El papa Francisco, durante la Misa de clausura de la Jornada Mundial de la Juventud de Polonia
El papa Francisco, durante la Misa de clausura de la Jornada Mundial de la Juventud de Polonia - AFP

Francisco, a millón y medio de jóvenes: «Creéis en una nueva humanidad, que no acepta el odio entre los pueblos»

El sumo pontífice señaló además que la próxima convocatoria será en Panamá para el año 2019

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Aunque muchos apenas habían dormido durante la noche pasada a cielo abierto en la inmensa explanada, casi dos millones de jóvenes han ofrecido este domingo al Papa un recibimiento de héroe a su llegada para la misa final de la Jornada Mundial de la Juventud. Farncisco también ha anunciado que la próxima JMJ se celebrará en 2019 en Panamá.

Una vez más, Francisco se ha dirigido al océano de chicos y chicas hablando personalmente a cada persona y abordando temas serios, de adultos, con un lenguaje juvenil.

Francisco les ha asegurado que «Dios cree en nosotros más que nosotros mismos, está siempre de nuestra parte como el más acérrimo de los hinchas». Ante Jesús, «nada vale la ropa que llevas o el teléfono móvil que usas; no le importa si vas a la moda, le importas tu».

En una homilía abundante en referencias al mundo digital en que viven, el Papa les ha advertido que «complacerse en la tristeza no es digno de nuestra altura espiritual. Es más, es un ‘virus’ que infecta y paraliza todo». En cambio, «Dios es obstinadamente esperanzado; siempre cree que podemos levantarnos».

Por ese motivo, Francisco les ha dicho: «No os avergoncéis de llevarle todo, especialmente las debilidades, las dificultades y los pecados, en la confesión. El sabrá sorprenderos con su perdón y su paz».

El encuentro de jóvenes de 187 países ha dado pie a numerosos intercambios y ha permitió escuchar los testimonios de jóvenes de países sometidos al perverso proceso de destrucción interna por guerra civil o por bombardeos a cargo de países terceros.

Fieles panameños cargan con la cruz durante la celebración de hoy en Polonia
Fieles panameños cargan con la cruz durante la celebración de hoy en Polonia - EFE

El Papa ha vuelto a insistir en que el cristianismo «nos invita a ser más fuertes que el mal, amando a todos, incluso a los enemigos». Incluso bajo el riesgo «de que se rían de vosotros porque creéis en la fuerza mansa y humilde de la misericordia».

En tono realista, les ha advertido: «Puede que os juzguen como unos soñadores porque creéis en una nueva humanidad, que no acepta el odio entre los pueblos, ni ve las fronteras de los países como una barrera, y que custodia las propias tradiciones sin egoísmo ni resentimiento».

Eran frases cargadas de sentido y pronunciadas mirando al futuro, que estará pronto en manos de estos jóvenes: «No os desaniméis. Con vuestra sonrisa y vuestros brazos abiertos predicáis la esperanza y sois una bendición para la única familia humana, tan bien representada por vosotros aquí».

Frente a los políticos que dividen internamente a los países, y los enormes intereses económicos que se lucran con las guerras, Francisco ha propuesto una y otra vez comportamientos llenos de humanidad: primero acoger a los refugiados, pues es una necesidad urgente, y después frenar a quienes promueven las guerras.

La misa final de la JMJ supone una especie de «testamento» para los próximos tres años hasta la siguiente cita en una de las encrucijadas del Nuevo Mundo.

El que les deja el Papa combina espiritualidad y libertad: «No os detengáis en la superficie de las cosas y desconfiad de las liturgias mundanas, del maquillaje del alma. Por el contrario, instalad bien la conexión más estable, la de un corazón que transmite el bien sin cansarse. Y esa alegría que habéis recibido, dadla gratis porque son muchos los que la esperan».

Al tiempo que les animaba a «conectar» con los demás, les advertía que Jesús «espera que, entre tantos contactos y ‘chats’ diarios, el primer puesto lo ocupe el hilo de oro de la oración. Que el Evangelio se convierta en tu ‘navegador’ en el camino de la vida».

Y, pase lo que pase, les proponía fiarse del recuerdo amoroso que Dios tiene de cada persona pues «su memoria no es un ‘disco duro’ que registra y almacena todos nuestros datos sino un corazón tierno, lleno de compasión, que disfruta borrando definitivamente cualquier vestigio del mal».

El último acto en el programa del Papa, camino ya del aeropuerto para regresar a Roma esta noche, es el encuentro con los veinte mil voluntarios que se han renunciado a estar en los actos mientras prestaban servicio para que todo saliese redondo y que cada peregrino tuviese en cada momento lo que necesitaba. Gracias a su esfuerzo y el de las autoridades de Polonia, todo ha ido sobre ruedas.

Aunque no se les ve, en cada JMJ las mejores personas suelen estar trabajando como voluntarias. Por eso el Papa reserva para ellas el abrazo final.

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