Frankenstein o el delirio de la razón

El sueño de la razón, o mejor su delirio, produce monstruos que adquieren una existencia propia

Pedro García Cuartango

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El verano de 1816 fue muy extraño. Las cenizas de un volcán provocaron temperaturas muy bajas en toda Europa. Lord Byron había alquilado una villa junto al lago de Ginebra, a la que acudieron el poeta Percy Shelley y su joven esposa Mary , que todavía no había cumplido los 20 años. También se les unió John Polidori , un médico y escritor inglés, interesado por los fenómenos psíquicos.

Los cuatro daban paseos por las orillas del lago y disfrutaban de largas cenas a la luz de las velas en las que hablaban de lo divino y lo humano. Una noche de tormenta Byron retó a sus amigos a componer un relato de terror. Y aunque Mary Shelley no pudo concluir la narración, de allí saldría una de las fantasías más fructíferas de la historia de la literatura: el monstruo creado por el doctor Víctor Frankenstein que todavía sigue turbando nuestros sueños.

La escritora asistía en ocasiones en Londres a los experimentos con electricidad y cadáveres de Andrew Crosse , por lo que fue germinando en su mente el libro que finalmente apareció el 1 de enero de 1818 de forma anónima con una edición de 500 ejemplares. Nadie podía prever entonces el impacto que iba a tener la obra, pero lo cierto es que Mary Shelley plasmó en su novela hace dos siglos una utopía que hoy puede estar cerca de convertirse en realidad: la creación de un ser humano mediante los avances de la técnica.

La criatura que fabrica el doctor Frankenstein es un monstruo que se le escapa de las manos y comienza a cometer crímenes hasta que decide poner fin a sus días en los hielos del Polo Norte para expiar sus pecados en un último arrebato de lucidez.

La novela se titulaba Frankenstein o el moderno Prometeo , con lo que Mary Shelley quería advertir de los peligros de la ciencia al servicio de un progreso sin límites. Los horrores del siglo XX han demostrado hasta qué punto tenía razón la escritora romántica, aunque también es cierto que los avances científicos han salvado muchas vidas humanas y han acrecentado nuestro nivel de bienestar.

El riesgo de esos hallazgos que están cambiando nuestra forma de vivir son los efectos que no podemos prever a largo plazo y ni siquiera imaginar porque el sueño de la razón, o mejor su delirio, produce monstruos que adquieren una existencia propia. Por ello, deberíamos estar prevenidos sobre las consecuencias de nuevos conocimientos como la inteligencia artificial, los materiales sintéticos, la biogenética y la mecánica cuántica, que nos abren horizontes inexplorados que van a modificar el concepto de naturaleza humana.

Puede parecer pesimista comenzar el año con esta reflexión, pero, como Mary Shelley apuntaba, hay que tener cuidado para evitar que «la satisfacción de nuestros deseos se convierta en una serpiente que nos acaba mordiendo». Ya sabemos el triste final que provocó la ambición de Prometeo, encadenado por robar el fuego de los dioses.

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