El Papa pide en Colombia «construir la unidad» y abandonar la «tentación de venganza»

El presidente Santos le agradece su impulso a la reconciliación nacional

Un niño saluda al Papa con un abrazo en presencia de Juan Manuel Santos, presidente del país, y su esposa REUTERS
Juan Vicente Boo

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En su primer discurso en tierras de Colombia , pronunciado el jueves ante el presidente Juan Manuel Santo s y las máximas autoridades del país, el Papa Francisco ha pedido a todos «construir la unidad de la nación» y «huir de toda tentación de venganza y búsqueda de intereses particulares y a corto plazo». En una palabra, les ha invitado a consolidar la paz que está naciendo al cabo de medio siglo de guerra, y a avanzar en la reconciliación.

El Santo Padre , que había sido recibido con entusiasmo el miércoles a su llegada a Bogotá, volvió a sentir de nuevo el cariño popular al atravesar las calles de la capital hacia el Palacio de Nariño, sede de la presidencia de la República. La ceremonia de bienvenida tuvo lugar en la Plaza de Armas, con abundancia de canciones y aplausos, y la presencia de muchos niños, que animaba a mirar hacia el futuro.

Consciente de que sus palabras serán sometidas a todo tipo de escrutinios políticos, el Papa respondió al discurso del presidente Juan Manuel Santos –quien le agradeció su ayuda a la reconciliación nacional- con un llamamiento a superar la visión política inmediata, y a elevar las miras.

Francisco ha invitado a todos los colombianos a «construir la unidad de la nación y, a pesar de los obstáculos, diferencias y distintos enfoques sobre la manera de lograr la convivencia pacífica, persistir en la lucha para favorecer la cultura del encuentro».

En una clara referencia a la dificultad de muchas personas para perdonar a sus enemigos responsables de delitos de sangre, el Papa ha pedido «que este esfuerzo nos haga huir de toda tentación de venganza y búsqueda de intereses solo particulares y a corto plazo».

Se trata de un punto central del cristianismo y un elemento clave para salir de la pesadilla de la guerra, y por eso volvería a remacharla con fuerza al final de su discurso: «Es mucho el tiempo pasado en el odio y la venganza… La soledad de estar siempre enfrentados ya se cuenta por décadas y huele a cien años: no queremos que ningún tipo de violencia restrinja o anule una vida más».

Era una referencia implícita a la novela más famosa del escritor colombiano Gabriel García Márquez , cuyo hermoso discurso de aceptación del premio Nobel de Literatura acababa de citar.

Pero Francisco ha abordado también, como ya lo hicieran en estas mismas tierras Pablo VI en 1968 y san Juan Pablo II en 1986, la raíz de buena parte de los problemas .

Por eso ha pedido a las autoridades y a los colombianos «leyes justas que nazcan del deseo de resolver las causas estructurales de la pobreza que genera exclusión y violencia».

No ha indicado ninguna fórmula concreta, pero ha dejado claro que «solo así se sana de una enfermedad que vuelve frágil e indigna a la sociedad y la deja siempre a las puertas de nuevas crisis. No olvidemos que la desigualdad es la raíz de los males sociales».

Respeto a la vida humana

Como siempre, pero sobre todo en un país en camino de salida de un conflicto que ha costado más de un cuarto de millón de vidas humanas en 52 años, Francisco ha recordado «el respeto sagrado a la vida humana, sobre todo la más débil e indefensa», que es «una piedra angular en una sociedad libre de violencia».

En su conjunto, era un mensaje inspirador y optimista, un llamamiento a la generosidad de corazón para dejar atrás una larga pesadilla colectiva como nación.

El Papa lo ha concluido con unas palabras de apoyo : «Quise venir hasta aquí para decirles que no están solos, que somos muchos los que queremos acompañarles en este paso; este viaje quiere ser un aliciente para ustedes, un aporte que en algo allane el camino hacia la reconciliación y la paz».

Terminado el acto multitudinario en la Plaza de Armas, el Papa mantuvo una conversación privada con el presidente Santos y un breve encuentro con toda su familia antes de salir hacia la catedral primada, en cuya plaza le esperaban más de veinte mil jóvenes entusiastas entonando canciones y vivas ya antes de que llegase.

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