Isabel Permuy

Ejercicios contra el cáncer: más que diversión, una terapia

El deporte es una poderosa arma contra el cáncer. No es ningún medicamento, pero previene y mejora la calidad de vida. Como otros tratamientos, debe ser pautado por un profesional

Madrid Actualizado: Guardar
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En un país como España, en el que cerca del 50% de la población no realiza ninguna actividad física, parece obligatorio apostar por los estudios que muestran conclusiones tan significativas como que el 13’8% de los casos de cáncer de mama podrían evitarse si las mujeres inactivas dejaran de serlo.

Aunque las iniciativas para vincular cáncer y ejercicio físico ya existen desde hace tiempo, no ha sido hasta ahora cuando se ha podido realizar una investigación pionera que tiene en cuenta el estatus de HER2 y proporciona información sobre el efecto del ejercicio físico en los distintos subtipos tumorales. El trabajo ha contado con participación de 23 hospitales españoles.

Soraya Casla lleva toda su vida profesional trabajando para definir el Ejercicio Físico Oncológico (EFO), al que dedicó su tesis doctoral.

«Solo la hipótesis de que el deporte tuviese un importante impacto en la prevención y salud de los pacientes, me resultaba un reto increíble», señala.

Ahora, como coordinadora de Programas de Ejercicio en Oncología en GEICAM, dedica su día a día a hacer de coach, entrenadora, psicóloga y soporte de las pacientes que participan en el programa Women in Motion, un proyecto de investigación pionero en Europa, realizado por la Universidad Politécnica de Madrid-INEF, en colaboración con la Asociación de Cáncer de Mama de Madrid (Ascamma). El proyecto estudia, a lo largo de 4 años, la influencia del ejercicio aeróbico moderado en la calidad de vida de mujeres con cáncer de mama.

«Creo que es importante, en primer lugar, entender el ejercicio físico oncológico como aquel pautado y controlado por un profesional, que se realiza para reducir o prevenir los efectos secundarios de los tratamientos oncológicos de forma individualizada, y que, por sus efectos globales en el organismo, mejoran la salud, la calidad de vida y la supervivencia de las pacientes», explica Soraya Casla. Y nos da las claves que distinguen la actividad física común de del ejercicio físico oncológico: «Este tipo de ejercicios tienen que estar desarrollados y supervisados por un profesional, deben ser individualizados, adaptados al nivel de cada paciente y basados en la evidencia científica».

Más músculo, menos grasa

Los principales efectos secundarios que el ejercicio reduce son todos aquellos relacionados con la composición corporal y el desajuste que esta sufre durante los tratamientos (disminuye la masa muscular y aumenta la masa grasa, produciendo una obesidad sarcopénica), por lo que el ejercicio equilibra de nuevo la cantidad de masa magra y masa grasa devolviéndolo a valores saludables. Otro efecto secundario muy importante es la cardiotoxicidad, ya que el corazón sufre durante la quimioterapia, que es tóxica para el músculo cardiaco. El ejercicio favorece la recuperación de corazón. «El objetivo del ejercicio físico regulado y pautado es conseguir una evolución que les lleve a sus niveles iniciales de vitalidad y capacidad física», afirma Soraya Casla.

Pilar Batalla, de 59 años, a la que diagnosticaron en 2011 un cáncer de mama, es una enamorada del ejercicio desde que comenzó en el programa. «Empecé con Soraya Casla cuando ella aun estaba haciendo la tesis doctoral. Yo me encontraba entonces en medio de mi primera quimio, me sentía cansada todo el día, con mucho dolor articular y mucha fatiga, y no encontraba alivio en nada. Trabajo en un centro de salud y no aguantaba las ocho horas de mi jornada laboral: me dolían la espalda, los hombros, los brazos… Además, había engordado por el tratamiento y el reposo que te exigen. La práctica de ejercicio de forma regular marcó un antes y un después en la «batalla» que Pilar está librando contra el cáncer: «Para mí ha sido un descubrimiento maravilloso, voy cuatro o cinco días a la semana a las clases: aerobic, yoga, running… Y cada día me encuentro mejor. Los fines de semana Soraya nos pone deberes, y yo los hago encantada. Recomiendo a todas las personas con cualquier tipo de cáncer que practiquen actividad física controlada por profesionales. La actividad física que puedan, la que les pida el cuerpo… Pero que no estén inactivos», resalta basada en su propia experiencia.

A Carmen Conde, de 57 años y con cáncer de mama de grado 2, se lo recomendó su oncóloga. «Empecé con la radioterapia llevando un mes en el centro, de manera que no sentí cansancio ni el menor dolor. Cuando empecé a hacer ejercicio no pensé que pudiera hacer las cosas que estoy haciendo hoy: carreras de cinco kilómetros, de diez, yoga, zumba, ¡y hasta he perdido peso!», explica.Pero los beneficios que obtiene Carmen con el ejercicio físico regular van más allá: «Me divierte mucho todo lo que hacemos allí. Y no solo me siento mejor y más viva por hacer ejercicio, sino por el grupo de personas con las que comparto las clases, por el ambiente, por la cercanía entre nosotras... Para mí está suponiendo un apoyo muy importante para llevar mi enfermedad».

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