Jarras de agua fría sobre las expectativas de la Cumbre del Clima de Bonn

Alemania aporta 100 millones de euros para la preservación del clima en los países pobres

Vista de un globo terráqueo gigante iluminado en el espacio donde se celebra la Cumbre del Clima de Bonn (Alemania) EFE

Rosalía Sánchez

La Babel de la Cumbre del Clima (COP23) está dando ya sus primeros pasos en Bonn, partiendo de un estado de ánimo un tanto desalentador. Los primeros informes presentados sugieren que el planeta sigue sin hacer los deberes y dibujan una situación cada día más acuciante. La Organización Meteorológica Mundial (OMM), en su informe sobre la situación anual de los Gases de Efecto Invernadero (GEI), señala que en 2016 se produjo un aumento récord de la concentración de CO2 en la atmósfera. El nivel de estos gases alcanzaba las 403 ppm, con la mayor tasa de incremento jamás detectada y 100 veces mayor que el registrado tras el fin de la Edad de Hielo. Como consecuencia, en los últimos 25 años se ha incrementado en un 40% la cantidad de energía que solar que queda atrapada en el planeta. Y el dato sugiere que para evitar un calentamiento peligroso muy por encima de los 2ºC es urgente incrementar considerablemente los esfuerzos en la reducción de las emisiones.

También ha circulado profusamente el documento sobre disparidad de emisiones del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), que analiza si las reducciones del GEI prometidas por los países son suficientes o no y concluye nada menos que la necesidad de triplicar los compromisos, ya que en menos de cuatro años, advierte, se habrá superado el margen de tiempo para evitar el incremento de la temperatura global por encima de los 1,5 ºC. La evaluación realizada por Naciones Unidas determina además que, para limitar ese cambio climático, sería necesario dejar sin explotar entre el 80% y el 90% del carbón disponible, el 35% del petróleo y el 50% del gas. Unas metas inasumibles para los gobiernos del mundo.

Otra de las realidades adversas a las que se enfrenta la Cumbre del Clima de Bonn (COP23), en el área gubernamental, es que no es lo mismo luchar contra el cambio climático desde los cómodos asientos de consejos de ministros, en gobiernos de países ricos, que desde los puestos de responsabilidad en los países más desfavorecidos, allí donde los problemas más acuciantes son el hambre, la sanidad, la educación o la igualdad y donde el problema de las emisiones globales de gases contaminantes queda muy lejos del día a día para la mayoría de los habitantes. Alemania, país anfitrión del encuentro, ha respondido a esa realidad con la aportación de 100 millones de euros que ayudarán a los países más pobres en la implementación de medidas propias contra el calentamiento planetario. No parece una cantidad decisiva para lograr frenar el cambio del clima, pero seguramente ayudará a mejorar la disposición de esos gobiernos ante los acuerdos de la cumbre.

«Una señal clara»

El Ministerio alemán de Medio Ambiente ha comprometido 50 millones de euros para un Fondo de Adaptación y el Ministerio de Desarrollo y Cooperación, por su parte, otros 50 millones para programas específicos que implementen países en vías de desarrollo. «Deseamos enviar una señal clara de que Alemania se solidariza con aquellas personas y aquellos países particularmente afectados por el cambio climático y espero que podamos dar un impulso que inspire una atmósfera constructiva en las negociaciones», ha dicho la ministra alemana de Medio ambiente, Barbara Hendricks.

Después de haber aportado 240 millones hasta la fecha, Alemania es por ahora el mayor donante del Fondo de Adaptación. «Nuestro objetivo es hacer que ese fondo se convierta en parte integral de la arquitectura del Acuerdo de París», adelanta Hendricks, en referencia al fondo que financia, entre otros programas, medidas de protección de las costas y los cambios a nuevos métodos de cultivos. Este fondo es administrado a partes iguales por los países donantes y receptores y hasta ahora ha lanzado 67 proyectos en 63 países, con un total de 450 millones de dólares de inversión.

«Estamos muy lejos de ver esfuerzo suficientes. A pesar del llamamiento de la ciencia, la COP parece ignorarlo y la falta de acuerdos relevantes tras la Cumbre de París, la actitud perezosa de los órganos internacionales provoca que aún no se hayan presentado líneas de trabajo que permitan avanzar en los mecanismos necesarios», denuncia un portavoz de Ecologistas en Acción. A juicio de la organización, la prueba de ello es que aún no han trascendido textos bases de consenso «lo que supone un nuevo retraso del proceso». «La única realidad aquí», protesta, «es que llevamos más de una década de inacción tras la adopción del Protocolo de Kioto» y califica la situación de «temeraria pasividad».

Otro motivo para el pesimismo es el paso dado por Los Verdes alemanes, el partido ecologista que está negociando con Angela Merkel un acuerdo de coalición para formar parte del nuevo gobierno de Berlín y que acaba de renunciar a la que hasta ahora era la estrella de sus condiciones, la desaparición del motor de combustión en Alemania a partir del año 2030. La negativa cerrada de conservadores y liberales ha llevado a eliminar el plazo tope y en el texto del acuerdo figurará solamente el «firme compromiso del gobierno alemán para limitar las emisiones contaminantes». Al menos hay un titular optimista. Siria ha declarado que se suma a Acuerdo de París.

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