José Francisco Serrano Oceja

Los obispos y la ética de mínimos

Durante mucho tiempo se ha discutido si la ética cristiana puede ser una ética de mínimos

En el debate sobre la ética es común la pedagógica contraposición entre «ética de mínimos» y «ética de máximos». La primera hace referencia a lo mínimo exigible a cualquier ser racional en la propuesta sobre las normas que van a regular la convivencia. Este modelo tiene en cuenta los intereses de todos los afectados en pie de igualdad. Mientras, la «ética de máximos» es la que ofrece una propuesta completa de vida buena , e invita a orientar la conducta en el seguimiento de esta visión holística.

Durante mucho tiempo se ha discutido si la ética cristiana puede ser una ética de mínimos, o en su defecto qué aspectos de la ética cristiana contribuyen a la conformación de un consenso práctico en la resolución de los disensos. Esta semana, la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal, con el comunicado sobre «la grave situación que se vive en Cataluña» , ha ratificado un cambio profundo en las relaciones entre la Iglesia y la sociedad, entre la Iglesia y la política. Una mutación que se venía percibiendo desde hace tiempo, quizá con menor intensidad porque la decisión práctica era el mutis por el foro. Los obispos de la Comisión Permanente ha apostado por, valga la analogía, la ética de mínimos. En un texto lastrado por la influencia, tanto en su elaboración práctica como en su contenido, de los obispos en Cataluña han dado el salto hacia un marco en el que priman los aspectos discursivos, procedimentales, y de futuro, la llamada necesaria al encuentro, al diálogo, al consenso. Este giro lleva implícito una hiato en la historia y un riesgo con el olvido consciente de algunas cuestiones nucleares, que pasan a un segundo plano, sacrificadas por la voluntad de acuerdos o por el temor al riesgo de ruptura de la unidad episcopal.

Una ética de mínimos no quiere decir una Iglesia de mínimos, ni un Evangelio de mínimos. El foco de los obispos ha cambiado y ahora ilumina otra parte del escenario. Llega el momento de acostumbrar a su público a mirar hacia lo enfocado sin que se produzcan distensiones o fracturas en los cuellos.

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