Sálvame de Rufián, Iceta y Colau

Los nuevos «referentes» de la política de «la gente» se sienten más cómodos en el «Deluxe» de Jorge Javier que en el tajo

Mayte Alcaraz

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La bisutería política es difícil que luzca en entornos exquisitos. Imaginen a Gabriel Rufián sacando sus esposas en el Ateneo; o a Miquel Iceta arrancándose, con su celebrado baile, en el Liceo barcelonés; o a Ada Colau hablando de su alcoba ante una clase de Filosofía de la Pompeu. No, cada uno ha de encontrar su ambiente, su ecosistema. Por eso los tres representantes de la nueva política han dado con la mejor marmita para sus guisos: el «Deluxe» de Jorge Javie r. Lo del tajo y la gestión es muy aburrido, dónde va a parar. No hay color entre elaborar un memorándum o defender un proyecto de ley sobre sostenibilidad en el pleno del Congreso o en el Consistorio, y la cátedra de Kiko Hernández o Lydia Lozano .

No está claro si porque ellos han empezado a dejarse ver por ese plató o porque el ciclo del cotilleo bajuno se está acabando (o por el cóctel letal de ambas cosas), estos formatos están perdiendo audiencia a chorros y ya cualquier película de medio pelo les birla el «share». Vamos que yo sé de una cadena rival que estaría dispuesta a pagar para que estos políticos u otros compañeros del metal ocupen la silla caliente de Belén Esteban .

Pero lo bueno que tiene la televisión de digestión rápida es que opera como si fuera un escáner y ofrece motivos de peso para seguir votando a los intrépidos representantes públicos. No tienen más que abrirse en canal ante la audiencia y las razones de fundamento para votarles se multiplican. El último «Sálvame» de Rufián nos ha regalado un amplio abanico de conocimientos, vertidos con brillantez en el plató, que van desde su afición por la canción «Ave María» de Bisbal hasta su admiración por la participación de un marido de Norma Duval en «Supervivientes» . Fue imposible recibir más por un simple clic en el mando. La intervención de Iceta nos permitió conocer los armarios que abandonó y su afición por cantar «Como una ola» de Rocío Jurado, que «le chifla». Tamaña ganga de argumentario fue inmejorable. Finalmente, de Ada Colau supimos de su inclinación bisexual y de las horas que echa la asistenta en su casa. Datos fundamentales todos ellos sobre los que cimentar el voto.

Curioso gusto el de la nueva política por formatos televisivos, hechos por otro lado por profesionales respetables, que en teoría están en las antípodas de su estética y vocación cultural y son más propios del consumo masivo y el «pan y circo» de los «partidos tradicionales», según ellos mismos denuncian. Pero son el contrapunto de «excelencia» entre María Lapiedra y Juan Miguel , el peluquero pop de Karina. El resultado es que los partidos de las nuevas estrellas televisivas se la han pegado en Cataluña a pesar de sus entrevistas pintureras. Descartado currar como cualquier hijo de vecino y quemada la vía de «Sálvame», ¿a qué se dedicarán este nuevo año?

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