torpe de usarlo, nuestros gobernantes producen confusión y crean conflictos.

Leo en el ABC de Córdoba un reportaje de Rafael A. Aguilar , un periodista al que nada de lo humano parece serle ajeno. Cuenta que el coronavirus ha aumentado en un 25% las consultas por ansiedad y depresión en Córdoba. Y añade las estremecedoras confidencias de una cordobesa de 51 años, a la que su mente convirtió en la peor enemiga de sí misma. Está en rehabilitación psicológica por medio del lenguaje. Si la ansiedad y la depresión se deben al coronaconfinamiento, es que son perimetrales. Trastornos que encierran el alma dentro de sus límites, para que no pueda recibir ninguna idea de aliento y esperanza, ni pueda expulsar de ella la amarga pena de no saber por qué. «Mi vida no tiene sentido, creo que no he sido feliz nunca, y que además la gente huye de mí», dice la cordobesa confidente. «Aquí dentro me asfixio». Supongo que se refiere a su alma y no a su casa, en la que ha conocido la soledad de cinco en compañía. Un psicólogo inteligente le ha recetado la escritura como terapia . Y le está yendo bien. También uno lleva toda la vida curándose de la vida con un bolígrafo. Aunque lo de uno es literatura homeopática: unas gotas de sintaxis disueltas en lo que hubiera podido ser. Uno está confinado perimetralmente en su medianía. Este mismo artículo es un confinamiento perimetral de 37 líneas. Sin saber cómo, he llegado a la última.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación