OPINIÓN

El eterno repetidor

En unos días llegan las notas del primer trimestre. Ha parecido un trienio

JOSÉ LANDI

En unos días llegan las notas del primer trimestre. Ha parecido un trienio. Qué largo y pesado. Como si ningún día hubiera tenido recreo. Da igual. Es evaluación continua. Tirando a eterna. La palabra de este otoño seco y sangrante –del año, porque todo entero fue un otoño puro– ha sido «matraca». Aunque falte mucho curso y sepamos que nos faltan muchos años para terminar el ciclo, algo hemos aprendido ya. Siempre se aprende.

He sacado en limpio que hay gente que quiere que mis padres se queden tirados sin pensión por tal de tener razón, sólo por demostrar que ellos son brillantes y yo no. He dejado de ver canales de tele enteros al comprender lo que tantos sienten, hace años, cuando leen periódicos. Supe que periodista y esbirro se declararon sinónimos durante la Logse, sin que avisaran a los mayores. Me enteré de que la gente tenía banderas en su casa y una patria en el estómago. Descubrí que hay muchos con certezas, gordas y largas. Como mis dudas. Entendí –en sólo tres meses– que todo el que odia se declara odiado. Que el que vive mejor cree merecerlo y observa a los peores como amenazas. Me tocó ser de lo peor. Me miran así en cualquier lugar que esté cien, 600, mil kilómetros más al Norte, al Nordeste o al Noroeste. Hasta cuando vienen a veranear, aunque finjan.

También estudié Italiano para comprobar que se puede vivir roto por la mitad tan ricamente (en una mitad), igualmente (en la otra). Durante décadas. Porque este trimestre va a durar medio siglo, me dicen los maestros. Vengan como vengan las notas, por más que avancen los cursos, aún necesitamos campañas de autoestima, provinciales y regionales, porque nadie desconfía más de nosotros que nosotros. La campaña se le encarga a un pariente, eso que no falte. Ahí no aprendemos por más exámenes que suspendamos. La campaña, eso sí, la dirige un técnico superior (de más al Norte, quiero decir) porque los empleos cualificados de aquí siempre acaban allí. Allí, los menos cualificados son para los de aquí. También repasamos un gran tema: que el dinero puede. Cuanto más asustados, más le rezamos. Nos hemos parapetado todos detrás de las empresas que huyen. Como si no hubieran huído de aquí, de allí, siempre. Como si no volvieran a donde fuera, menos aquí, cuando les interesa. Recordamos a los más graciosos por la gracia que nos hicieron y olvidamos las fatigas que pasaron.

Cuando lleguen las notas provisionales e inservibles recordaré que uno de los mejores momentos del año –los tuvo– lo trajo como siempre un ‘eterno repetidor’, un romancero para ponérselo en bucle. Nos explica. A los de aquí. Fue en Vejer, en primavera. Antes de este otoño sin final hubo una.

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