El Papa, ayer, saluda ndo desde su despacho de El Vaticano
El Papa, ayer, saluda ndo desde su despacho de El Vaticano - EFE

El Papa pedirá el fin del terrorismo en su histórica visita a Egipto

Francisco viaja al «Vaticano» musulmán para apoyar su vuelta a los principios de ciudadanía, igualdad y libertad religiosa

Corresponsal en El Vaticano Actualizado: Guardar
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El Papa Francisco emprende este viernes un arriesgado viaje a Egipto para respaldar un giro decisivo en la historia del Islam. En el marco de una Conferencia Internacional de Paz en el «Vaticano» musulmán, el Papa y el Gran Imán de la Universidad de Al Azhar, Ahmed Al Tayyeb, harán un llamamiento «a la paz en el mundo» y a «frenar todo acto de terrorismo». Llevan ya tiempo trabajando juntos para erradicar el veneno mortal del fundamentalismo.

En presencia de doscientos estudiosos y juristas musulmanes sunníes, del patriarca copto, Teodoro II, y del patriarca ecuménico de Constantinopla, Bartolomé I, los líderes religiosos de 1.200 millones de católicos y de 1.200 millones de musulmanes sunníes dejarán muy claro que ambas religiones se oponen frontalmente a la violencia y deslegitiman a quien invoque el nombre del Dios único para justificar el terrorismo.

Es la confluencia de dinámicas positivas y negativas que vienen de muy atrás, pero es justo lo que el mundo necesita cuando poderosas fuerzas de muerte multiplican las víctimas de bombardeos aéreos americanos en siete países de Oriente Medio y de terroristas islamistas en una veintena de países, incluyendo algunos en Europa.

Aire fresco en El Cairo

Tras una Semana Santa amargada por ataques terroristas suicidas contra iglesias cristianas coptas en Tanta y Alejandría, con un balance de 46 muertos y docenas de heridos graves, el encuentro del 28 de mayo en El Cairo es una bocanada de aire fresco y la prueba de un giro histórico: dos religiones que han favorecido la guerra pasan a promover juntas la paz.

Aun así, los líderes religiosos saben que el control de la violencia no está en sus manos, sino en las de fuerzas poderosas que promueven la guerra. Desde hace décadas, cientos de millones de dólares de Arabia Saudí y Qatar financian la difusión del wahabismo, una versión violenta del Islam que termina siempre provocando muertes.

A su vez, las industrias militares americanas instigan una política exterior que multiplica las guerras, sobre todo desde que la invasión de Irak sirvió para multiplicar la tensión entre cristianos y musulmanes y, especialmente, para echar gasolina al fuego del viejo conflicto entre sunníes y chiíes. El 95 por ciento de las víctimas mortales en atentados islamistas son musulmanas. Tan solo el 5 por ciento son cristianas.

En el Egipto que visitará el Papa la situación es diferente. La mayoría de los atentados provienen de Wilayat Sina («Provincia del Sinaí»), un grupo guerrillero de esa península desértica y montañosa que ha terminado asociándose con el Estado Islámico (Daesh) en su lucha contra el presidente Abdel Fattah Al Sisi, quien derrocó en 2013 a Mohamed Morsi, el presidente islamista apoyado por los Hermanos Musulmanes.

Islamización

Con la complacencia de un Occidente preocupado por la islamización de Egipto, Al Sisi dio un golpe de estado incruento que apoyaba buena parte del país y también los dos líderes religiosos musulmanes y cristianos. Pero el freno a la islamización lo está llevando a cabo mediante una represión durísima, con más de 30.000 presos políticos y denuncias de torturas y ejecuciones extrajudiciales.

Los atentados suicidas contra las iglesias cristianas tienen como objetivo político humillar a Al Sisi -que asiste a misa en las grandes ceremonias de Navidad o Pascua y reconstruye las iglesias dinamitadas- haciendo ver que es incapaz de proteger a los cristianos.

Es probable que los terroristas vuelvan a atacar con motivo de este viaje, pero ni Francisco ni el Gran Imán Ahmed Al Tayyeb, están dispuestos a dejarse paralizar por el miedo. Por otra parte, el Papa desea mostrar su apoyo al patriarca copto Teodoro II y reunirse con los católicos en una misa el sábado por la mañana.

El escenario de El Cairo recuerda la visita a la República Centroafricana en noviembre de 2015, cuando el Papa viajó a ese país sumergido en el caos para apoyar el esfuerzo conjunto del arzobispo de Bangui, el jefe de los musulmanes y el jefe de los protestantes en promover la paz y desmontar la gran mentira de que la crisis de su país -provocada por Chad, las industrias madereras y los intereses petroleros- fuese una guerra de religión entre milicias musulmanas y cristianas.

El primer paso en el giro histórico hacia la convivencia entre religiones lo dio san Juan Pablo II en 1985cuando besó un Corán en señal de respeto en el estadio de Casablanca antes de iniciar un encuentro con ochenta mil jóvenes musulmanes que escuchaban primero con curiosidad y después con entusiasmo un mensaje inesperado: «los cristianos y los musulmanes debemos reconocer con alegría los valores religiosos que tenemos en común y dar gracias a Dios. Creemos en un Dios único, plenitud de justicia y misericordia. Creemos en la importancia de la plegaria, el ayuno, la limosna, la penitencia y el perdón».

Confrontación religiosa

Nadie podía imaginar entonces que la Guerra Fría terminaría de repente con la caída del muro de Berlín en 1990. Y todavía menos que poderosos intereses económicos y políticos intentarían sustituir aquella confrontación por una nueva, falsamente religiosa, entre cristianos y musulmanes. El segundo paso en el camino que lleva hasta esta solemne declaración de paz entra las los grandes religiones lo dio Benedicto XVI en Colonia en agosto de 2005.

En su primer gran discurso sobre el Islam, pronunciado ante líderes de las comunidades musulmanas de Alemania, Benedicto XVI aseguró que «si trabajando juntos, conseguimos extirpar de los corazones el sentimiento de rencor, frenaremos la oleada de fanatismo cruel que pone en peligro la vida de tantas personas y el progreso de la paz en el mundo».

En tono apenado, el Papa alemán añadió: «Cuántas páginas de la historia registran con dolor las batallas y guerras entre cristianos y musulmanes invocando, por una parte y otra, el nombre de Dios como si combatir al enemigo y matar al adversario fuese algo que a Él le agradase. ¡El recuerdo de esos tristes acontecimientos debería llenarnos de vergüenza!».

El tercer paso lo dio Francisco en noviembre de 2014 en Ankara diciendo a las autoridades musulmanas que «los líderes religiosos tenemos la obligación de denunciar todas las violaciones de la dignidad y los derechos humanos», deslegitimando a los fanáticos del propio campo. Cada uno debe condenar a los violentos en las propias filas. Es lo que hace, desde entonces, la Universidad de Al Azhar. Y lo que repetirá ahora, en presencia del Papa.

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