Santiago Martín

Una decadencia evitable

La cifra de los que se confirman cada año es tan baja, que algunos llaman a ese sacramento el del «abandono oficial» de la Iglesia

Santiago Martín

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Según los últimos datos del CIS, el número de españoles católicos ha bajado en un año en un 1,3 por 100, llegando al 68,5. Al margen de la exactitud de este tipo de encuestas -ahí están sus desaciertos en las votaciones-, lo que sí está claro es que nos encontramos ante una tendencia y que ésta es a la baja. El hecho de que estemos ante un fenómeno existente en todo el mundo occidental, sólo debería servir de consuelo a aquellos a los que se aplica el viejo refrán del «mal de muchos…».

Desde hace años se está produciendo una tragedia silenciosa y masiva: la ruptura en la transmisión familiar de la fe. Junto a esto, está el hecho de que en los centros educativos de la Iglesia no se consigue entusiasmar a los jóvenes con el seguimiento de Cristo. Y en cuanto a las parroquias, las cifras de continuidad entre los que se confirman cada año es tan baja, que algunos llaman a ese sacramento el del «abandono oficial» de la Iglesia. Tenemos un grave problema y no quererlo ver o, viéndolo, no poner todo el empeño en resolverlo es suicida. La solución no es algo que compete exclusivamente a la jerarquía -obispos y curas-, sino que implica a toda la comunidad eclesial; pedirles a los obispos soluciones mágicas es injusto e inútil. Aun así, no cabe duda de que son los máximos responsables de la Iglesia los que deberían sentirse más inquietos ante esta caída continua del número de católicos.

En todas las diócesis se hacen planes pastorales, pero en muy pocas se hace un análisis del por qué esos planes fracasan. Da la sensación de que equipos de teóricos elaboran programas desde sus despachos que después resultan inútiles. Sin embargo, la solución existe y ya se ha aplicado con éxito; se hizo en la primera evangelización y se hizo, por ejemplo, en América cuando los heroicos misioneros españoles llevaron allí la fe cristiana. Hay que volver a presentar el kerygma -lo esencial- con toda su belleza y su integridad. Julián Marías decía que soñaba con ir a misa y oír al cura hablar religiosamente de cosas religiosas. Hay que hablar mucho más de Dios. O eso, o seguiremos viendo como el CIS constata nuestra decadencia.

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