Blanca Álvarez

Lo urgente

Olvidamos la precariedad laboral y el aumento de la desigualdad; hace meses que ignoramos a los muertos en el Mediterráneo y a los vagabundos por Europa, que no interesan como urgentes

BLANCA ÁLVAREZ

Hace años mi profesión me enseñó que existen dos asuntos en cada ocupación: lo urgente y lo importante. Muchas veces olvidamos lo importante en aras de lo urgente. Sucede con frecuencia en el periodismo: han de estar en la primicia, cueste lo que cueste, y lo importante, se va arrinconando. Y, ya se sabe, aquello de lo cual no se habla, no existe.

Lo triste es comprobar cómo en nuestra vida cotidiana son los intereses de los políticos los que deciden dónde apunta lo urgente y nosotros miramos al dedo y olvidamos la luna que señala. Harta de tanta urgencia por el ‘procés’, veo cómo se olvidan asuntos de vital importancia. Por mencionar algunos: llevamos meses de sequía, no llueve ni en Galicia, con lo cual, el nunca mencionado ni atajado cambio climático, puede convertir a más de la mitad del país en un desierto.

Olvidamos la precariedad laboral y el aumento de la desigualdad; hace meses que ignoramos a los muertos en el Mediterráneo y a los vagabundos por Europa, refugiados olvidados por todos, que no interesan como urgentes. Olvidamos los asesinatos de mujeres, que no cesan, y a nadie se le ocurre un plan decente de cómo educar en la igualdad a los jóvenes: cada día son más las jóvenes maltratadas, incluso asesinadas por sus compañeros o excompañeros.

De los pueblos incomunicados o mal comunicados, silencio administrativo. De la sanidad y educación, ni pensar en ellas; de los jóvenes que continúan desangrado al país en un constante exilio, menos aún; de la muerte de la cultura, mucho menos, claro; con lo molesta que ha sido siempre para el poder, mejor muerta que abriendo la boca…

Ya nos han ganado la partida: miramos a lo señalado como urgente, en realidad aquello que interesa a los espurios intereses del poder, incluso nos movilizamos siguiendo la marea de lo actual y hemos abandonado la lucha por lo realmente importante. De este modo, el país deja de gobernarse para el fin previsto, es decir, el bienestar de sus ciudadanos y asistimos al teatrillo de egos: un registrador de la propiedad, de un lado; un alcalde, del otro. Sin que sirva como menosprecio para unos y otros como profesiones, claro.

Y toda esta urgencia, envuelta en banderas, consignas y vanos discursos, que llegan a parecer flatulencias digestivas e incluso pueden servir como preámbulo para algún irremediable desastre. Nos toca a los ciudadanos que padecemos las consecuencias de lo importante voltear la falsa realidad donde nos han colocado, obligar a los políticos a mirar lo realmente importante y darles un purgante de calles abarrotadas de nuevo.

Porque, si no ven peligrar el número de votos, no moverán el trasero ni cambiarán de postverdad. Que dejemos de ser marionetas movidas por sus intereses y nos ocupemos de los nuestros. La portada de un periódico o una frase en twitter, duran minutos; un artículo de fondo se convierte en algo realmente revolucionario y tiende a la permanencia.

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