Cartel de protesta en la urbaización El Quiñón, en Seseña (Toledo)
Cartel de protesta en la urbaización El Quiñón, en Seseña (Toledo) - LUNA REVENGA

ContaminaciónLa encrucijada del Quiñón de Seseña

El colosal incendio del mayor cementerio de neumáticos de Europa vuelve a poner la conocida urbanización levantada en medio de la nada por el polémico Francisco Hernando, El Pocero

SESEÑA Actualizado: Guardar
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A muchos de los bloques que se levantan en la urbanización El Quiñón (Seseña, Toledo) se les conoce por el nombre del banco que los tiene en propiedad. «Yo vivo en el de la CAM, pero, mira, ese es del Popular, el otro del Santander…», relataba una vecina desde la calle el 13 de mayo, unas horas después de declararse un pavoroso incendio en el mayor vertedero de neumáticos de España. Una semana después, ABC regresó para saber cómo se vive en los pisos que Francisco Hernando, el Pocero, construyó en medio de la nada. Y resulta contradictorio descubrir que sucursales de bancos, en realidad, no hay ninguna. «Había una oficina de la CAM, pero con la crisis fue lo primero que desapareció», explican.

No es la única paradoja. Mariano Herranz, conserje en uno de los edificios, custodia una urbanización con unas impresionantes zonas comunes: jardín, enorme piscina, parque infantil, pistas de fútbol sala, de baloncesto… y, sin embargo, nunca viviría en ella. «A ver, dime, ¿dónde echo aquí la quiniela?», argumenta de manera socarrona. Él prefiere su Pinto de toda la vida, donde «tengo a mano todo lo que quiera».

Precios competitivos

Pero, entonces, ¿por qué en los últimos años miles de familias han montado su hogar en El Quiñón? Por la pela, no busquen más. Javier San Miguel paga 400 euros de alquiler por un piso de 100 metros cuadrados cuando antes desembolsaba 600 por viviendas la mitad de pequeñas en barrios periféricos de Madrid, como Villaverde, Vicálvaro o Moratalaz. «Y, además, en mi piso todos los materiales son de primeras calidades. Cuando llegué, no me lo creía», dice.

Gonzalo R. fue de los primeros en comprarse un piso en El Quiñón. Lo hizo sobre plano y antes de que estallara la burbuja inmobiliaria. Aun así cree que fue una buena inversión: 161.000 euros por una vivienda de tres habitaciones cuando en Móstoles, la zona en la que antes vivía, le pedían 300.000 por uno de similares características. Ahora en la urbanización se están vendiendo por 60.000 ó 70.000 euros.

Sus habitantes son parejas jóvenes, con hijos y de clase media o baja

El perfil del habitante de El Quiñón es el de una persona joven (en muchos casos, con hijos), procedente de la periferia o de los pueblos-ciudades del sur de Madrid y de clase media o baja. ¿Y por qué no venirse si aparentemente no se está tan mal? El conserje oriundo de Pinto saca una hoja repleta de firmas. Aprovechando el incendio del vertedero de neumáticos, los vecinos han vuelto a reclamar a los políticos lo que les han pedido siempre: una digna conexión con la A-4, otro colegio público, un centro de salud y el razonable convenio sanitario para que se evite la sinrazón de que los seseñeros tengan que ir a los hospitales de Toledo cuando los de Madrid están más cerca.

La forma más rápida de acceder al Quiñón es a través de un camino (asfaltado) de cabras. La solución más lógica para conectar con la A-4 ya está proyectada, pero parte de esos terrenos pertenecen a Ciempozuelos (Madrid) y entre los ayuntamientos no hay acuerdo. En El Quiñón hay colegio, sí, pero está demasiado masificado con más de 800 alumnos. Cómo será la cosa que en lo que era el patio instalaron barracones hace tiempo, por lo que el recreo tiene lugar en el solar de enfrente. Como para acceder a él hay que cruzar una calle, todas las mañanas la policía corta la vía y evita así males mayores.

Sin consultorio

En cuanto a la sanidad, en el barrio más poblado de Seseña no hay un consultorio y los vecinos del Quiñón tienen que desplazarse cinco kilómetros hasta el casco viejo para cualquier minucia. Se ha levantado un edificio como centro de salud, pero ni está equipado ni, por supuesto, abierto. Entre los vecinos, los hay más y menos comprensivos. Gonzalo dice que, con los años, «los servicios públicos han ido mejorando, pero quizás es verdad que no todo lo rápido que hubiéramos querido». En El Quiñón viven oficialmente unas 6.500 personas. Sin embargo, según Gonzalo, la población real es de 11.000. La razón de que el 40 por ciento de los vecinos no estén censados en Seseña se debe a que muchos mantienen su tarjeta sanitaria de la Comunidad de Madrid para poder ir a los hospitales de Aranjuez o Valdemoro.

Muchos vecinos critican la gestión del incendio que llevó a cabo la Junta
Muchos vecinos critican la gestión del incendio que llevó a cabo la Junta - LUNA REVENGA

El incendio está prácticamente apagado y, a pesar de que las autoridades aseguran que no hay riesgo para la salud, la mayoría de vecinos sigue sin regresar a casa. Dependiendo del viento, huele más o menos a goma quemada. Así que el bar Los Serrano está mayormente vacío. Detrás de la barra atienden Gerardo Matarranz y Mayte Flores. Cuentan que hasta antes del incendio, el negocio iba «bien, pero con el fuego la gente se ha ido y no vuelve; si acaso pasan a coger ropa y ya, pero al bar, nada». Ambos llevan ocho años viviendo de alquiler y hace año y medio montaron el bar, el quinto de la zona, donde también hay un restaurante chino. Son felices en El Quiñón. «Vivimos al lado del trabajo», dice él. «A mí me gusta mucho la zona y para los niños es ideal», añade ella. Solo falta que regresen los clientes. Porque tendrán que volver.

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