Odónimo

Hablar de la Gran Vía y pensar en Madrid es automático

Antonio Ares

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Hablar de la Gran Vía y pensar en Madrid es automático. Nombrar Las Ramblas y trasladarnos a la vía principal del procès nos ubica en pleno centro de Barcelona. Mentar Triana es situarnos en lo más representativo de Sevilla. Nombres asépticos que concitan consenso.

El Génesis, primer libro del Pentateuco, relata en versículo 2:18-20 «como Adán puso nombre a todos los animales de la tierra, a todas las aves del cielo, y a todo el ganado, antes que Dios lo sumiera en un profundo sueño para que de una costilla suya creará a su compañera Eva».

Tenemos una ancestral necesidad de dar nombre a todo. Lo material, lo cotidiano, lo raro, lo común, las sensaciones, las circunstancias, los sentimientos. A todo lo que nos rodea, lo que sentimos y lo que nos ocurre tenemos esa falta imperiosa de «llamarlo por su nombre», y si no nos lo inventamos.

Ahora estamos con los odónimos. Aquello que sirve para definir con nombre propio a una vía o un espacio de comunicación. Puede ser una calle, una carretera, una avenida, una plaza, un camino rural, un bulevar, un callejón, una travesía, una alameda, una ronda o cualquier otro espacio público o privado que precisa de ser localizado. Los nombres de las vías puede que cambien con el curso del tiempo, debido a la propia evolución de las ciudades, a su desarrollo urbanístico, pero la mayor parte de las veces lo hace por cambios políticos que intentan borrar del callejero malos recuerdos pasados no compartidos. Hacerlo de forma artificiosa y sin el beneplácito de sus usuarios tiene el fracaso garantizado. Para los nombre somos muy de costumbres.

En la página web de nuestro Ayuntamiento, Delegación de Estadística, epígrafe Nomenclátor, podemos consultar con todo lujo de detalles nuestro callejero por nombres y por distritos. De las más de setecientas calles que hay en nuestra ciudad todas tienen su nombre propio. La primera es Abreu, entre Cardoso y Regimiento de Infantería de Cádiz, la última Zurbarán, entre Cayetano del Toro y Pintor Zuloaga. Insignes gaditanas y gaditanos, ilustres personalidades de la vida pública, políticos, localidades de la provincia, capitales, compositores y músicos, pintores, cantaores y cantaoras, santos y santas, vírgenes y cristos, escritoras y escritores, hasta un perro Canelo, jalonan el perfil de nuestra ciudad.

Con la salvaguarda legal de la Ley de Memoria Histórica se quiere cambiar de nombre a una de las avenidas más importantes de nuestro callejero. Qué aún existan en nuestra ciudad símbolos de la época oscura de nuestro pasado no tiene razón de ser. Que aún haya familiares de personas represaliadas que claman poder dar digna y simbólica sepultura a sus familiares es para sonrojar, no sólo a este gobierno, sino también a los que le precedieron. No se trata de reabrir heridas, se trata de dar bálsamo a cicatrices octogenarias. Ahora bien si no queremos caer en la demagogia habría que analizar la idoneidad y la pertinencia de los cambios.

En la ciudad de Nueva York, en su Gran Manzana, no tienen problema de nomenclátor, Quinta Avenida, Séptima Avenida, Calle 42 Este, Calle 34 Oeste.

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