Julio Malo de Molina

Veranillo del membrillo

A finales de septiembre y principios de octubre se produce un fenómeno atmosférico que consiste en una notable elevación de las temperaturas antes del brusco descenso que se produce ya entrado el otoño

Julio Malo de Molina
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A finales de septiembre y principios de octubre se produce un fenómeno atmosférico que consiste en una notable elevación de las temperaturas antes del brusco descenso que se produce ya entrado el otoño, es como si el sol quisiera ofrecernos aún toda su potencia vivificadora antes de iniciar su lento declive hacía los fríos invernales. Se conoce como Veranillo de San Miguel o de San Martín, por ser festividades que coinciden con ese canto de cisne del estío; en el hemisferio sur sucede algo semejante en su momento y allí se conoce como Veranito de San Juan. En nuestras tierras meridionales le llamamos Veranillo del Membrillo porque la renovación de los calores contribuye a que madure esa rica fruta originaria de la península de Anatolia y que amarillea nuestros campos.

Es forma agradable de comenzar el otoño y nos devuelve gratos recuerdos infantiles: la vuelta a las aulas, el reencuentro con los amigos, nuevos libros de texto, nuevos profesores y la gozosa rutina de las clases, los recreos para patear el balón y contar las aventuras de las vacaciones. También ahora en «la edad roja de todos los peligros para hombres maduros y chicas solitarias» (Joan Margarit) es tiempo de reencuentros y de vuelta a las agradables rutinas.

Uno vuelve a leer sus periódicos y blogs favoritos y a escuchar noticiarios y debates. De entrada nos enteramos del golpe mediante el cual los barones del PSOE se deshacen del primer Secretario General elegido libremente por la militancia y eso, además de escenificar el control de los partidos por parte de sus veteranos caciques, parece allanar un posible pacto entre los dos grupos de poder que han venido protagonizando el posfranquismo. No va a ser tan fácil pues los nuevos rectores del PSOE saben que el electorado castigaría que se facilitase la prolongación del gobierno Rajoy, así pues aún sin Pedro Sánchez tendremos elecciones el día 18 de diciembre y viviremos una campaña a ritmo de villancicos.

Más agradable es recuperar nuestros paseos del otoño, pues la ciudad enseña en cada estación la forma en que desea ser disfrutada. Releo mi propia guía que insinúa algunos placenteros recorridos por Cádiz y reúno las sugerencias que me proponen un grupo de amigos y amigas que conocen la misma tan bien o mejor que yo. Por la mañana nada más grato que disfrutar una parte de esos cinco kilómetros de playa oceánica; desayuno en la plaza del Ayuntamiento que puede ser el umbral de la ciudad al mundo a través de la mar; luego recorrer la discutida pasarela entre el Parque Genovés y Punta de la Soledad; almuerzo en alguna terraza como: Quilla, La Cuesta, Zapata, Abuela Elfrides o Chicuco; tardecita calurosa en plaza arbolada (Candelaria o Mina); deambular por las calles tensadas que siempre dan a la mar; para terminar contemplando el crepúsculo más seductor del sur de Europa en la mágica Caleta hasta ver a Teletusa danzando entre el roquedal formado por restos de los sillares de los imponentes edificios que derribó el airado Poseidón. Sin olvidar que la belleza de un paisaje es también la alegre conversación que lo acompaña, más aún si se trata de un amigo. Recuerdo mis paseos con Quiñones y las historias de la ciudad que sólo él podía conocer; las reflexiones de Pablo Juliá acerca de cómo el sol atraviesa las calles de Cádiz, o nuestra común fascinación por ese largo frente litoral que juntos hemos disfrutado tantas veces.

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