Ramiro Calle, maestro yogui: «Para el que sabe ver, todo es doloroso»

El instructor de meditación y escritor protagoniza «Shâdaka, la senda del yoga», un documental que constata la degeneración de esta práctica milenaria en un viaje a sus esencias en la India. Aprovechamos para hablar largamente con él de lo humano y lo infrahumano

Calle abrió su centro de meditación hace 50 años, y por él han pasado 500.000 alumnos Isabel Permuy
Javier Villuendas

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Un maestro yogui tiene algo de buen anfitrión, pero para el mundo: sus Ferrero Rocher serían pastillas de sabiduría. Ramiro Calle (1943) nos recibe con un zumo natural de manzana y una expeditiva sonrisa en su hogar del barrio de Salamanca. El salón, decorado con maquinaria espiritual, destaca realmente por su espaciosidad. Hace 50 años abrió el centro Shadak por el que han pasado cientos de miles de personas («celebrities» de todo pelaje incluidas) para aprender esta técnica de perfeccionamiento humano. Ahora, Calle y sus ojitos sagaces saltan a la gran pantalla con «Shâdaka, la senda del yoga» , un documental que contrasta la degeneración imperante de la esencia de esta práctica milenaria a través de un viaje a la India, en donde el yoga, que es patrimonio nacional, tampoco se libra de su cuota de impureza, negocio y tontería. A propósito de todo esto, hemos aprovechado para preguntarle largamente por lo humano y lo infrahumano. Y por su vida.

Lleva desde 1971 enseñando yoga. ¿Qué había antes en este campo en España?

Te diré algo muy curioso a título anecdótico. Damos clase desde mediados de enero de 1971 justo donde estaba la Gestapo . Qué curioso. Es como si limpiáramos metafóricamente el mal karma que esa gente dejó... Aquí antes pocas personas practicaban yoga, pero eran muy serias y rigurosas. Ahora, mucha gente lo practica, pero ¿cómo lo practican? Muchas veces como gimnasia exótica, culto al cuerpo, postureo banal, deporte, etc. Para empezar hay algo bochornoso: ¿cómo puede el INEF dar títulos de profesor de yoga? Está todo tan deslavazado... Se ha desvinculado no solo del camino ascético, sino también del camino espiritual, del mental, del emocional, del autodesarrollo y autoconocimiento. La gente está utilizando bisutería espiritual y no se va a las verdaderas fuentes. La verdadera espiritualidad no tiene nada que ver, afortunadamente, con la religión. Una persona puede ser muy religiosa y nada espiritual.

¿Es el yoga algo ajeno a las creencias?

Hay dos corrientes: el yoga ateo y el yoga creyente. Pero es que el yoga no es una ideología religiosa. A mí me gusta decir que es transteísta, está más allá de la idea de Dios y de no Dios.

Los ateos pueden tener una elevada espiritualidad, entonces.

Mucho más intensa, generalmente. Porque se está más libre de patrones, de modelos, de prejuicios religiosos y de creencias preestablecidas. Siempre decimos que en el yoga nos movemos por experiencias y no por creencias.

Tras 50 años enseñando yoga tradicional, ¿qué le parece la proliferación de centros de hot-yoga, yoga aéreo, el birra yoga…?

Siempre digo por qué le llaman yoga a lo que no es yoga y por qué a lo que es yoga no le llaman yoga. El Bikram , por ejemplo. Hacer yoga a 40 o 42 grados de temperatura es como si nos vamos en agosto a las tres de la tarde a Sevilla a hacer «footing». Los grandes traidores a la verdadera esencia del yoga han sido muchos de los mentores hindúes que llegaron a América para impartirlo, que para mercantilizarlo le fueron despoyendo de su verdadera esencia. Empezó a entrar en 1930 en Estados Unidos. Ya en aquella época había una enorme cantidad de embaucadores y mistagogos. En los 50, 60 y 70 ha sido impresionante lo que yo he venido a denominar la farsa de los gurús, que han degenerado y degradado el verdadero yoga solo por dos razones: realimentar su ego rascacielos y llenar sus arcas. El yoga nace como una técnica de liberación y se ha vuelto un manantial de apegos empezando por el apego al cuerpo y a la estampa del campeón. Esos maestros que llegaron a Estados Unidos hicieron hasta olimpiadas de assanas (posturas). El yoga es todo lo contrario… O el tantra, que aquí se ha degradado al llamado sexo tántrico cuando es una filosofía inmensa. Como mucha gente no tiene la valentía de fornicar sin utilizar pretextos y justificaciones lo utiliza para hacer lo que uno quiere hacer sin… Ya lo dijo D. H. Lawrence : «Hoy los seres humanos fornican como perros». El tantra simplemente es vivir con más consciencia no solo la relación sexual, afectiva, emocional pero luego hay muchísimo más. La sexualidad en el tantra ocupa un 5%. Pero claro, Occidente siempre utiliza todo para aguarlo. No hay nada que justificar sino aceptar el sexo como es. Eso sí, luego hay sexo cutre, con sentimentalismo, amor sin sexo, amor con sexualidad, hay muchos tipos.

¿Por qué nos pone tanto competir?

Es un instinto muy primario que se potencia mucho con el pensamiento humano, mucho más que en el animal. Es para reafirmar mi ego, tengo que mirarte por encima del hombro y ser superior a ti. El yoga, sin embargo, es humildad, tolerancia... Y adogmático, porque es un método aséptico para el desarrollo interior.

¿Se puede vivir en este mundo competitivo sin competir?

Muy fácil. Aplicando lo que dijo Lao-Tse . Haz, haz y haz lo mejor que puedas en todo momento y circunstancia. Pero no te dejes alienar por la acción y, mucho menos, obsesionarte por los resultados. Si tú haces lo mejor que puedas, lo normal es que los resultados vengan por añadidura. Pero si no vienen, nadie puede empujar el río. Lo que pasa es que no valoramos el momento, estamos obsesionados por la meta. Y la meta nunca llega.

¿Cuándo comenzó a interesarle el autoconocimiento?

Siempre fui un niño atormentado, inquieto, queriendo resolver el vacío existencial, queriendo hallar respuestas al por qué de la vida y de la muerte, no me gustaba lo que veía... Desde niño sentía el llamado para completarme a mí mismo y salir del descontento al contento. Por otro lado, mi madre era una gran librepensadora, una mujer muy avanzada a su época. Era poetisa, hija de un poeta famoso de Madrid al que llamaban «El último bohemio», Emilio Carrere , cuya madre era poetisa también... Mi primera gurú fue mi madre. Era una mujer muy inquieta, apasionada por la India, así que todo eso ella me lo fue dando, y luego yo lo fui desarrollando. Ella me dio el «Shiddharta» , de Herman Hesse .

El director del documental, Nicolas Gauthier, dice que la meditación «es para la gente para los que el ser no es tan evidente». ¿Cree que hay personas más proclives a ella?

Toda persona con inquietudes existenciales busca. Es para la gente que no se siente llena y que se da cuenta que está muy bien mejorar calidad de vida externa pero también su calidad de vida interna. No se puede ser realmente dichoso acumulando en el exterior, hay que desarrollar nuestra vivencia de ser, eliminar nuestras tendencias neuróticas, resolver los conflictos internos, las crispaciones... Es un conjunto de cosas que te impiden ser tú mismo. El yoga, más que aprender, es desaprender. Hay que arrojar infinidad de cosas por la borda.

Retrocedamos un momento a lo básico: ¿qué es la meditación?

La definición más directa es la de Buda , como siempre con su enorme sentido pragmático. La meditación es un método para entrenar y desarrollar la mente. ¿Por qué entendemos tan bien que hay que cuidar e higienizar y lavar el cuerpo y, sin embargo, con la mente, que es mucho más útil, no aprendemos a estabilizarla y sanearla? En tanto que la mente no se sanee, todos somos discapacitados psicológicos. Como decía el gran psiquiatra Hubert Benoit , la mente está enferma. La mente parece diseñada para lo negativo y hay que reorganizarla. Eso es la meditación. Para superar viejos modelos de pensamiento que generan dolor propio y ajeno, y para crear actitudes positivas y cooperantes. Quien duda de la meditación es porque no tiene ni idea.

Hay escépticos que plantean dudas deslegitimadoras del tipo: ¿cuándo se sabe si se está meditando bien? O, ¿cómo se distingue el que medita del que está relajado?

Hay una metodología, hay técnicas, hay un arte de aprendizaje, hay una praxis muy seria que viene de hace 7.000 años... Les diría a esas personas que son escépticas y que alimentan lo que yo digo la duda sistemática, que es desertizante, porque dudar está bien pero la duda sistemática es empobrecerse a uno mismo, les diría que investiguen todos los estudios modernos que son a cientos. Acabo de publicar un libro que recoge nada menos que 20 trabajos de médicos de todas las especialidades.

Otro comentario típico sobre los peligros del yoga es que podría llevarte a una suerte de indiferencia o distanciamiento extremo existencial en el que incluso evitarías ayudar a un niño llorando desamparado en la calle porque ya no existe el deseo de ayudar, tampoco el deseo de que avance la medicina, la reducción de la desigualdad… Que es anestesiante, vaya.

Todo lo contrario. A Buda, cuando estaba muriendo, le preguntaron: «¿Y, al final, qué?». «Al final, mente clara y corazón puro», respondió. La meditación lo que hace es ser sanamente sensible. No un sentimental o un sensiblero, no propicia ñoños estados de ánimo.

¿Somos ñoños por naturaleza?

El ser humano tiende por naturaleza a acrecentar mucho sus problemas y, en cambio, disminuir los de los demás. Y qué implacables podemos llegar a ser con los demás y qué indulgentes y autocomplacientes con nosotros mismos.

Isabel Permuy

El documental se inicia cuando casi estuvo a punto de morir por listerioris hace ocho años.

Volví pletórico de Sri Lanka. Siempre que vuelvo de Oriente vuelvo eufórico y con muchas ganas de seguir impartiendo enseñanzas. Pero empecé a sentirme muy mal y llegué a dar las clases de yoga mental medio cayéndome. Fui dos veces al Princesa a urgencias y me dijeron que estaba bien. Pero cuando fui a La Paz casi estaba muerto. Tuve la fortuna de que había un equipo médico fabuloso que empezó a pulsar qué podía ser. Y, al venir de Sri Lanka, empezaron a sospechar si podía ser listeria, pero también había otra alternativa muy contundente de que fuera tuberculosis cerebral. Finalmente, tuve una parada respiratoria y caí en coma, estuve un mes en la UVI y luego un mes en planta. Después, empezó lo que yo llamo «lo hermoso». Porque salí con secuelas. Mi lado izquierdo era mucho más débil que el derecho, perdía el equilibrio, veía doble, tenía accesos de nerviosismo profundo... Y empecé a aplicar mis técnicas, que, de alguna manera, fue para refrendarlas. Entré en la UCI con 23 kilos más que cuando salí. Estuve atado de pies y manos, salí desmusculado. Tardé años en volver a hacer posturas que puede hacer una persona de 70 años en su primer día de clase. Perdí muchas palabras, el francés casi todo, el inglés... fue una debacle. La listeria se te deposita en el tronco del cerebro, es tremendo. Hubo días muy críticos.

Dice que fue un segundo nacimiento y que cambió su percepción de las cosas. Es algo a remarcar porque había trabajado toda su vida el percibir conscientemente pero vivió una mejora de su percepción gracias a este trascendental episodio.

Fue llamativo, sí. Como suelen decir los maestros, fue un koan, un problema que a nivel lógico no puedes resolver. Así que como no puedes resolverlo, tienes que dar un salto de percepción. Cuando volví a la vida se conjugaban en mí dos personalidades, la anterior y la posterior. Esto es muy difícil de explicar. Y entre ellas guerreaban, porque la anterior quería seguir imponiéndome sus esquemas y limitaciones y mi nueva personalidad tenía una manera diferente de ser y de sentir. La enfermedad me hizo llegar a esta conclusión: lo único importante en esta vida es la compasión y la humildad. Todo lo demás es trivial, superficial y banal. Somos tan frágiles... Mi doctora me dijo que hubo un par de días que ella creía que me moría porque estaba mi cuerpo vacío, como una calabaza vacía. Ahí tuve una experiencia de desgajamiento, me salía de mí y estaba en un estado de paz pero melancólica. Hay dos hechos de que yo sabía que me estaba muriendo. Uno que llamaba a Fernando Sánchez Dragó y le decía: «Fernando, sácame de aquí y llévame a morir a las calles de Benarés ». Y el otro cuando llegó una alumna médico y me dijo: «Ramiro, te estás muriendo». Efectivamente, esa alumna fue a verme pero no me dijo eso. Pero yo ya sabía que me estaba muriendo y lo proyecté en sus palabras.

Ese cambio interior vino por un hecho ajeno a usted. ¿Por qué no se puede cambiar aunque se tengan las cosas claras e identificadas?

Lo que hay que hacer es desarrollar la comprensión. Como decía Einstein : «Hay dos mentes: la mente analítica y la intuitiva». La analítica solo lleva hasta un punto, hay que ir a la intuitiva. Y cuando la gente dice «he tocado fondo» es porque ha nacido. Con la mente intuitiva das un salto, a veces, y comprendes lo que a través de la lógica no puedes comprender. Por eso son muy importantes las corrientes del no-saber. Saber no sabiendo. El intelecto es muy limitado porque muchas veces la mente analítica es lavar manchas de tinta con tinta. No sabemos ver.

Irse a dormir es como morir todos los días, pero le solemos tener miedo a la muerte igualmente. ¿Usted le tiene miedo?

Yo no tengo miedo a la muerte. A lo que hay que tener miedo, aunque la ciencia en eso ha avanzado mucho, es al sufrimiento que se genera mental, psicológico y físico ante la muerte. Ya lo dijo Buda: « Ante la muerte, incluso los más intrépidos tiemblan». Sin embargo, su discípulo preferido, Shariputra, que había meditado tanto, dijo: «Voy a recibir la muerte como un jornalero recibe su paga. Me da igual vivir que morir. Estoy totalmente en paz». Pero para llegar a esto se requiere superar el ego. No es solo si encontraremos o no algo después, es que nos aferramos tanto a lo que tenemos que no queremos dejar la familia, el automóvil, nuestro estatus o lo que sea.

Su madre le regaló «Siddharta». ¿Qué lecturas considera clave?

Los cuatro libros clave para la reflexión por las cuatro tradiciones. Los Evangelios , El Dhammapada (budismo), el Bhagavad Gita (hinduismo) y el Tao Te Ching (taoísmo). Luego, hay libros muy estimulantes, como el propio «Shiddharta», y otro libro precioso llamado «Los ojos del hermano eterno» , de Stefan Zweig , que es el canto más bello que se ha hecho a la humildad. Por fortuna un libro puede ser un gran maestro también.

Hablando de escritores, he escuchado alguna vez despreciar a Kafka o Pessoa en el campo del saber vivir, incluso que son fracasos como seres humanos. ¿Qué opina?

Muy injusto. Es como Nietzsche , que era el hombre más atormentado que hay. Pero su propio tormento le habría brechas de lucidez en su mente y en su corazón. La neurosis la tenemos todos, lo que pasa es que algunos podemos compensarla de una manera y otros de otra. Podemos utilizar incluso nuestras más grandes miserias psicológicas para transformarlas, compensarlas, sublimarlas y desarrollarlas en alto grado. No se puede decir eso de Kafka o Cioran o Schopenhauer , aunque a veces tuvieran una visión muy oscura de la vida, porque eso nos da mojones en el camino de la autorealización. Para mí en este mundo solo hay dos razas: la gente de buenos sentimientos y de malos sentimientos. Para estar con gente de malos sentimientos es mejor, como decía Buda, caminar solitario como el elefante. Tenemos que tratar, en la medida de lo posible, de relacionarnos con personas de buenos sentimientos. Siempre digo a mis alumnos que hay mucha más gente buena que mala lo que pasa es que los malos se organizan mejor.

Uno de sus convencimientos es que cuando hacemos daño, nos hacemos daño a nosotros mismos.

Creo tanto en eso que soy un defensor a ultranza de los animales. No soporto las injusticias a los seres humanos, pero tampoco a los animales. Hemos hecho un holocausto tan terrible que sí algún día nos damos cuenta de lo que les hemos hecho a los animales nos volveríamos locos. Fíjate cómo funciona la ley en este sentido. Yo todos los años voy a Donostia y doy una conferencia o dos en el Palacio de Miramar. El año pasado, en agosto, al ir al Monte Ulia pasé por el terreno de Patxi Irazusta y vi el maltrato a unas cabritas en la finca, que viene dándose desde hace años. Vi que se las dejaba días a las cabritas atadas y agonizando. Y llamamos a la Guardia Urbana y luego he seguido denunciando a la Policía, Ayuntamiento, Diputacion, concejales, etc. A día de hoy, este señor Irazustsa sigue haciendo de las suyas y allí nadie ha intervenido. Y esto es extrapolable a todo. Si yo hiero, me hiero. Si un día llegáramos a la perfección de que cuando hieres, te hieres, aunque sea una hormiga, cambiaría totalmente el mundo en el acto. Pero falta benevolencia, indulgencia y compasión.

En sus clases le gusta hablar de su gato, Emile. ¿Le tiene apego?

Tengo apego, un apego sano. Pero sí, le tengo apego. Por lo que representa: inocencia, amor, caridad y... por una cosa que digo siempre: quien más me quiere es mi gato porque no me juzga.

«Vivimos en una época de nihilismo planetario, en donde hay pocas ganas de salir del campo de concentración en el que estamos», dice. ¿En qué se diferencia nuestra época a otras?

No hay diferencias. En cualquier sociedad y en cualquier época siempre ocurre lo mismo. Quizá en sociedades tribales mucho menos porque están más fundidos con la naturaleza y tienen otro sentido más ecológico. No son tan antropocéntricos sino cosmocéntricos, que es muy diferente. Nos hemos vuelto muy egocéntricos. Entonces, en todas las épocas el ser humano ha tenido un problema: la mente tal y como es. Si no cambia la mente, nunca va a cambiar nada. ¿Más políticos, más predicadores, más religiosos? Pero bueno, ¡todo está dicho! Pero nada está hecho. Si el hombre de hace 300.000 mil años levantara la cabeza se quedaría verdaderamente espantado al ver que no hemos avanzado interior y psicológicamente nada. La sociedad no es más que un reflejo de nuestra mente. El divorcio de la naturaleza es un hándicap muy grande. Hay una especie de cansancio psíquico en la gente, una especie de sociedad cansada. Y, fíjate qué paradoja, se dice que esta es la sociedad del bienestar. ¿Pero una sociedad del bienestar donde hay cinco millones de personas con ansiedad, o con depresión o con insomnio?

¿Ha valorado retirarse del mundo?

Muchas veces. Hago retiros periódicos de meditación. Cuando he ido a la India, Sri Lanka, Tailandia,... Y como mi vida es muy apacible, tengo mucho tiempo para mi búsqueda interior. Y si llega un momento en el que ese llamado interno me toma para dejarlo todo, lo haré. Porque no tengo compromisos. Nunca quise tener hijos. Siempre dije desde niño que si fracasaba en el hijo del espíritu tendría el hijo de la carne. Pero como de momento no sé si he fracasado o no, no pienso tener hijos. Quiero dedicarme a mi vida interior y ya hay mucha gente para procrear.

¿Ve algo censurable en los que se retiran? (Esta entrevista se hizo antes del «Galapagargate»)

Hacen muy bien si ese es su llamado. Y no digo una retirada a un monasterio sino unos al campo, otros al pueblo. Otros se van a Oriente. Eso es ser fiel a su yo más genuino. Lo fácil es estar aquí, en el prostíbulo en el que estamos. Lo difícil es salir de esto, que es lo que se llama saltar sobre fuera de la propia sombra. Se puede estar también aquí con un espíritu libre, ácrata sin acrimonia, ser un librepensador, no dejarse dominar por modelos, por viejos patrones... Es lo que se dice ser un charbacra, un rebelde. Te sales de la ortodoxia, de la moral convencional absurda.

Justo como Donald Trump. Es broma.

Me parece un subproducto de la humanidad. Da idea de lo que hablamos. Como dijo Jesús, ciegos dirigiendo a ciegos y todos al abismo. ¿Vemos que los dirigentes se preocupen de los demás? ¿Concilian su propio beneficio con el beneficio ajeno? ¿Tienen ojos dentro de su narcisismo enfermizo para ver las necesidades de los demás? No. Todo el poder es putrescible, hasta para el que entra más puro. Es muy difícil estar en un grupo de poder sobre todo si eres independiente. La definición de secta casa muy bien para los partidos políticos: un grupo de gente que se reúne al lado de un líder carismático ciegamente. No hay peor secta que un partido político. No he votado nunca hasta este último año que he votado a los animalistas. No creo en la política tal como está planteada. Creo en una política humanizada, de corazón, de ternura, de compasión, de que los políticos realmente se batieran el cobre por la gente. Y, lamentablemente, qué vemos en los políticos: nunca se equivocan, tienen un ego desmesurado,...

¿Queda algo del niño atormentado que fue?

No queda nada de ese niño atormentado.

¿Qué consejo le daría a los atormentados de este mundo?

Que valoren, por encima de todo, la paz interior y que pongan todos los medios y condiciones para obtenerla. Porque depende mucho de la actitud. Que prioricen lo esencial en la vida: serenidad, salud mental y emocional, salud física mientras sea posible y óptima relación con las personas queridas y con los demás en la medida de lo posible.

¿Usted por qué no es un gurú?

No soy un gurú porque un gurú es un iluminado. Yo estoy en la senda de la autorrealización arrastrándome, a veces, muy torpemente. Un gurú verdadero es un ser iluminado y cuando uno está iluminado puede, como hizo Buda, pasarse la vida dando su enseñanza o lo que hacen actualmente muchos yoguis en la India, que están en los bosques y en sus casas y no se dan a conocer. ¿Por qué no se dan a conocer? Porque es tal la confusión babélica que hay que no quieren ser equiparados a estos gurús de masas, que son como actores de cine o políticos frustrados, que han sacado su frustración haciendo giras por todo el mundo con un marketing impresionante, apabullante y bochornoso detrás, y conociendo unas cuantas frases pero sin nunca ejemplificar lo que ellos predican.

¿Qué requisitos necesita un maestro verdadero?

Antes que nada, accesibilidad. Y desapego, amor, empatía, experiencia propia para poder transmitirla y enseñanza y métodos genuinos para impartirlos.

¿Qué es la sabiduría?

La sabiduría es ver las cosas como son desde la pureza de la mente. Si en la mente no hay sosiego y claridad, nunca podremos ver las cosas como son. Las veremos siempre de una manera muy personalista, subjetiva y egocéntrica. Y cuando hay egocentrismo hay competencia. Y en la competencia nunca puede haber amor. Por eso no hay amor en las sociedades y por eso no hay amor en el ser humano. Si viéramos las cosas como son, procederíamos en consecuencia. Y nos preguntaríamos: ¿qué estoy haciendo con mi vida? Me daría cuenta si estoy haciendo un feo simulacro de lo que debe ser la vida, si estoy dedicando mi atención a lo melifluo, a lo banal, a lo que no es esencial, a lo intrascendental, a lo superfluo… sin saber priorizar lo importante.

Tienes respuesta para todo?

Queremos conocerlo todo y creemos que podemos conocernos a nosotros como el astrónomo que mira fuera a las estrellas. Hay que conocerse mirándose a uno mismo y hay que hacer un acto de infinita humildación para rendir el ego y que entonces podemos sentir lo que hay más allá. Hay que llegar al sinsentido para llegar al sentido. Hay que fracasar muchas veces para ser un maestro. Pero hay que aprovechar el fracaso. Es lo que dice el tantra. El mismo suelo en el que caes es en el que te tienes que impulsar.

Esta última pregunta es un homenaje a Alfonso Armada. ¿Quién es Ramiro Calle?

(Silencio)

Intencionadamente el silencio. Ramiro Calle es una etiqueta. Esta mente también es una etiqueta, y todo lo que hemos heredado de nuestros ancestros, también nuestros patrones... Si queremos encontrar algo hay que ir más allá de la forma y el nombre. A veces, me dicen: llevas en esto desde siempre, ¿te crees tu papel? Jamás. Nunca me lo he creído. Porque si te crees tu papel es como el actor que se cree el papel que está interpretando. Ramiro Calle es un nombre. Podrían llamarme vaca, embudo... soy como todos nosotros, un primate. Lo que pasa es que nos damos ese pisto por nuestro antropocentrismo. Pero hay primates con buenos sentimientos y primates con malos sentimientos. Aquí recuerdo lo que me dijo Vicente Ferrer : lo único que le pido a Dios es un corazón de carne y sangre y no un corazón de acero. ¿Ramiro Calle en sí qué es? Un rótulo.

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