El Papa se coloca un sombrero de Panamá durante el vuelo de regreso desde Cracovia
El Papa se coloca un sombrero de Panamá durante el vuelo de regreso desde Cracovia - Reuters

Así se elige la ciudad de la Jornada Mundial de la Juventud: una puja discreta entre países

Una JMJ es la mejor publicidad planetaria

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Como en los Juego Olímpicos, la selección de ciudad para la Jornada Mundial de la Juventud comienza con la presentación de candidaturas, a veces con muchos años de antelación. Como participan jóvenes de 190 países, las imágenes de esos encuentros aparecen en diarios y televisiones de todo el mundo, constituyendo una extraordinaria publicidad.

Pero a diferencia de los Juegos Olímpicos, la candidatura se presenta discretamente y no es solo un asunto de Estado. Requiere también el apoyo claro de la conferencia episcopal del país y, sobre todo, del arzobispo de la ciudad interesada, sobre el que recaerá buena parte del peso organizativo. Así se lograron, en España, las JMJ de Santiago de Compostela en 1989 y de Madrid en 2011.

Desde la primera reunión verdaderamente internacional en Buenos Aires en 1987, estos encuentros se celebran cada tres años, y van rotando entre continentes. Asia se queda más corta por su menor número de católicos y en África todavía no ha sido posible organizar una actividad extraordinariamente compleja en cuanto a aeropuertos, logística, seguridad, palcos gigantescos, explanadas inmensas, etc.

Las ciudades elegidas suelen ser especialmente bonitas y bien organizadas como Denver en 1993, París en 1987, Toronto en 2001. Algunos encuentros se caracterizaron por el extraordinario nivel artístico como el de Toronto en 2001 o el de Sídney en 2008, superado tan solo ahora por Cracovia.

A título de curiosidad, las auditorias del gobierno australiano reflejaron que todos los gastos de la JMJ de Sídney –del gobierno, del estado de Nueva Gales del Sur y de la ciudad- se compensaron en publicidad por la visibilidad mundial tan solo en las primeras 24 horas de presencia de Benedicto XVI en el país.

Para la JMJ de 2019, las dos candidaturas fuertes eran Corea del Sur y Panamá. Pero el Papa había estado ya en Corea en agosto del 2014 con motivo de la Jornada Asiática de la Juventud, y Panamá organizó un «lobbying» de equipo con los gobiernos de América Central, de modo que las actividades de los días anteriores se repartan entre los países vecinos.

Panamá tiene una cultura organizativa internacional y la capacidad logística para acoger a más de un millón de jóvenes. Como se encuentra a medio camino entre América del Norte y del Sur es también un buen punto de cita para los jóvenes norteamericanos, que el año pasado, cuando el Papa visito Washington, Nueva York y Filadelfia, se quedaron con ganas de participar en una buena fiesta con Francisco.

En el Vaticano, la tarea de preselección y organización corresponde al Pontificio Consejo de Laicos, presidido hasta ahora por al cardenal polaco Stanislaw Rylko. El Consejo de Laicos escucha a la conferencia episcopal y se hace una idea del interés y de la capacidad organizativa.

Si la candidatura es viable comienza a intervenir la secretaría de Estado, pues se debe estudiar ya en equipo con las autoridades del país que desea ser anfitrión del evento. Si las perspectivas son buenas, se informa al Papa, que da la «luz verde» para seguir planificando.

La decisión se toma en firme un par de meses antes del anuncio, pero tanto el gobierno del país elegido como la ciudad y el Vaticano mantienen el secreto para que sean los jóvenes participantes en la JMJ los primeros que se enteren, de labios del Papa, al final de la misa de clausura.

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